Los primeros 100 d¨ªas
George Bush se toma un tiempo para estudiar las prioridades y el tono de su administraci¨®n
Cuando, a mediod¨ªa de hoy, George Bush, con 48 horas como presidente de Estados Unidos, regrese a la Casa Blanca desde la catedral de Washington, despu¨¦s de la ceremonia de acci¨®n de gracias, tendr¨¢ en la cabeza s¨®lo el bosquejo de lo que ser¨¢n los 100 primeros d¨ªas de su administraci¨®n. Este es, tradicionalmente, el tiempo en que los jefes del Ejecutivo establecen el tono de su gobierno y fijan sus prioridades, comunicando al mundo, dudoso a¨²n de la nueva personalidad, c¨®mo imaginan el futuro. Juega a favor de Bush el hecho de que su presidencia despierta pocas expectativas.
Pasada la resaca del triunfo electoral, la transici¨®n y los festejos de la toma de posesi¨®n, George Herbert Walker Bush, 64 a?os, se enfrentar¨¢ ma?ana por la ma?ana, a primera hora, y bastante antes de las nueve y media, cuando lo hac¨ªa Reagan, a la soledad del poder en el Despacho Oval del ala oeste de la Casa Blanca. No pesan sobre ¨¦l los peligros inmediatos de una recesi¨®n o de una crisis b¨¦lica internacional. Va a actuar con "gran prudencia" hacia Gorbachov, al que no cree que tiene que responder inmediatamente con una nueva pol¨ªtica exterior norteamericana.Pero quiz¨¢ tenga que ir m¨¢s deprisa de lo que pretende. Hoy ya tendr¨¢ sobre la mesa un nuevo regalo, no pedido, de Mosc¨²: el anuncio de retirada de armas nucleares t¨¢cticas sovi¨¦ticas -de corto alcance- de Centroeuropa. No es probable que Bush tenga tiempo, como hac¨ªa religiosamente todos los d¨ªas su antecesor en el cargo, de alimentar con pi?as a las ardillas del jard¨ªn presidencial.
Primera cita
La primera cita de este lunes 23 de enero ser¨¢ con un ex general de aviaci¨®n de maneras suaves y larga experiencia en las tripas del poder, quien a partir de ahora ser¨¢ el visitante m¨¢s asiduo del despacho presidencial. Brent Scowcroft, consejero de Seguridad Nacional, informar¨¢ al presidente del estado del mundo en las ¨²ltimas horas y de la revisi¨®n estrat¨¦gica de la pol¨ªtica exterior de EE UU, que coordina este amigo personal de Kissinger. Revisi¨®n exigida tanto por la nueva URSS como por la competitividad de nuevos centros de poder mundiales que fuerzan al EE UU de Bush a aceptar una mayor interdependencia.Bush, antes de asumir el poder, orden¨® una amplia revisi¨®n de la pol¨ªtica hacia la Union Sovi¨¦tica que tenga en cuenta la revoluci¨®n de Gorbachov y estudie si los cambios, de la perestroika y el nuevo realisrno en Mosc¨² hacen desaparecer la tradicional amenaza sovi¨¦tica que ha justificado la pol¨ªtica exterior de Estados Unidos y son suficientes para reconsiderarla e iniciar una nueva etapa en las relaciones Este-Oeste. La posibilidad de un estallido en alg¨²n pa¨ªs del imperio sovi¨¦tico del Este y una intervenci¨®n de Mosc¨² es uno de los primeros temores de la nueva Administraci¨®n.
El presidente norteamericano llega al poder sin un gran dise?o estrat¨¦gico, a pesar de su inigualable experiencia en pol¨ªtica exterior. No tiene prisa para acudir a su primera cumbre con Gorbachov, que tendr¨¢ que esperar al segundo semestre, ni dar¨¢ un paso exterior importante hasta lograr un nuevo consenso, en el que quiere implicar tambi¨¦n a los aliados de la OTAN. Ha encargado ya a la CIA, de la que fue director, que le prepare inmediatamente un perfil actualizado de Gorbachov. La hora de dar cuerpo a esa pol¨ªtica llegar¨¢ probablemente en abril o mayo, cuando Bush viaje a Europa para celebrar una cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la OTAN. Antes, en su primera salida al extranjero, Bush asistir¨¢ en Tokio, el 24 de febrero, a los funerales de Hirohito.
La cohesi¨®n europea frente a una URSS revolucionaria que ofrece constantes incentivos a bajar la guardia, los pinitos hacia la creaci¨®n de un pilar europeo de la OTAN, y el temor de Washington a una CE fortaleza, proteccionista en 1992, son preocupaciones para Bush nada m¨¢s iniciar su mandato.
Pero Scowcroft, en este primer despacho, tambi¨¦n se?alar¨¢ al presidente, como horas despu¨¦s lo har¨¢ su amigo el secretario del Tesoro, Nicholas Brady, un ex banquero de Wall Street, que los enormes d¨¦ficit gemelos, el presupuestario y el comercial, limitan enormemente la capacidad de maniobra de Bush, constituyen una amenaza tan grave o mayor para la seguridad nacional como los misiles de Mosc¨², y deben ser enfrentados inmediatamente. Los norteamericanos, seg¨²n sondeos publicados esta semana, tambi¨¦n lo creen as¨ª. Quiz¨¢ esto le permita hacer digerible -no tiene m¨¢s remedio- un recorte del presupuesto del Pent¨¢gono y una necesaria reestructuraci¨®n del poder militar norteamericano.
