'Maricona' nacional
He le¨ªdo en su peri¨®dico sendas interpretaciones del Gurruchaga fin de a?o en las plumas del se?or Haro Tecglen y del no menos se?or Angulo. Nada que oponer a la tibia cr¨ªtica del primero, respetable por lo que tiene de incoherencia la sandez criticada. Solamente una precisi¨®n: est¨¦tica homosexual es la de Pasolini, Visconti o Lindsay Kenip. Llamar est¨¦tica maricona a algo como lo visto ser¨ªa m¨¢s apropiado, pero, de cualquier manera, comprendo sus escr¨²pulos ante esta imposible paradoja. Se?or Angulo: ni provocativo, ni entretenido, ni sorprendente. La maricona nacional, la de siempre, es polvorienta, aburrida, manida. Es fea, tonta, cat¨®lica y sentimental. La maricona aborigen es un hirsuto maripos¨®n envuelto en un doble afeitado diario, pelvis en forma de coso taurino, ancestral producto bruto lleno de aire siseado, colorete drapeado y caderas vibratorias. Sus decibelios vocales, imposibles. Nunca fue perseguida por nadie, ni quemada en inquisitoriales hogueras; es un sub inofensivo de jaleo andaluz, coreado por los se?oritos de jaca. El Copacabana de las Ramblas de Barcelona, entre otros mil, era un buen ejemplo en los a?os cincuenta. Jam¨¢s se le ocurri¨® a aquel r¨¦gimen clausurarlo, porque la ind¨ªgena maricona es especie protegida por todos los sistemas, carece de ideas, virgensita en ristre, tatuaje de paliza marinera, reaccionaria y barata de neuronas. Aqu¨ª, se?or Angulo, se persegu¨ªa a Cernuda y se asesinaba a Lorca. Ellos s¨ª que eran provocativos, divertidos y sorprendentes. Y homosexuales, se?or Tecglen: no asilvestradas. La maricona hispana, ya sea televisiva o mo?a malague?a de las estribaciones de Gibralfaro, es toda caracolillo en la sien sin el talento de Estrellita Castro, bien pag¨¢ sin la voz de Miguel Molina; puro sin Sarita, que no necesita m¨¢s. Y m¨¢s antigua que los toros de Guisando, se?or Angulo; docum¨¦ntese, por favor. Todos soportamos 10 minutos de maricona abrupta en el bar de la esquina. Pero tenerla metida en casa una hora seguida, ?qu¨¦ castigo! Aunque sea la vaca sagrada de nuestro ecosistema cultural- Rafael Ravena
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