Ditirambo
El director de Ditirambo sali¨® anoche en Madrid de los a?os de acero. Le hizo un gui?o a John Huston, se refugi¨® tras su puro y contempl¨® con su sonrisa china de roedor de Fortimbr¨¢s c¨®mo su pel¨ªcula inglesa, Remando al viento, acababa con el silencio sinuoso que siempre premi¨® en Espa?a su su sentido subterr¨¢neo del humor y su capacidad para describir con un golpe de c¨¢mara todo lo que cabe en la cabeza de Kierkegaard.
Cuando plane¨® Remando al viento estaba en Madrid, cerca de la plaza de Lope de Vega. Su idea de llevar al cine los ojos suicidas de lord Byron se confundi¨® en seguida con los gritos urgentes de su perra blanca y Gonzalo Su¨¢rez se puso a hablar de otra cosa. Poco a poco, entre Asturias, el ¨²nico sitio del mundo donde halla cobijo su culo de mal asiento, y Madrid, la idea se hizo cine y habit¨® entre nosotros.
Cuando se estren¨® la pel¨ªcula, el moh¨ªn con el que se suele esperar en Espa?a que fra¨¦ase el pr¨®jimo se transform¨® en un ensayo general para el ditirambo. Gonzalo Su¨¢rez hab¨ªa triunfado con un filme extra?o y precioso. Como premio inmediato a su esfuerzo extravagante, la industria lo expuls¨® a las tinieblas exteriores y lo quit¨® en seguida de los cines de estreno. En la sala madrile?a en la que fue recluida, Remando al viento congreg¨® a un p¨²blico que disfrut¨® extra?ado del ingenio intenso de su cinematografia l¨ªrica. El reconocimiento de los Goya prolonga ese ditirambo que merece el extra?o director de cine que una vez fue gorila en Hollywood.
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