Co?¨¢ y estornudos

La fiesta valdemorillana fue ayer seg¨²n es tradici¨®n: hac¨ªa un fr¨ªo de mil diablos. La gente, que llen¨® la plaza por cuarta vez consecutiva en la feria, capeaba el temporal como pod¨ªa, entre pataleos al maderamen, tiritonas, resoplidos, estornudos, latigazos de co?¨¢. Cuando acab¨® la funci¨®n, algunos iban la mar de flagelados.Los m¨¢s pusil¨¢nimes se desahogaban a quejidos y aficionados raciales les reconven¨ªan: "Que haga fr¨ªo en la feria de Valdemorillo es lo suyo; lo otro era una maricon¨¢". Lo otro era el calorcito playero de d¨ªas atr¨¢s, que bendec¨ªa a la afici¨®n, por santa. Aunque muchos no se habituaban. Los valdemorillistas expertos acuden a esta feria equipados y mentalizados para combatir la congelaci¨®n. Los valdemorillistas expertos saben que la primera r¨¢faga de aire ser¨¢ mala, pero a¨²n trae m¨¢s hielo cuando viene de vuelta de las sierras, y entonces, con una perfecci¨®n t¨¦cnica propia de virtuosos en la materia, la esquivan mediante inmersi¨®n absoluta de la cabeza en los zamarrones, sin que por ello el ojo se desaperciba de cuanto sucede en el ruedo.

Toros abisontados

Que no se puede desapercibir -ni el ojo, ni nada- porque en el ruedo hay toros-toros, abisontados toros, como no salen en ferias de mayor post¨ªn. A los novilleritos de ayer les echaron ganado de un trap¨ªo que no ver¨¢n muchas figuras en toda la temporada. Abierta la cuerna, alta la aguja, larga la caja, hondo el pecho, fosco el frontis, dura la pezu?a, los toros irrump¨ªan arrogantes en el barrizal. Sin embargo, a los pocos trancos ya estaba menos crecidos, porque unos novilleritos valientes les disputaban a muerte la hegemon¨ªa sobre el redondel.Los tres novilleros ten¨ªan defectos a espuerta; l¨®gicamente, fruto de su inexperiencia. Y virtudes a espuerta; tambi¨¦n, como el abec¨¦ del oficio torero totalmente asimilado, inteligencia para interpretarlo desde la m¨¢s estricta ortodoxia, valor y ambici¨®n; nada menos. Curiosamente, los tres se sintieron m¨¢s a gusto en sus ¨²ltimas intervenciones. A Gregorio de Jes¨²s e Ignacio Mart¨ªn, en las primeras, les costaba atemperar el genio de los animales, mientras en las segundas corrieron la mano y se permitieron el lujo de hacerlo con sabor pinturero. Mariano Jim¨¦nez tambi¨¦n en el tercero, de aceptable manejabilidad, y a¨²n tuvo mayor m¨¦rito en el sexto, pues se atrevi¨® a aguantar y a embarcar con largura y temple las acometidas violent¨ªsimas.

Tardaron mucho en liquidar sus faenas, aquello dur¨® dos horas y media, el p¨²blico gritaba que les quer¨ªa mucho pero que acabaran de una vez, en el cerro colindante hicieron hoguera los que ve¨ªan desde all¨ª la corrida y el humo se meti¨® en la plaza, los m¨²sicos no paraban de atronar pasodobles, "?Descansad un ratito, majos!", les ped¨ªan por caridad, calaba los huesos el agua-nieve, el viento daba la vuelta cada vez m¨¢s r¨¢pido, dec¨ªan que a mala leche. Ahora bien, todo se aceptaba de buen grado porque la feria de Valdemorillo requiere co?¨¢ y estornudos, es lo suyo, y despu¨¦s, la afici¨®n disputaba primeras filas junto al fuego de las chimeneas, lamentando que ya no vuelva a haber toros hasta el s¨¢bado.