El gran arte de Castillo y Corostola

De nuevo ante la Orquesta Nacional de Espa?a, el director sovi¨¦tico Gennadi Rozhdestvenski (Mosc¨², 1931) dirigi¨® un programa enteramente espa?ol; es decir, acept¨® las obras anunciadas y previstas por Jes¨²s L¨®pez Cobos antes de su dimisi¨®n. Es de agradecer la actitud del maestro invitado, aunque est¨¦ dentro de los usos de un profesional serio y tan competente como el actual maestro de la orquesta estatal del Ministerio de Cultura de la URSS.Desde luego, con uno u otro maestro, debe ser obligado por parte de un conjunto sinf¨®nico nacional, primero entre los espa?oles, un mejor conocimiento de la obra de Falla, en su integridad, pues la versi¨®n completa del ballet El sombrero de tres picos dej¨® bastante que desear, especialmente en lo meramente ejecutivo, pero tambi¨¦n en los conceptos aparentemente formularios del director invitado, que quiz¨¢ hab¨ªa supuesto, con buena l¨®gica, que, con Manuel de Falla, en Madrid todo marchar¨ªa como la seda. La brillantez obtenida en la jota final (uno de los trozos que la orquesta frecuenta) y la popularidad de los pentagramas justifican los grandes aplausos recibidos.

Los hubo, aunque mesurados, para la suite de Don Quijote, de Robert Gerhard, partitura nada f¨¢cil, de evidente calidad, pero con mucho menos ¨¢ngel que la de su amigo don Manuel. La lectura, de una grisura casi desesperante, no atrap¨® el inter¨¦s de la audiencia.

Punto culminante en la labor de Rozhdestveriski y la ONE fue el estreno madrile?o del Concierto para violonchelo de Manuel Castillo (Sevilla, 1930), protagonizado magistralmente por el gran Pedro Corostola, para quien la obra fue pensada y escrita. No es el Concierto m¨²sica conservadora, pero tampoco se afilia al difuso concepto de posmodernidad, sino un mensaje fuerte y bellamente personal que figurar¨¢ por derecho propio en lo mejor de nuestro repertorio. Las relaciones mot¨ªvicas y estructurales de los tres movimientos, la ligereza de la andadura, la l¨®gica combinatoria instrumental, todos los valores musicales se suman para otorgar a la obra ese "ritmo interno" que demandaba Falla. Si Corostola toc¨® como un verdadero maestro en los diversos aspectos de la t¨¦cnica, en la hermosura del sonido, en el perfecto fraseo y en la honda penetraci¨®n hasta desentra?ar las m¨¢s secretas intenciones del autor y explicarlas a los oyentes con meridiana claridad, el director y la ONE fueron colaboradores de alta calidad.