El imperio del chisme
ESPA?A PARECE haberse convertido en un absurdo sal¨®n donde galanes adinerados y damiselas pr¨®digas con sus encantos trenzan un baile promiscuo. Y lo parece porque todo eso ha entrado en el cat¨¢logo de lo presuntamente noticiable. Siempre ha habido sabuesos del pecado, pero s¨®lo met¨ªan el hocico entre el gremio del espect¨¢culo, a partir del malentendido de que el chisme era un peaje de las estrellas. La connivencia de algunos famosos en el mercadeo de la intimidad acab¨® difuminando las fronteras entre lo p¨²blico y lo privado. Los nobles tambi¨¦n son sujetos de este periodismo, pero los cronistas cortesanos no acostumbran a ir m¨¢s all¨¢ de inocentes detalles dom¨¦sticos sobre el embarazo de una princesa o las aficiones deportivas del v¨¢stago real. Ahora todos ellos han quedado eclipsados por la aristocracia de la peseta.El paradigma social reinante del ¨¦xito y el dinero -bendecido por un sector del poder pol¨ªtico, esa gente guapa del socialismo- ha catapultado a sus criaturas a un nuevo estrellato, y el triunfo no s¨®lo consiste en la habilidad financiera, sino en saber vivir, gastar y hacer ostentaci¨®n de los r¨¦ditos y seducciones de esta riqueza. Son los amos del universo. Todo empez¨® cuando algunos de estos personajes produjeron un discurso p¨²blico sobre ciertos aspectos anodinos de su lujosa vida privada (sus navidades, sus fiestas, sus piscinas ... ). Algunos incluso obtuvieron una rentabilidad a?adida a esta popularidad y se convirtieron en profesionales de la publicidad o de los eventos sociales, que magnificaban con su presencia retribuida. Lo que ha sucedido estas ¨²ltimas semanas es que el repertorio de indiscreciones ha llegado a desvelar citas ad¨²lteras, e incluso -algunos llegan a creer que eso tambi¨¦n es noticia- a fotografiar las partes m¨¢s ¨ªntimas, inadvertidamente al pairo, de una dama. Es tal el impacto comercial de esta nueva mercanc¨ªa que incluso las revistas supuestamente de informaci¨®n general han reajustado las portadas, en un ejercicio, al parecer muy posmoderno, de mezcla de g¨¦neros. Incluso ha habido prensa cavern¨ªcola que ha organizado una hip¨®crita denuncia moral para, bajo su amparo, permitirse el mismo cotilleo de los otros. El conjunto de este fen¨®meno period¨ªstico puede considerarse un penoso reflejo cultural, pero resulta muy dif¨ªcil repartir recriminaciones ¨¦ticas sin conocer las mutuas dependencias entre los sujetos de la noticia y quienes la administran, sin advertir que este nuevo espect¨¢culo es una consecuencia de la ostentaci¨®n que ha rodeado la vida de estos seres y los cultivadores de esta cultura social.
Todo el mundo es libre de hacer con su vida ¨ªntima lo que m¨¢s le convenga y de seguir en ella los imperativos de su propia moral individual, sea ¨¦sta la que sea. Al mismo tiempo, los nuevos protagonistas de la clase dirigente -y tambi¨¦n sus voceros morbosos- deben pens¨¢rselo dos veces antes de generar din¨¢micas de ostentaci¨®n / confusi¨®n entre lo p¨²blico y lo privado que puedan afectar a personas o entidades ajenas a este espect¨¢culo.
En el juego de hipocres¨ªas concertadas entre protagonistas y medios destacan los lamentos de gentes que suelen ser pugnaces en la venta a plazos de su propia intimidad. Pero tambi¨¦n se producen v¨ªctimas aut¨¦nticas: quienes se han visto metidos en el juego sin haber querido jugar nunca, y que cuentan con un amparo legal mal construido, esto es, insuficiente para ellos y excesivo para quienes alardean de honras de las que carecen. Hay adem¨¢s otras v¨ªctimas y otra dignidad ofendida, para la que no existe posibilidad de restituci¨®n: la de una sociedad entera hipnotizada por la menudencia de unos esc¨¢ndalos de alcoba tan viejos como la naturaleza humana, en menoscabo de otros asuntos mucho m¨¢s decisivos que debieran ocuparla y preocuparla.
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