De la reverencia a la exactitud
Afirma el duque de Alba, de la Real Academia Espa?ola, en una, por ¨¦l llamada,."glosa reverencial" a la reedici¨®n del ensayo de Enrique Tierno Galv¨¢n Los toros, acontecimiento nacional que el autor comete un "error de bulto" al afirmar que "la llegada al trono espa?ol de los Borbones trivializ¨® las corridas de toros como espect¨¢culo, ya que esta dinast¨ªa fue ajena a lo nacional". La apreciaci¨®n que el duque hace de las afirmaciones de Tierno supongo que requieren breve matizaci¨®n. En realidad lo que Tierno dice es que en Espa?a, a diferencia de lo que ocurre en otros pa¨ªses, las instituciones polit¨ªcas nunca han tenido un car¨¢cter regulador y educador de la convivencia social; y que cuando las formas pol¨ªticas tradicionales se perdieron, con la llegada de una dinast¨ªa ajena a lo nacional, los toros inician y consiguen r¨¢pidamente su conformaci¨®n definitiva como acontecimiento apital y director de la unidad social de la naci¨®n. No me parece que estas afirmaciones coincidan con lo que el duque dice que dicen.La afirmaci¨®n de que las corridas se conforman como es pect ¨¢c ulo- acontecimiento en el siglo XVIII no es discutible; precisamente es en el transcurso de este siglo cuando la fiesta adquiere el orden. Que el nuevo acontecimiento se constituya a su vez como el aglutinador social protagonista puede discutirse tan brillantemente se quiera y se pueda. Esa no es la cuesti¨®n. Por el contrario, decir que la nueva dinast¨ªa era ajena a lo nacional debe entenderse en el sentido de serlo extranjera (como casi lo fue la de los Habsburgo), pero tambi¨¦n en su esfuerzo por sustituir el modelo pol¨ªtico-estructural del pa¨ªs; mientras Carlos I asumi¨® el de los Reyes Cat¨®licos, Felipe V tra¨ªa aprendido otro, mucho m¨¢s eficaz, a sus luces, de su abuelo Luis XIV. Su implantaci¨®n exigi¨® no poca mano dura para la m¨¢s alta nobleza tradicional y una reelaboraci¨®n completa de toda la maquinaria estatal.
La corona
Resta un segundo aspecto que al duque le preocupa: "La corona siempre ha sido o se ha hecho, si es que no lo era, taurida". Si nos limitamos al reinado de los primeros Borbones, las reales c¨¦dulas no parecen conformarse con esta opini¨®n: Felipe V no suprime las corridas, empe?ado como estaba en hacerlo con usos y costumbres de mayor enjundia; Fernando VI lo har¨¢ sin rebozo el 10 de mayo de 1754 y hasta su muerte; Carlos III, avalado por Aranda, va acumulando cargos contra ellas desde 1768 que culminar¨ªan con su supresi¨®n 10 a?os despu¨¦s(salvo las de utilidad p¨²blica) , reiterada definitivamente en 1785; Carlos IV, para no ser menos y como se hab¨ªa levantado la prohibici¨®n en 1793, las vuelve a suprimir en 1805. Curiosa forma mon¨¢rquica de ser taurida.
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