El juego de los cuatro errores
El poder quema mucho y los defectos de un partido, cuando gobierna, afloran con m¨¢s facilidad. La quemaz¨®n puede ser hasta mortal, como muestra el triste fin que tuvo la Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico (UCD). Incluso el PSOE, que parec¨ªa la excepci¨®n que confirmaba la regla, est¨¢, tras seis a?os de gobierno, pasando por una mala racha, no se sabe si temporal o duradera.Que los socialistas que nos gobiernan, junto a cualidades, tienen defectos, muy visibles ¨²ltimamente, parece no ofrecer duda a nadie, salvo, tal vez, a los propios interesados. Como convendr¨ªa que cobraran conciencia de sus errores y los subsanasen; ahora que, tras los recientes acontecimientos sociales, est¨¢n menos engre¨ªdos es el momento de brindarles alg¨²n consejo.
Porque a todos interesa que los gobernantes acierten. Es verdad que hay otros partidos dispuestos al relevo y que cuentan con partidarios, pero todav¨ªa falta para las elecciones generales, pues no parece que finalmente se adelanten. Adem¨¢s, no nos enga?emos, hoy por hoy las dem¨¢s fuerzas pol¨ªticas est¨¢n peor que el PSOE. Si no fuera as¨ª, los sondeos de intenci¨®n de voto no seguir¨ªan arrojando los resultados que arrojan. Lo cual, claro es, no impide reconocer que si unos empiezan a bajar y otros suben, tarde o temprano acabar¨¢n mud¨¢ndose las tornas. Algunos dicen incluso que esto ya ha sucedido y que el PSOE est¨¢ cayendo en picado. Eso est¨¢ por ver, pero s¨ª resulta l¨®gico que en estos momentos haya mucho ciudadano indeciso, cuyo voto en las pr¨®ximas elecciones depender¨¢ de c¨®mo se comporten el Gobierno y, su partido de aqu¨ª a entonces.
Sea lo que fuere, y aunque sean los tuertos en el pa¨ªs de los ciegos, m¨¢s vale desear que los socialistas, al menos mientras gobiernen, no se tapen el ¨²nico ojo con el que ven.
Los errores de? PSOE, y por ende del Gobierno, son cuatro. En primer lugar, y aunque parezca una contradicci¨®n en sus propios t¨¦rminos, carecen los socialistas de sensibilidad social. Tal contrasentido se explica, creo yo, porque al llegar al poder identificaron partido, Gobierno y sociedad. En consecuencia, cambiaron de la noche a la ma?ana la opini¨®n sobre esta ¨²ltima, que de denostada, por injusta y desigual, pas¨® a ser ensalzada, poni¨¦ndose el acento en sus aspectos positivos y olvid¨¢ndose de los negativos.
Todos los socialistas occidentales, es cierto, han sustituido su visi¨®n de la sociedad, anta?o muy cr¨ªtica, por otra mucho m¨¢s matizada, pero los espa?oles lo han hecho m¨¢s aprisa y en mayor medida que nadie. Con minor justificaci¨®n, adem¨¢s, ya que en otros pa¨ªses el cambio de ideas estaba motivado en buena parte por las mejoras sociales logradas, mejoras que en Espa?a han sido y siguen siendo m¨¢s lentas.
El segundo error es la ausencia de sentido ¨¦tico, o m¨¢s bien la apariencia de que falta tan encomiable virtud en quienes gobiernan. Resulta absurdo que una Administraci¨®n que quiz¨¢ sea la que presenta menos casos de corrupci¨®n en la historia de Espa?a ofrezca ese flanco a la cr¨ªtica por unos cuantos sucesos menores, pero que calan hondo en la gente, que tiende entonces a generalizar.
