El ¨²ltimo presidente de la guerra fr¨ªa
Un anticomunista que se hizo amigo de la URSS
FRANCISCO G. BASTERRA, Ronald Reagan pasar¨¢ a la historia como el ¨²ltimo presidente de la guerra fr¨ªa, que realiz¨® el Incre¨ªble tr¨¢nsito de anticomunista visceral a declararse amigo del l¨ªder sovi¨¦tico, Mijail Gorbachov, "un hombre en quien conf¨ªo". A EE UU le interesa el ¨¦xito de la perestroika, le confirm¨® el presidente a Gorby en su ¨²ltimo encuentro, el mes pasado en Nueva York. Un inesperado acto final para el hombre que calific¨® a la Uni¨®n Sovieltica de "imperio diab¨®lico" y al que la extrema derecha ha dejado de considerar su h¨¦roe para tildarle de "tonto ¨²til del comunismo".
La presidencia de Reagan, iniciada en enero de 1981 con el objetivo de arrollar al comunismo en todo el mundo, la llamada doctrina Reagan, concluye con un entendimiento con Mosc¨² que va m¨¢s all¨¢ de la distensi¨®n de los a?os setenta para casi entroncar con la ¨¦poca de la guerra mundial en que los dos pa¨ªses eran aliados.Y Reagan abandona la Casa Blanca dejando a su sucesor, George Bush, desactivados los m¨¢s importantes conflictos regionales: Afganist¨¢n -el Vietnam de la URSS-, el sur de ?frica y con nuevas perspectivas en Oriente Pr¨®ximo gracias a la apertura del di¨¢logo de Washington con la OLP de Arafat. Todo lo dem¨¢s, incluida Nicaragua, la obsesi¨®n fallida de Reagan, es pura an¨¦cdota en un tablero mundial que nadie hubiera so?ado hace s¨®lo cuatro a?os y que permite incluso hablar del surgimiento de un nuevo orden internacional. Hasta la ONU renace en su papel de mediaci¨®n internacional.
Una pel¨ªcula hist¨®rica
Y todo esto ha sido logrado por un presidente que tuvo como revista de cabecera el Readers Digest y que nunca entendi¨®, si no era con ejemplos visuales o mediante an¨¦cdotas o chistes, el marxismo o las complejidades del armamento nuclear. "Me sent¨ªa como si estuviera en una pel¨ªcula hist¨®rica de Cecil B. de Mille", dijo Reagan para explicar su abrazo en la plaza Roja, frente al mausoleo de Lenin, con Gorbachov en mayo de 1988. Los historiadores debatir¨¢n si fue su suerte irlandesa, su firmeza en negociar desde una posici¨®n de fuerza, tras el mayor rearme de la historia de EE UU; su deseo, sobre todo de su esposa Nancy, de pasar a la historia como el presidente de la paz, o la coincidencia con la necesidad de Gorbachov de sacar del abismo a la URSS.
Reagan ha confundido a los que pronosticaban, en Europa la mayor¨ªa, que su radicalismo ideol¨®gico llevar¨ªa al mundo al borde del desastre. Pero el hecho es que la sola firma en 1987 del tratado INF de eliminaci¨®n de misiles de medio alcance en Europa, acabando, por primera vez en la historia, con una categor¨ªa completa de armas at¨®micas, fue suficiente para salvar la presidencia de Reagan. Y, despu¨¦s de poner los pelos de punta a los aliados en Reikiavik, cuando estuvo a punto de negociar la desnuclearizaci¨®n total con Gorbachov, ha dejado en pie la posibilidad de que Bush logre un acuerdo para reducir en un 50% los arsenales estrat¨¦gicos. Reagan ha sido tambi¨¦n el presidente que, tras superar el s¨ªndrome de paralizaci¨®n de Vietnam, ha tenido que asumir los, l¨ªmites del poder de EE UU. Y en su propio patio trasero, fall¨® en su obsesi¨®n de rendir a Daniel Ortega, el "dictador con gafas de dise?o", como le llama, a pesar de embarcarse en una guerra mercenaria que le cost¨® el esc¨¢ndalo m¨¢s grave de su presidencia, el Irangate.
Bien es verdad que tampoco los guerrilleros salvadore?os han tomado el poder como prometieron y que la Nicaragua sandinista es un pa¨ªs quebrado y no constituye un ejemplo a imitar, confirmando que el istmo sigue siendo una finca de EE UU, ante la indiferencia de Gorbachov por la bancarrota de los sandinistas.
