Cuesti¨®n de lenguaje
No hay mejor muestra del repentino derrumbe de la tradicional cultura bolchevique que la necesidad en que se han visto las autoridades sovi¨¦ticas de suspender durante el pasado curso los ex¨¢menes de historia en la primera ense?anza. Se conoc¨ªa bien, desde luego, el car¨¢cter puramente instrumental de la escritura y ense?anza de la historia en la Uni¨®n Sovi¨¦tica y en los pa¨ªses comunistas; se sab¨ªa que en los libros publicados durante lo que ahora se llama per¨ªodo de la desviaci¨®n estalinista y del estancamiento brezneviano desaparec¨ªan personajes o apenas se mencionaban acontecimientos fundamentales; era notoria la facilidad con la que cambiaban visiones del pasado seg¨²n las necesidades inmediatas de la pol¨ªtica del presente. Pero nunca hab¨ªa ocurrido que unas construcciones tan laboriosamente edificadas y tan ritualmente repetidas como las historias de la URSS y de su gloriosa vanguardia no sirvieran ni para contestar un examen de ense?anza primaria.Esta inseguridad, que se refiere tanto a los contenidos correctos de las respuestas como a la pertinencia de las preguntas, muestra bien el alcance y los l¨ªmites de la reestructuraci¨®n que tiene lugar en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, pues lo ocurrido con la historia sucede tambi¨¦n en otros ¨¢mbitos de la teor¨ªa y la pr¨¢ctica pol¨ªtica. Si es dif¨ªcil encontrar hoy un historiador que cante las excelencias del Partido Comunista de la Uni¨®n Sovi¨¦tica (PCUS), no es f¨¢cil tropezar con un economista que defienda la planificaci¨®n centralizada de la actividad econ¨®mica, ni con alg¨²n polit¨®logo que diserte sobre los soviets como instituci¨®n en la que se ha realizado plenamente y de una vez por todas la verdadera democracia proletaria. Aquel lenguaje cori¨¢ceo de los grandes manuales de la Academia de Ciencias se ha venido abajo sin que nadie parezca conocer exactamente con qu¨¦ sustituirlo.
Las consecuencias son diferentes, claro est¨¢, seg¨²n las materias. Mientras en historia se persigue ante todo restaurar el pasado, rehabilitar a personajes sepultados bajo el fango de Stalin y enfrentarse con hechos hasta ahora ignorados, como el pacto germano sovi¨¦tico, en econom¨ªa y pol¨ªtica es imposible llenar el vac¨ªo con la ritual invocaci¨®n de Lenin y de su nueva pol¨ªtica econ¨®mica o rescatando a Bujarin del olvido. Suspender los ex¨¢menes de historia mientras se limpia la cara sucia del pasado resulta hasta divertido, especialmente para los estudiantes, pero no se puede suspender el funcionamiento de la econom¨ªa y del Estado, a menos que se quiera provocar el hambre y tal vez alguna nueva revoluci¨®n. Es preciso, pues, reestructurar sin dejar de formular preguntas y buscar respuestas; o sea, sin dejar de hablar.
Lo que pasa, sin embargo, es que por haber destruido su historia y aniquilado su memoria, los sovi¨¦ticos carecen de un lenguaje, y hasta de un l¨¦xico, propio para definir los contenidos de si, nueva b¨²squeda. Cuando se trata de econom¨ªa, donde antes hablaban de planes quinquenales de control, de cumplimiento de programas, ahora hablan de eficacia, competitividad, autonom¨ªa de la decisi¨®n, mercado libre, precios reales. Si discuten de pol¨ªtica, aunque pocos pongan en duda por ahora el papel dirigente del PCUS, los vocablos que acuden inmediatamente a la boca de todos los interlocutores son los de democratizaci¨®n, parlamentarismo, libertad de expresi¨®n, pluralismo, elecciones libres.
Evidentemente, ninguna de esas palabras pertenece a la tradici¨®n sovi¨¦tica, y ni siquiera a la marxista-leninista, y, en consecuencia, ninguna tiene todav¨ªa, en un lenguaje que antes las negaba, un contenido claro, espec¨ªfico. En los pa¨ªses de econom¨ªa capitalista y de sistema pol¨ªtico parlamentario todo el mundo sabe qu¨¦ significa mercado, y nadie duda acerca del contenido m¨ªnimo de la democracia. En la URSS esos conceptos est¨¢n afectados de una profunda indeterminaci¨®n: no definen todav¨ªa una espec¨ªfica pol¨ªtica econ¨®mica ni un concreto sistema pol¨ªtico, sino ¨²nicamente tendencias de un proceso cuya meta nadie ve con claridad y cuyas fases se ignoran. De momento s¨®lo revelan una cosa: los sovi¨¦ticos han recuperado la voz, y al hablar han percibido que el lenguaje de que dispon¨ªan no les sirve para nada. Han tenido que recurrir a otro.
Lo curioso, lo sorprendente, es que el lenguaje al que han recurrido pertenece a la misma familia que el creado por la burgues¨ªa mercantil y liberal en sus luchas contra el feudalismo. Libertad de comercio y de iniciativa frente a trabas feudales, democracia y pluralismo frente a poder absoluto, constituyeron las bases del discurso econ¨®mico-pol¨ªtico alumbrado en el siglo XVIII, codificado en el XIX y del que todav¨ªa se alimentan en el XX las sociedades capitalistas y democr¨¢ticas. Si los sovi¨¦ticos no inventan un nuevo y diferente lenguaje para definir lo que est¨¢n haciendo, al final habr¨¢ resultado que el comunismo ser¨ªa, como el feudalismo, una etapa particularmente dura de la marcha de la historia hacia la libertad de mercado y la democracia pol¨ªtica, o sea, y por resumir, hacia el capitalismo. Se comprende que los profesores de historia de la URSS, acostumbrados a pensarla como un proceso lineal de continuo ascenso de la humanidad desde la esclavitud, por el feudalismo y el capitalismo hasta la meta final del comunismo, no sepan qu¨¦ ex¨¢menes poner a sus alumnos.
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