Aqu¨ª han faltado reflejos. Si de verdad hubieran defendido los socialistas la ¨¦tica en pol¨ªtica -una cualidad que, por cierto, siempre tuvieron-, los escarmientos de los contados casos de mal uso de los caudales p¨²blicos o de tr¨¢fico de influencias hubieran sido sonados. No se ha querido hacerlo y la irnagen del gobernante sigue siendo para muchos la de toda la vida, o s¨¦ase, la de alguien que aprovecha la pol¨ªtica para llenarse los bolsillos. En un terreno en que el partido socialista ten¨ªa todas las de ganar y en donde se podr¨ªa haber rayado casi en la demagogia, aunque s¨®lo fuera por su gran rentabilidad electoral, nada se ha hecho. ?Por qu¨¦?
La respuesta habr¨ªa que buscarla en el tercer defecto. Se trata de algo tan conocido y comentado -y tan patente- que no hace falta insistir en ello. Me refiero a la arrogancia, que, entre otros males, impide reconocer equivocaciones en los nombramientos para desempe?ar cargos p¨²blicos.
El cuarto error del PSOE estriba en el incondicionalismo que exige a sus militantes y que ¨¦stos aceptan con fervor. Es cierto que adolecer de tal cosa, puestos a elegir, es mejor que ser un continuo zafarrancho, como les ocurre o les ha ocurrido a otros partidos. Pero ello no es ¨®bice para reconocer sus inconvenientes. As¨ª, con motivo de la huelga general del 14 de diciembre, con contad¨ªsimas excepciones, dirigentes y altos cargos socialistas no dijeron, con perd¨®n, m¨¢s que tonter¨ªas. Y es que el partido socialista est¨¢ plagado de funcionarios, pero cuenta con pocos pol¨ªticos. Ministros y dirigentes, salvo media docena escasa, no piensan pol¨ªticamente y se limitan, aparte de actuar mejor o peor en las esferas espec¨ªficas de sus competencias administrativas, a repetir las consignas que vienen de arriba.
Este hecho, que se pone muy de manifiesto cuando surgen problemas, resulta ins¨®lito en las democracias occidentales. All¨ª los ministros suelen ser personalidades pol¨ªticas capaces de discutir de t¨² a t¨² con el jefe del Gobierno, y all¨ª los partidos socialistas son plurales; no como aqu¨ª, donde s¨®lo hay dos tipos de militantes, a saber: el incondicional, que dice siempre am¨¦n, y el cr¨ªtico, marginado y apenas tolerado, y, por tanto, muy minoritario.
Si no hubieran tenido el PSOE y el Gobierno los cuatro defectos apuntados, su situaci¨®n actual ser¨ªa muy otra. Una pol¨ªtica econ¨®mica algo matizada, mejor y m¨¢s humildemente explicada, englobada adem¨¢s en un an¨¢lisis hist¨®rico distinto, una sensaci¨®n en los ciudadanos de que entre los cargos socialistas no hay aprovechados, y un partido capaz de pensar por su cuenta y raz¨®n, y de corregir, llegado el caso, a sus dirigentes habr¨ªan evitado cr¨ªticas y reveses.
En las pr¨®ximas elecciones generales los socialistas podr¨¢n presentar logros innegables en la labor de gobierno. Normal?dad democr¨¢tica, reajuste econ¨®mico, reformas jur¨ªdicas, europeizaci¨®n, presencia internacional; todo ello constituye un cat¨¢logo nada desde?able. Pero tambi¨¦n hay, hoy por hoy, un reverso de la medalla, donde figuran insensibilidad social, soberbia, personalismo, compadreo. Probablemente el activo supera con creces al pasivo. Probablemente tambi¨¦n, si no se reduce, se corre un alto riesgo de que ese pasivo pese decisivamente en el ¨¢nimo de muchos ciudadanos a la hora de votar. Injusto como ser¨ªa, mostrar¨ªa c¨®mo la pol¨ªtica es oficio bien dif¨ªcil, donde aun acertando en lo principal cabe fracasar por aspectos que parecen m¨¢s secundarios. Claro que, bien mirado, pudiera ser que tales aspectos s¨®lo fueran secundarios en apariencia.
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