En Panam¨¢, Reagan tambi¨¦n ha sido humillado por el general Manuel Noriega, a quien tampoco ha conseguido sacar del poder o exiliar. Ha fracasado cuando ha intentado imponer soluciones por la fuerza militar, pero no cuando ha optado por la negociaci¨®n. Y, a pesar de que los responsables del Departamento de Estado gustan de ense?ar un mapa azul que marca la oleada de democracias que fueron instal¨¢ndose en Latinoam¨¦rica durante su presidencia -hasta Pinochet ha perdido un plebiscito- con la ca¨ªda en cadena de las dictaduras militares, es en Am¨¦rica del Sur donde apuntan los mayores peligros para la pol¨ªtica exterior norteamericana. Desde El Salvador, que algunos observadores se?alan ya como la primera crisis para Bush, hasta Argentina, Brasil y Per¨², pasando por Guatemala o Honduras, Am¨¦rica Latina presenta un cuadro de inestabilidad democr¨¢tica mayor que cualquier otra parte del mundo. La mezcla de la bomba de sus 420.000 millones de d¨®lares de deuda externa, la desilusi¨®n ante unas democracias que no dan de comer, el peso a¨²n de los militares y la fuerza corruptora de los se?ores de la droga podr¨ªan poner en peligro el ¨¦xito democratizador de Reagan.
La 'doctrina Reagan'
Reagan, rodeado de ide¨®logos y hombres de acci¨®n, como William Casey en la CIA y el general Alexander Haig al frente de la diplomacia, inici¨® su presidencia, en 1981, decidido a "marcar la l¨ªnea" de la cual el comunismo no pod¨ªa pasar. Y decidi¨® que fuera El Salvador. Le elaboraron la doctrina Reagan y un mundo simple de blancos y negros en el que todos los problemas se reduc¨ªan al conflicto Este-Oeste. Reagan dej¨® hacer a los activistas. Y, enemigo de zanjar a favor de unos u otros, presidi¨® una Administraci¨®n dividida (Pent¨¢gono-Departamento de Estado-Consejo de Seguridad Nacional) sobre el di¨¢logo con Mosc¨² y la negociaci¨®n de tratados de limitaci¨®n nuclear.
Esto provoc¨® meses y a?os de par¨¢lisis en la pol¨ªtica exterior. "Adem¨¢s, los l¨ªderes sovi¨¦ticos se me iban muriendo uno detr¨¢s de otro", explic¨® Reagan para justificar que en cinco a?os no hubiera habido una cumbre. El despliegue de los marines en L¨ªbano acab¨® con la tragedia de la voladura terrorista de su cuartel, con 241 cad¨¢veres norteamericanos y el repliegue de EE UU de la zona, a la que s¨®lo regres¨®, esta vez con ¨¦xito, cinco a?os m¨¢s tarde, para patrullar el Golfo.
Pero hab¨ªa que cuadrar la expectativa ret¨®rica y el fabuloso rearme del Pent¨¢gono con la realidad, alimentando el nuevo clima de patriotismo recobrado por el reaganismo. Y nada mejor que dos golpes f¨¢ciles. La invasi¨®n de la inofensiva y min¨²scula isla caribefia de Granada, casualmente justo despu¨¦s del fiasco de Beirut, calificada despu¨¦s de liberaci¨®n de las garras del castrocomunismo. Y, con la excusa de responder al terrorismo antinorteamericano, el golpe de abril de 1986 contra Libia y su l¨ªder, Muammar el Gaddafi.
El bombardeo de Tr¨ªpoli s¨ª marc¨® el punto m¨¢s bajo de las relaciones y la falta de consultas entre Washington y sus aliados europeos. Pero al final de su Administraci¨®n los pragm¨¢ticos, aun insistiendo en que Europa debe soportar m¨¢s la carga de la defensa occidental, reconstruyeron, gracias sobre todo al ¨¦xito del di¨¢logo con Mosc¨², el consenso en la OTAN.
S¨®lo en esas dos ocasiones, Granada y Libia, aut¨¦nticas an¨¦cdotas perif¨¦ricas, al igual que Nicaragua, en el gran cuadro de la pol¨ªtica exterior, Reagan actu¨® para justificar a sus caricaturistas, que le pintan como el vaquero con el dedo siempre en el gatillo. Pero finalmente su instinto hist¨®rico, la evidencia de que sus fan¨¢ticos cruzados, los Casey, North, Poindexter, McFarlane y Abrams, le llevaban a un desastre de proporciones constitucionales, el Irangate, y su pragmatismo condujeron a Reagan al final de su presidencia a dibujar una nueva raya en su pol¨ªtica exterior.
Primera 'cumbre'
Se buscan resultados, se acepta el di¨¢logo con la URSS y se celebra, en Ginebra, en el oto?o de 1985, la primera de cinco cumbres con Gorbachov. Los Baker, Shultz, y despu¨¦s Carlucci, sustituyen a los ide¨®logos y recomiendan la negociaci¨®n y el consenso. Ni siquiera el sue?o de Disneylandia de Reagan, la SDI (Iniciativa de Defensa Estrat¨¦gica), escudo espacial para la guerra de las galaxias, ha impedido el acercamiento a la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
Reagan regresa a su rancho de California dejando abierto el debate sobre la inevitabilidad del declive de Estados Unidos como gran potencia, que, para una escuela encabezada por el profesor de Yale Paul Kennedy y su famosa obra The rise and fall of the great powers, ha comenzado. Es posible, como dir¨ªa Mark Twain, que esta declaraci¨®n sea cuando m'enos prematura.
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