Los poetas y los psicoanalistas Un debate sobre la ansiedad en la poes¨ªa catalana clausur¨® un curso de psicoan¨¢lisis v literatura
En el Centre Cultural de La Caixa de Pensions de Barcelona se ha desarrollado durante un mes el curso Psicoan¨¢lisis y literatura, que se cerr¨® la pasada, seman¨¢ con una mesa redonda sobre Ansiedad confusional, ansiedad persecutoria y ansiedad depresiva en la poes¨ªa catalana contempor¨¢nea. Intervinieron, entre otros, los escritores Josep Maria Castellet, Carme Arnau, Josep Esteve, Pere Folch, Joan Argent¨¦, Alfred Badia, Joan Margarit, Joan Noves, Josep Palau i Fabre, Francesc Figueres, Alex Susanna y Francesc Vallverd¨². Como es habitual, los convocados a la mesa redonda no llegaron a tocar el tema convocante m¨¢s que en el ¨²ltimo momento y por ansiedad demandante de un espectador.
Es que antes ten¨ªan muchas cosas que resolver. Ten¨ªan, sobre todo, que marcar territorio, a pesar de que el esp¨ªritu de la mesa (o el del curso al que la mesa ten¨ªa que poner broche de oro) era, justamente, la tachadura de fronteras. Los psicoanalistas, de pie en el umbral de su disciplina, invitaban a los poetas a entrar. Pero los poetas, pobres -al menos los representados impecablemente por Joan Margarit-, son de otra ¨¦poca y no salen de noche. Hab¨ªa ocho poetas, pero la voz que realmente se oy¨® -y se oy¨® porque era la m¨¢s representativa- fue la de Margarit.El maestro de ceremonias fue el psicoanalista Joan Folch, con aureola de viejo sabio. Carme Arnau se pregunt¨® si la obra literaria pod¨ªa ser una terapia. Joan Argent¨¦ contest¨® que no, pero que sin duda la alineaci¨®n acertada de palabras es gratificante. Alex Susanna se desmarc¨® del negro mundo de la ansiedad. Dijo que le interesaba la poes¨ªa escrita por gente que tiene los conflictos resueltos.
Emociones
Habl¨® de emociones ahist¨®ricas; de lo po¨¦ticamente ¨²til que es no tener identidad; de c¨®mo el poeta reconstruye las emociones del pasado; lo hizo con la ayuda de Eliot, de Keats, de Woordsworth. Dijo tambi¨¦n que Lou Salom¨¦ aconsej¨® a Rilke que no se analizara, y en alg¨²n momento, tambi¨¦n desmarc¨¢ndose, aludi¨® a lo m¨¦dico. A lo cual, Pere Folch contest¨®: "Hace tiempo que los psicoanalistas hemos abandonado el modelo m¨¦dico de compresi¨®n de los objetos". Esto enfurecer¨ªa a Margarit. Y entonces Josep Palau i Fabre entr¨® de manera casi enternecedoramente anacr¨®nica en el tema, contando que ¨¦l de peque?o ten¨ªa que leer poes¨ªa a escondidas en un internado, y que ah¨ª hab¨ªa ansiedad persecutoria.
Tanto para Josep Esteve (psicoanalista) como para Joan Noves, la lectura de poes¨ªa es terap¨¦utica. Y Novas especific¨® las semejanzas -t¨¦cnicas entre algunos procedimientos po¨¦ticos y los psicoanal¨ªticos: asociaci¨®n de ideas, escritura autom¨¢tica, etc¨¦tera. Y all¨ª explot¨® la bomba de la ansiedad (?persecutoria?) de Margarit, que estaba esperando turno: "Desconf¨ªo de las declaraciones de inocencia de los psicoanalistas". Dijo que no hab¨ªa sido Lou, sino el mismo Rilke el que tambi¨¦n desconfiaba, y present¨® pruebas literales.
Margarit sigui¨® arremetiendo: "El psicoan¨¢lisis se sirve de la literatura; a la inversa, no. Y todos esos intentos de buscar el miedo del poeta, las angustias del poeta, no tienen sentido. El poeta es un se?or que utiliza la ficci¨®n, y si habla de angustia, lo m¨¢s probable es que no est¨¦ angustiado, salvo si es un poeta de domingo. Kafka se divert¨ªa escribiendo El proceso".
Recibi¨® dos tipos de respuesta. Primero, la de Vallverd¨², que tuvo una reacci¨®n de tipo sindical contrario a la concertaci¨®n: ?qu¨¦ tiene de malo -vino a decir- escribir en domingo; los poetas tambi¨¦n tienen que ganarse la vida. Despu¨¦s contest¨® Pere Folch: "El psicoan¨¢lisis por supuesto que le debe todo a la literatura. Pero quiz¨¢ hoy la literatura le debe alguna peque?a cosa al psicoan¨¢lisis. Quiz¨¢ no se lea Hamlet de la misma manera que antes de Freud. Y Kafka quiz¨¢ se hubiera angustiado si no hubiera escrito El proceso, y seguramente se angusti¨® cuando escribi¨® la Carta al padre".
Los destinos ansiosos
En la mesa redonda se esperaba que Josep Maria Castellet desbrozara el terreno, pero por la cara que ten¨ªa esa noche, parec¨ªa imposible adivinar qu¨¦ pensaba de todo lo que se estaba hablando.Castellet ley¨® en su intervenci¨®n dos poemas de Salvador Espriu y habl¨® de la angustia (de Espriu) de buscar a Dios y encontrar la nada. Carme Arnau, por su parte, analiz¨® de pasada el comportamiento de los personajes de la escritora catalana Merc¨¦ Rodoreda, quien -dijo- hab¨ªa le¨ªdo bien a Sigmund Freud.
Y, al final, Pere Folch se refiri¨®, como mostrando un caramelo y despu¨¦s meti¨¦ndoselo en el bolsillo, al tema que hab¨ªa convocado a todo el mundo: los tres posibles destinos ansiosos de la poes¨ªa catalana. Ansiedad persecutoria o victimismo; ansiedad depresiva o culpa por la renuncia a una lengua; ansiedad 1 confusional o extra?eza por la identidad. Pero hubo que terminar ah¨ª.
Falta de inter¨¦s
Lo que hab¨ªa triunfado al final en la mesa redonda convocada como clausura del curso hab¨ªa sido la falta de inter¨¦s de cierto tipo de poetas (no todos los que integraban la mesa) por algo que no sea ellos mismos; su s¨ªndrome de Caperucita Roja ante el lobo feroz.
Pero poetas y psicoanalistas se llevan mal porque son parientes: los primeros, solemnes, suelen poner cara de gente que habla con Dios; los segundos, condescendientes, suelen poner cara de saber algo -enmara?ado- de su pr¨®jimo que su pr¨®jimo no puede conocer sino a trav¨¦s de ellos.
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