La correspondencia inquietante de una escritora suicida
Se publica en Espa?a 'Cartas a mi madre', de la poetisa norteamericana Sylvia Plath
Sale en estos d¨ªas, publicado por Grijalbo, Cartas a mi madre, de Sylvia Plath, que re¨²ne buena parte de la correspondencia que la poetisa norteamericana, nacida en 1932 en Massachusetts y muerta en Londres en 1963, mantuvo con su familia. En vida de Sylvia Plath s¨®lo fueron publicados dos libros: El coloso (poes¨ªa) y la novela La campana de cristal, bajo el seud¨®nimo de Victoria Lucas. El m¨¢s c¨¦lebre, Ariel, se public¨® en 1965 y cre¨® alrededor de su nombre un culto masivo. Cartas a mi madre es casi una autobiograf¨ªa inivoluntaria extraordinariamente abundante y minuciosa.
Exactamente a los 26 a?os de su muerte sale en castellano el volumen antol¨®gico de las 696 cartas que Sylvia Plath escribi¨® a su familia -a su madre y, de cuando en cuando, a su hermano- entre 1950, a?o en que inici¨® su carrera universitaria, hasta el 4 de febrero de 1963, siete d¨ªas antes de meter la cabeza en el horno. La imagen de Sylvia Plath que tiene el lector de su poes¨ªa y de la novela autobiogr¨¢fica La campana de cristal se vuelve despu¨¦s de la lectura de estas cartas todav¨ªa m¨¢s inquietante. Son buena parte de ellas como el negativo benigno, esforzado y vitalista de unas fotos que resultan despu¨¦s tremebundas y tijereteadas.Sin embargo, a medida que se avanza en la lectura de las cartas enviadas desde el Smith College, en las que se habla fren¨¦ticamente de asignaturas, ex¨¢menes, persecuci¨®n de becas y de premios, env¨ªos de cuentos y poemas a toda clase de revistas, bailes, piscinas y vestidos de sat¨¦n, se va notando una subida progresiva de fiebre, de euforia peligrosa, de desesperaci¨®n ante la m¨¢s insignificante posibilidad de fracaso. No hubo, por lo que se ve en estas cartas, una sola cosa que le haya proporcionado tranquilidad en toda su vida: el menor signo ben¨¦fico era seguido de estados de euforia y de planes omnipotentes; el menor signo mal¨¦fico, de bancarrota an¨ªmica: al no ser aceptada en un curso de creaci¨®n literaria intenta suicidarse.
Tranquilidad
Despu¨¦s de ese intento le aplicaron, como se sabe, electrochoques, que le permitieron, tranquiliz¨¢ndola como se puede tranquilizar a una vaca nerviosa con un mazazo en la cabeza, volver a la Universidad y a su inmediatamente recuperada ansiedad por alcanzar las mejores notas. Tambi¨¦n alcanz¨® los mejores premios por sus cuentos y poemas, que junto con las becas sucesivas le ayudaban a pagarse los estudios. En 1954 la beca Fullbright le permiti¨® irse por dos a?os a Cambridge (Reino Unido).
En las primeras cartas de esa ¨¦poca formula conclusiones claras, que son como se?ales luminosas en la acostumbrada enumeraci¨®n vertiginosa de planes, logros y fracasos. Se da cuenta, por ejemplo, de que su formaci¨®n acad¨¦mica es inferior a la de sus compa?eros ingleses, pero sabe ya d¨®nde est¨¢n sus preferencias: "...mi curiosidad intelectual vitalista jam¨¢s podr¨¢ encontrar satisfacci¨®n en la minuciosa acumulaci¨®n de detalles para una tesis. Me gusta leer sobre muchos temas, y vivir, y ver mundo, y conocer a fondo a las personas que lo pueblan y escribir poes¨ªa y prosa, en vez de convertirme en una engre¨ªda experta en alg¨²n autor secundario de hace 200 a?os por la mera raz¨®n de que nadie ha escrito sobre ¨¦l".
Sigue desesper¨¢ndose porque todav¨ªa no le han publicado nada en la revista m¨¢s prestigiosa del pa¨ªs ("No quisiera morirme sin haber publicado antes en The New Yorker"), pero le preocupa m¨¢s haberse dado cuenta de que no le ser¨¢ f¨¢cil combinar el papel de escritora con el de madre y esposa, ya que -dice- no est¨¢ dispuesta a renegar de ninguno de los dos. Pero por el momento los jovencitos ingleses le parecen demasiado enclenques. La escena est¨¢ preparada para que aparezca, barri¨¦ndolo todo con una cita de Propercio y un paseo por el zool¨®gico, Ted Hugues.
El 3 de marzo de 1956 lo menciona (sin nombrarlo) por primera vez: dice que ha conocido a un "destacado poeta", que ha escrito un poema sobre ¨¦l, pero que quiz¨¢ no vuelva a verlo. El 17 de abril habla de un "Ad¨¢n desgarbado y saludable, mitad franc¨¦s, mitad irland¨¦s, con voz de dios tronante, un bardo, un contador de historias, un le¨®n y un trotamundos". Dos d¨ªas despu¨¦s escribe su nombre y confiesa que por primera vez puedo poner en juego a fondo todo mi saber y mi risa, mi energ¨ªa y mis escritos" Cartas radiantes las de este per¨ªodo, en las que se nota el encontronazo con algo m¨¢s duro que un electrochoque y de efectos opuestos; habla, con la alegr¨ªa de haber encontrado algo que ya resultaba insoportable no tener, del gusto de las cosas fuertes. Habla de sudor y de jadeos, de poemas que salen del "tu¨¦tano y del coraz¨®n", de palabras nuevas que golpean, del uso po¨¦tico de esas palabras. Todo esto entre paseos ante vacas dormidas, truchas hechas en fogones de gas, copas de jerez en el jard¨ªn. "No puedo parar de escribir poemas", dice. Y durante meses trata de describirle a su madre la pinta del pr¨ªncipe de Yorkshire: "Ted es incre¨ªble, madre... Siempre lleva el mismo jersei negro y una chaqueta de pana con los bolsillos llenos de poemas, truchas frescas y hor¨®scopos".
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