La peor 'guerra sucia' del mundo
15.000 personas mueren anualmente en Colombia en enfrentamientos pol¨ªticos o mafiosos
Varios cientos de colombianos se despiertan cada d¨ªa con ¨®rdenes de matar a alguna persona. Otros matan para evitar que los maten a ellos. Se mata por venganza, por celos, por defender la vida de un familiar. Hasta los hay que matan para aprender a matar. Matar es el verbo que mejor se conjuga en Colombia, pa¨ªs de violencia irracional, escenario de la peor guerra sucia del mundo, centro de una despiadada lucha a muerte entre las guerrillas izquierdistas y los grupos paramilitares.
Las cifras no coinciden a la hora de enumerar las v¨ªctimas de esta espiral de cr¨ªmenes, pero no es exagerado hablar de m¨¢s de 15.000 muertos al a?o en actos violentos, de los que casi un 10% tiene involucraci¨®n pol¨ªtica. M¨¢s que en L¨ªbano, m¨¢s que en El Salvador. Pero ?qui¨¦nes matan?, ?por qu¨¦ matan?, ?cu¨¢ndo acabar¨¢n de matar?Este dram¨¢tico fen¨®meno de la criminalidad se produce en un pa¨ªs abonado por una tradici¨®n de violencia pol¨ªtica que se remonta al siglo pasado y por una creciente p¨¦rdida del valor de la vida. Cualquier incidente m¨¢s o menos trivial puede resolverse a tiros en una naci¨®n donde dos millones de personas cargan diariamente pistola. Estudiantes y amas de casa de Bogot¨¢ van a la escuela o al mercado provistos de un arma por temor a los secuestros o a los asaltos en la ciudad de mayor alto ¨ªndice de delincuencia del mundo.
Justicia privada
En este caldo de cultivo han proliferado en los ¨²ltimos a?os los grupos de justicia privada, con ra¨ªces y prop¨®sitos diferentes. Operan en los principales n¨²cleos urbanos escuadrones de la muerte, integrados fundamental mente por polic¨ªas y ex polic¨ªas, que combaten a los delincuentes comunes. Han surgido tambi¨¦n recientemente grupos de violencia moral, como Cal? Limpia o Amor a Medell¨ªn, que atacan a las prostitutas y a los travestidos.
El tercero y m¨¢s extendido c¨ªrculo de violencia es de los grupos paramilitares propiamente dichos, dedicados al exterminio de las organizaciones guerrilleras. El origen de estos grupos se remonta a los a?os cincuenta, pero s¨®lo en. los tres ¨²ltimos a?os han llegado a convertirse en una verdadera amenaza contra la estabilidad del r¨¦gimen.
"La clase pol¨ªtica se acaba de dar cuenta de que le abri¨® la puerta al tigre, y hoy no hay manera de volverlo a encerrar. Los paramilitares comienzan a ser un riesgo para. el propio Estado", considera Eduardo Pizarro, investigador del Instituto de Estudios Pol¨ªticos de la universidad Nacional de: Colombia. La actuaci¨®n de los grupos paramilitares cambi¨® radicalmente desde que ¨¦stos fueron dirigidos y nutridos por los dineros procedentes del tr¨¢fico de coca¨ªna. "El narcotr¨¢fico se ha convertido en la espada del anticomunismo", afirma el dirigente del Partido Comunista de Colombia (PCC), Alberto Rojas Puyo.
El campo colombiano ha sido tradicionalmente lugar de tensa convivencia entre guerrillas izquierdistas y grandes propietarios agr¨ªcolas y ganaderos. Estos ¨²ltimos son continuamente sometidos a la amenaza y la extorsi¨®n por parte de los combatientes armados, que imponen su ley en amplias zonas del pa¨ªs.
La aparici¨®n del narcotr¨¢fico cre¨® una situaci¨®n nueva. Los grandes capos de la mafia de la coca¨ªna se han convertido en los ¨²ltimos cinco a?os en los principales terratenientes. Condenados a compartir el mismo territorio, guerrilla y narcotraficantes consiguieron inicialmente una alianza t¨¢ctica sobre la base de que las dos, partes se dejaban espacio libre para sus actividades pol¨ªticas y econ¨®micas. Esta relaci¨®n sufri¨® algunas crisis, como la creaci¨®n por parte de la familia Ochoa del grupo Movimiento Anti-Secuestros (MAS), que se encarg¨® en 1981 de liberar a un pariente capturado por la guerrilla y de liquidar uno por uno a todos los miembros del comando secuestrador.
Pero la ruptura total entre la mafia y las guerrillas, principalmente la m¨¢s poderosa de ellas, la comunista Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), se produjo hace menos de dos a?os por razones sobre las que los expertos no se ponen de acuerdo. Se menciona la intromisi¨®n de las FARC en el negocio directo de la coca¨ªna. La revista colombiana Semana menciona a las FARC como "el tercer c¨¢rtel" del narcotr¨¢fico.
Por esta y tal vez por otras razones no totalmente aclaradas, importantes jefes del narcotr¨¢fico, especialmente Giberto Rodr¨ªguez Gacha, el mexicano, est¨¢n dedicados liquidar comunistas. Alberto Rojas ofrece la siguiente explicaci¨®n: "Los narcotraficantes son el estamento m¨¢s audaz del capitalismo y se han convertido en los m¨¢s grandes propietarios de Colombia, por tanto tienen contradicciones con toda la izquierda y con todo el que propone la reforma agraria, y esas contradicciones las resuelven a tiros".
