Giulini contra la demagogia
La Novena sinfon¨ªa de Beethoven, interpretada por los coros y orquesta. Filarmon¨ªa de Londres, bajo la direcci¨®n de Carlo Mar¨ªa Giulini, supon¨ªa un gran acontecimiento en el curso de nuestra vida musical, al que respondi¨® el p¨²blico de Iberm¨²sica de manera entusiasta.Sobre la calidad de los so listas, entre los que sobresali¨® la mezzosoprano Margarita Simmermann y la excelente profesionalidad, nominal o efectiva, de orquesta y coro, triunf¨® la visi¨®n interpretativa de Giulini, uno de los pocos directores verdaderamente grandes y capaces de ejemplificar, de manera emocionante, la ¨¦tica y est¨¦tica musicales unidas en un solo hecho cultural.
La elegancia de Giulini es un valor categ¨®rico, nunca anecd¨®tico, porque se trata, ante todo, de elegancia espiritual. Su postura frente a toda demagogia, incluso la m¨¢s m¨ªnima, convierte el arte del maestro italiano (Barletta, 1914) en uno de los m¨¢s depurados que pueda existir.
Sinfon¨ªa n¨²mero 9 de Beethoven
Orquesta y coro Filarmon¨ªa de Londres. Director: Carlo Mar¨ªa Giulini. Director del coro: Horst Neumann. Solistas: Anne Evans, soprano; Margarita Simmermann, mezzosoprano; Keith Lewis, tenor, y Gyrme Howell, bajo. Auditorio Nacional, 18 de marzo.
Toda la concepci¨®n giuliniana de la Novena sinfon¨ªa tiende a mostrarla como un todo de fuerte construcci¨®n, dotado de flexibilidad, mantenido por la tensi¨®n y la, din¨¢mica de las l¨ªneas internas y apoyado en el soberbio saber variativo de Beethoven. Los tiempos obedecen a esa necesidad unitaria que exige un juego de relaciones aparentemente contradictorio con la indicaci¨®n metron¨®mica en algunas ocasiones. Es el caso del segundo movimiento, molto vivace, contenido por Giulini mientras aligera, por lo menos compar¨¢ndolo con el de otros directores, la marcha del adagio molto y cantabile.
Este tercer tiempo de la obra, quiz¨¢ el m¨¢s sencillo de explicar y el m¨¢s dificil de realizar, une a sus largas dimensiones una alternancia entre lo est¨¢tico y lo din¨¢mico y como cada una de las secciones se extiende notablemente, el peligro principal reside en la dif¨ªcil reconstrucci¨®n por la memoria del que escucha, de la arquitectura global. Guilini resolvi¨® la cuesti¨®n con excepcional inteligencia, de modo an¨¢logo a la derrochada al aproximar, hasta sumarlas a un organismo singularizado, las distintas variaciones del movimiento final Ni siquiera en el momento de la conclusi¨®n se permite el maestro la habitual aceleraci¨®n del movimiento.
Aspecto diferente es el de la creaci¨®n de la materia sonora, cuyo ideal para Giulini se aleja de la grave densidad karajaniana para optar por una luminosidad y transparencia que motejar¨ªamos de latina si no la encontr¨¢semos en conductores de otro origen. Parte Giulini, a la hora de su klangideal, de la perfecta neutralidad sonora de las formaciones sinf¨®nicas brit¨¢nicas. En cuanto al coro, en manos de sus maestros habituales y en las cuidadosas de Giulini, supo evitar el estallido h¨ªmnico que se dirige antes a las sensaciones f¨ªsicas que a la participaci¨®n sensible y emotiva. Palabras gastadas por el uso como elegancia, nobleza, exactitud, rigor, interiorizaci¨®n, grandeza, intensidad, cobran, referidas a Giulini, su m¨¢s alto y no viciado sentido. Es un maestro prodigioso, un hacedor de m¨²sica que por exigirse a s¨ª mismo, exige tambi¨¦n a sus oyentes. En definitiva, un punto cimero de todo el ciclo de Iberm¨²sica, muy dificil de olvidar. El triunfo fue clamoroso.
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