Secretarias
Un buen n¨²mero de mis amigas son secretarias. Sufrid¨ªsima profesi¨®n ¨¦sta que, como es p¨²blico y notorio, parte de un malentendido colosal: la confusi¨®n que padecen muchos jefes entre la esfera de lo laboral y lo dom¨¦stico. Y, as¨ª, a las secretarias no s¨®lo se les exige, como es l¨®gico, una profesionalidad despepitante, sino que adem¨¢s han de reservar vuelos para viajes privados y mesas para comidas familiares, recordar el aniversario de boda de su jefe o adquirir entradas del concierto rock para la ni?a adolescente y el novio con cresta de la ni?a. Otros¨ª, y dependiendo del calibre del morro directivo, las secretarias pueden verse abocadas a recoger trajes del tinte, pasear perros, regar plantas, cepillar abrigos repujados de caspa ejecutiva, quitar el polvo a mesas de despacho e incluso subir del bar caf¨¦s y ensaladillas. Todo esto sin mencionar los posibles achuchones rijosillos, que a¨²n hay, y el fastidio de tener que aguantar las depresiones y las mustias confidencias de tu jefe, confidencias que suelen mantener una direccionalidad jerarquizada, de modo que, cuando al ejecutivo se le pasa la murria, la supuesta complicidad se fosfatina, convertidos de nuevo en amo y sierva con un abismo intermedio muy preciso.Pues bien, este estupendo panorama es susceptible a¨²n de empeoramiento. Me cuentan que, embargados por este fren¨¦tico culto a la apariencia en que vivimos, los directivos de las empresas han empezado a confundir la modernidad con la lindeza. Y, ahora m¨¢s que nunca, exigen que sus secretarias, adem¨¢s de eficientes, sean un prodigio de juventud y de guapeza. Para dar imagen, argumentan con estupendo desahogo. Las quieren elegantes, altas y macizas, cosecha del 92 y pata negra. Ellos, mientras tanto, los jefazos, son exactamente como siempre, o sea, barrigones, calvos, los pies planos, retacos, estevados y bisojos, verdaderos adefesios, en fin, los pobrecitos. Pero as¨ª, con el adorno de sus chicas, se creen que van a conquistar Europa. Sea usted secretaria triling¨²e para esto.
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