Bush inicia su mandato con limitaciones globales desconocidas por los presidentes norteamericanos hasta ahora, y que se resumen en la emergencia como superpotencia econ¨®mica de Jap¨®n, la nueva cohesi¨®n europea y la afirmaci¨®n de gran poder econ¨®mico de la Rep¨²blica Federal de Alemania. Y el dato de que estos pa¨ªses est¨¢n financiando -comprando bonos del Tesoro de EE UU- los 160.000 millones del d¨¦ficit fiscal norteamericano. Y que pueden dejar de hacerlo con incalculables consecuencias sobre el d¨®lar y la inflaci¨®n.
Cambio de estilo
Bush tiene encima de su mesa un informe de Stephen Cohen, de la universidad de Berkeley, que asegura que "el nuevo presidente afronta problemas con los que nunca se ha enfrentado otro. Ha perdido soberan¨ªa. Si quiere iniciar una pol¨ªtica nueva tendr¨¢ que consultarla primero con los banqueros en Francfort o en Tokio o ¨¦stos descarrilar¨¢n el d¨®lar, provocando el p¨¢nico en Wall Street". Bush es consciente de ello y, antes de viajar a Europa, recibir¨¢ en Washington, en los primeros d¨ªas de febrero, a los miembros de un club m¨¢s exclusivo que el de los 16 de la OTAN: el G-7, Grupo de los Siete, que engloba a los ministros de Finanzas y a los presidentes de los bancos centrales de los siete pa¨ªses m¨¢s industrializados de Occidente.Y ya no se trata s¨®lo de coordinar los niveles de fluctuaci¨®n del d¨®lar -parece agotada la pol¨ªtica de devaluar para resolver el d¨¦ficit de la balanza comercial, que volvi¨® a ahondarse 48 horas antes de la toma de posesi¨®n de Bush- sino de cambios en las pol¨ªticas econ¨®micas de los grandes. Se le exigir¨¢ a Washington una reducci¨®n importante del d¨¦ficit a cambio de que Jap¨®n contin¨²e por el camino del crec¨ªmiento basado en la demanda interna y de que la RFA estimule su econom¨ªa y no lo base todo en la exportaci¨®n.
Bush no va a efectuar una salida fulgurante, como hizo Reagan, en sus primeros 100 d¨ªas, con iniciativas espectaculares. "No me eligieron para hacer un cambio radical que no es necesario". Ser¨¢ m¨¢s, al principio, un cambio de estilo: una proximidad mayor a los problemas (hablar¨¢ mucho de la educaci¨®n y de facilitar jardines de infancia a los m¨¢s pobres), dando la imagen de gestor competente.
El nuevo presidente dedicar¨¢ sus primeras semanas a los problemas dom¨¦sticos: el d¨¦ficit y la batalla con el Congreso, dominado por los dem¨®cratas, al que, desde el primer d¨ªa, ha enviado se?ales de conciliaci¨®n y promesas de que quiere, tanto en temas econ¨®micos como en lo exterior, una pol¨ªtica bipartidaria. El 9 de febrero Bush acudir¨¢ al Capitolio para desvelar, en un mensaje al Parlamento, sus planes presupuestarios y su apuesta -considerada imposible incluso por algunos de sus asesores econ¨®micos- de reducir el d¨¦ficit sin subir impuestos.
Los 100 d¨ªas de Bush, y posiblemente los 900 siguientes, van a estar lastrados por el hecho de "que no hay dinero". El presidente tendr¨¢ que conciliar esta realidad con su promesa gen¨¦rica de construir una naci¨®n "rn¨¢s compasiva" con los desheredados. La limpieza y modernizaci¨®n de las f¨¢bricas nucleares, que pueden llevarse 100.000 millones de d¨®lares, y el saneamiento de las cajas de ahorro para evitar su quiebra en cadena, tambi¨¦n cifrado en unos 25.000 millones.
Prioridades
George Bush no va a poder esperar en este hemisferio, donde s¨ª puede ser visible en los primeros 100 d¨ªas una pol¨ªtica diferente a la de Reagan. Ya el secretario de Estado ha advertido que desde el primer d¨ªa tendremos en el felpudo las papeletas de Nicaragua, (qu¨¦ hacer con los contra), El S alvador y Noriega.La contenci¨®n de Nicaragua se har¨¢ mediante una negociaci¨®n limitada con los sandinistas, abandonando la v¨ªa fracasada de la presi¨®n militar y buscando la neutralizaci¨®n de los sandin¨ªstas mediante el apoyo a una soluci¨®n diplom¨¢tica regional. El Salvador, con elecciones en marzo y un previsible ternido triunfo de la extrema derecha, y donde EE UU ha enterrado 3.000 millones de d¨®lares en un intento fallido de estabilizar la democracia, ser¨¢ una primera prueba de fuego para Bush. El presidente querr¨ªa globalizar los problemas de Centroam¨¦rica, que no ver¨¢ s¨®lo a trav¨¦s de la obsesi¨®n de Reagan con Nicaragua.
Y, sobre todo, Bush dedicar¨¢ desde el comienzo una'atenci¨®n prioritaria al vecino M¨¦xico, junto con la URSS el pa¨ªs m¨¢s importante para Washington, y al problema de la deuda de las grandes naciones de Latinoam¨¦rica, que amenaza una ruptura de las democracias restauradas durante los a?os de Reagan.
Bush, en la revisi¨®n que ha ordenado del tema de la deuda externa que asume, puede chocar con los bancos, que ya le han advertido que se opondr¨¢n a cualquier intento de perd¨®n de los cr¨¦ditos, acudiendo a los tribunales, y que exigir¨¢n garant¨ªas federales e incentivos fiscales antes de aceptar reducciones voluntarias de la deuda.
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