Para acabar con la guerrilla, la mafia puso en marcha sus m¨¦todos predilectos: el crimen y la organizaci¨®n de siniestros grupos que persiguen a sus v¨ªctimas hasta liquidarlas. El ejemplo estimul¨® a otros igualmente interesados en exterminar a los alzados en armas. Miembros de las fuerzas armadas y terratenientes hartos de los secuestros y los impuestos revolucionarios han puesto en marcha sus propios grupos paramilitares. A veces, los tres sectores comparten gastos y objetivos; otras, act¨²an por separado.
Como consecuencia, decenas de bandas paramilitares han surgido en todo el pa¨ªs. Miles de asesinos a sueldo de narcotraficantes, hacendados, ganaderos u oficiales del Ej¨¦rcito colocan diariamente bajo su punto de mira a concejales, militantes, simpatizantes o sospechosos de simpatizar con el PCC, con las FARC o con la Uni¨®n Patri¨®tica (UP).
Los terratenientes consideran mucho m¨¢s rentable gastar el dinero en organizar su justicia privada que pagar cada mes millones de pesos a la guerrilla. El Ej¨¦rcito, incapaz de acabar legalmente con los alzados en armas y desconfiado de las promesas de paz de las FARC, encuentra en la guerra sucia un instrumento id¨®neo para la liquidaci¨®n del enemigo.
Un informe confidencial del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), central de espionaje relacionada con la presidencia, se?al¨® recientemente que "los sicarios y narcotraficantes que operan en la jurisdicci¨®n de Puerto Boyac¨¢ (en una de las regiones m¨¢s afectadas por la violencia) utilizan como fachada la Asociaci¨®n de Campesinos y Ganaderos del Magdalena Medio". El informe asegura que el grupo criminal cuenta con m¨¢s de 300 hombres y un centenar de veh¨ªculos, y que cada uno de los organizadores "aporta una cuota
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que oscila entre 50.000 y un mill¨®n de pesos para la financiaci¨®n del personal de sicarios".El informe oficial del servicio secreto menciona que entre las personas que colaboran con los criminales se encuentran: el procurador regional de Honda (Tolima), el comandante y subcomandante de la base militar de Puerto Calder¨®n, el comandante de la polic¨ªa en La Dorada, el comandante de la polic¨ªa en Puerto Boyac¨¢ y el alcalde de Puerto Boyac¨¢.
La implicaci¨®n del Ej¨¦rcito en la guerra sucia aument¨® a ra¨ªz de la aparici¨®n de una organizaci¨®n comunista legal, la Uni¨®n Patri¨®tica, integrada por algunos ex guerrilleros y estrechamente vinculada, seg¨²n distintas fuentes, a las FARC. Los militares no toleran ver c¨®mo su enemigo avanza.
Oficiales de extrema derecha de las fuerzas armadas, descontentos con una pol¨ªtica gubernamental que estimulaba el desarrollo de la UP sin conseguir desarmar a la guerrilla, se lanzaron por el camino de la creaci¨®n de grupos paramilitares. Estos grupos suelen ser menos organizados que aquellos formados por ganaderos y narcotraficantes.
Las principales v¨ªctimas de esta violencia son los militantes de la UP y del PCC, que pagan con su sangre los delitos cometidos por la guerrilla. Los guerrilleros asaltan pueblos, secuestran terratenientes, matan campesinos que consideran chivatos de la polic¨ªa; los paramilitares responden con el asesinato de militantes comunistas que act¨²an en la legalidad. Las balas que, no llegan hasta Manuel Marulanda o Jacobo Arenas, principales dirigentes de las FARC, se quedan en el pecho de dirigentes comunistas civiles.
Carne de ca?¨®n
Algunos portavoces de la UP y del PCC se han quejado p¨²blicamente de que su alianza con las FARC los convierte en carne de ca?¨®n de los paramilitares. Sin embargo, el ¨²ltimo congreso del PCC, el principal partido de la izquierda colombiana, reafirm¨® el pasado mes de diciembre la estrategia de "combinar todas las formas de lucha", es decir, apoyar a las FARC al mismo tiempo que realizan actividad legal.
A juicio del profesor Eduardo Pizarro, con esta estrategia, "el PCC se ha metido en una ratonera en la que va a acabar siendo aniquilado".
El Movimiento 19 de Abril (M-19) parece haber entendido esta situaci¨®n, y sus dirigentes dicen hoy estar dispuestos a contribuir a desmantelar los grupos paramilitares, cuyo nacimiento fue en parte provocado por la guerrilla. No parece que el Gobierno, por s¨ª solo, pueda acabar con esta violencia creciente. Sin discutir su buena voluntad en hacer que se respeten los derechos humanos, las autoridades topan con la mafia y con el Ej¨¦rcito cada vez que pretenden escarbar en el campo de los paramilitares. Contra los primeros, el Gobierno carece de medios; contra las fuerzas armadas carece de decisi¨®n.
El resultado es la impunidad. Los grandes capos siguen dirigiendo sus negocios sin intromisiones, y ni un solo oficial del Ej¨¦rcito ha sido condenado todav¨ªa por el delito de pertenecer a bandas paramilitares.
Mientras tanto, la sangr¨ªa sigue en medio de un pueblo vacunado contra la violencia.
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