Elogio de los cl¨¢sicos

El cine cl¨¢sico centra nuevamente el panorama del d¨ªa. Frente a ¨¦l, f¨¢cilmente se desvanece un filme como La muchacha que lleg¨® de la lluvia, obra, no obstante, bien elaborada y bella -tanto como sus paisajes de la isla de Wight-, que pretende la disecci¨®n del ingl¨¦s desclasado, desencantado y potencialmente suicida; vamos, un ingl¨¦s que no toma el t¨¦ a las cinco ni lleva bomb¨ªn ni juega al cricket.El cine cl¨¢sico se llama Tambores lejanos, se llama tambi¨¦n Laura, y se llama Annie Oakley. Laura es una de las cumbres del cine negro -y del cine fant¨¢stico, como a menudo se ha teorizado, pues una lectura plausible de la obra nos la hace ver como un sue?o del protagonista, que ya nunca despertar¨¢,- y las otras dos pel¨ªculas son dos western. Uno sencillo, sin punch y v¨¢lido b¨¢sicamente por la vigorosa encarnaci¨®n que de su personaje principal, el de la legendaria y circen . se Annie Oakley, hace Barbara Stanwyck.

Y el otro -que hace muchos a?os no asoma por televisi¨®n- un excelente Raoul Walsh cuya trama la labra el propio director sobre su propia pel¨ªcula como es Objetivo Birmania. ?ste es un westem ex¨®tico, de itinerario febril y rom¨¢ntico, un westem que fue objeto de una calurosa reivindicaci¨®n mediados los sesenta por los cr¨ªticos de la revista Film Ideal, entre quienes figuraba un apasionado y supercin¨¦filo Pere Gimferrer. Y es que Tambores lejanos es, ante todo, poes¨ªa.