La autenticidad en la fiesta
La autenticidad -o mejor, la ausencia de ¨¦sta- es el mayor peligro que se cierne sobre la fiesta de los toros. El debate europeo sobre la legitimidad ¨¦tica de las corridas de toros, siendo preocupante, es un riesgo nimio para su supervivencia si se compara con otras maniobras dom¨¦sticas, que tienden a restarle riesgo -en definitiva, autenticidad- al espect¨¢culo.
Resulta parad¨®jico que, cuando la autoridad, atendiendo a un clamor popular, recuerda la inexcusable obligaci¨®n de cumplir la. normativa vigente respecto a la integridad de las defensas de las reses, grupos de intereses que bullen en la ¨®rbita del planeta de los toros atacan, restringen la interpretaci¨®n, la manipulan, con visi¨®n del corto plazo, es decir, miope. Y en esa interesada deformaci¨®n de la realidad, siempre hay unos culpables, que son los veterinarios.Para esos grupos de intereses, los veterinarios son incompetentes, son cobardes -puesto que no se atreven a someterse a la cr¨ªtica de una Prensa que "s¨®lo est¨¢ a la caza de brujas"-, son demagogos, ya que s¨®lo est¨¢n al servicio del clamor popular. Todos estos ataques, y m¨¢s, para seguir impidiendo que se acabe con el afitado.
Por'eso la recomendaci¨®n de que los toros astigordos o escobillados sean rechazados en el reconocimiento, impidi¨¦ndose su lidia es una medida mucho m¨¢s eficaz que la sanci¨®n posterior. Es verdad que puede haber toros astigordos por causas naturales, como hay toros enanos o burriciegos y en general sin trap¨ªo, y no se lidian. ?Es que el trap¨ªo es algo tangible? ?No es pura apreciaci¨®n visual? ?Y es que el aspecto ofensivo de los pitones no forma parte del trap¨ªo? Luego no parece descabellado sostener que un toro con los pitones astigordos o escobillados es un toro sin trap¨ªo, y por tanto no apto para la lidia.
Es cierto que la apreciaci¨®n del trap¨ªo, por su propia identidad conceptual, es enormemente subjetiva. Pero si a alguien hay que confiar tan et¨¦reo concepto es a los peritos, es decir, a los veterinarios. Por convenci¨®n social, hay muchas decisiones en la vida que se confieren a determinados profesionales, aun sabiendo que, como humanos, son falibles. Los veterinarios tambi¨¦n se equivocan, pero bastante menos que los que no lo son. Sobre todo, si ¨¦stos tienen intereses en la fiesta, con lo cual su independencia tiene que estar forzosamente en entredicho.
Comenz¨® ya la temporada en Sevilla. La feria empieza la semana pr¨®xima. ?Empezar¨¢n los bailes de toros en los corrales? Cuando esto ocurre, los taurinos invocan un socorrido t¨®pico. Invocan al "toro de Sevilla". Como si invocaran a San Pancracio, ahogado de lo imposible. Lo imposible, en este caso, es convertir en toro al torete, y sostener que si es toro est¨¢ fuera del tipo. Algo as¨ª como si se convirtiera de torete en elefante.
'El toro de Sevilla'
Esperamos y deseamos vivamente que la feria transcurra sin tener que invocar al toro de Sevilla, sino al toro sin apelativos, con todo su respeto y toda su pujanza. Y esperarnos y deseamos el triunfo de los diestros con el toro de verdad, sin alivios, sin patron¨ªmicos. Defender estas tesis significa defender la fiesta de los toros. En la medida que la fiesta conserve su autenticidad, prevalecer¨¢. En la medida en que se trate de aminorar el riesgo, perecer¨¢.
No se puede olvidar el papel paradigm¨¢tico que juega la plaza de Sevilla en el resto de las espa?olas, y muy especialmente en las andaluzas. En la medida en que Sevilla, sin estridencias, sepa dar ejemplo de plaza rigurosa y competente habr¨¢ en los tendidos de las plazas espa?olas m¨¢s aficionados y menos espectadores. Decir que Sevilla y Madrid, con caracter¨ªsticas de p¨²blicos bien diferenciados, constituyen modelos para otras plazas no es descubrir el Mediterr¨¢neo.
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