Habr¨¢ que seguir viendo m¨¢s ...
Est¨¢n viniendo ya, cada tarde, los primeros de los 26 cap¨ªtulos de El olivar de Atocha -en libro, tres vol¨²menes-, de Lola Salvador, novela de una familia -saga se dice ahora, aplicando un g¨¦nero que no corresponde-, que parece ser la suya, relato de Espa?a desde el 98 hasta la guerra civil.En estos primeros cap¨ªtulos hay una modestia de realizaci¨®n -salvo en el reparto- y un estilo que no se sabe si cambiar¨¢ con el transcurso del tiempo retratado.
Carlos Serrano salva la dificultad de montaje que tiene el v¨ªoleo, pero no tanto su opacidad: prefiere escenas en interiores oscuros, bien por una fidelidad al quinqu¨¦ y la vela que fingen la iluminaci¨®n o al resquicio de luz que entra en el sal¨®n de la casa de luto, o bien porque quiere disimular las verdaderas edades de los actores, que han de envejecer en los siguientes 37 o 38 a?os que iremos viendo cada tarde.
Hay tambi¨¦n en la serie una forma caracter¨ªstica de interpretaci¨®n, muchos gestos, muchas manos que se mueven en el aire o toman y dejan objetos, junto con las frases partidas y lentas. Se supone ahora que es tambi¨¦n una fidelidad al fin de siglo y a la suposici¨®n de que las gentes eran pausadas; la prisa, menor, y las visitas, pesadas hasta el punto de repetirlo tedo. En todo caso, los di¨¢logos son muy correctos y muy apropiados a la ¨¦poca.
Sintaxis de ¨¦poca
Siempre, en estas recuperaciones de ¨¦poca, queda la duda de si la forma de vida y acci¨®n de los personajes debe corresponder a la que pudo ser la suya en su ambiente y con sus costumbres o el novelista y el realizador deben, en cambio, ofrec¨¦rnoslo con el ritmo nuestro y la sintaxis de las narraciones actuales, de forma que baste el ambiente de escenograf¨ªa, alguna referencia breve a un acontecimiento y alguna palabra caracter¨ªstica para significar la evocaci¨®n.En las series de televisi¨®n inglesas, que son las que ofrecen un modelo m¨¢s continuado por su clara tendencia a recuperar el pasado, se prefiere la sintaxis actual e incluso una cr¨ªtica de hoy tomada de aquello que fue. En las espa?olas, la fascinaci¨®n por la reconstrucci¨®n puede dominar, como en este caso, en detrimento del espectador, que finalmente se aburre.
Pero, tomando este objetivo como finalidad, es de admirar c¨®mo Carlos Serrano, con muy pocos medios y muy poco espacio, consigue la rehabilitaci¨®n de un fin de siglo que debi¨® ser muy caluroso -no tengo datos fidedignos- a juzgar por la ligereza de la textura de los trajes con que se recibe en las mesas al aire libre de los aguaduchos.
Evocaci¨®n bondadosa
Es de admirar, insistimos, c¨®mo Carlos Serrano consigue la intimidad y el retrato de los personajes por el uso de planos cortos y la fijaci¨®n de detalles, aunque si estos personajes tienen una ingenuidad y unas ilusiones excesivas (como la hasta ahora mala es singularmente odiosa, la pobre Aurora Bautista) la culpa no es suya sino de la bondadosa forma evocadora de la guionista Lola Salvador, que idealiza aquello de que se enter¨®, la contaron o supo. A cambio, los personajes nos van prendiendo ya en sus esperanzas y sus aventuras, con s¨®lo unos pocos cap¨ªtulos emitidos hasta ahora, y hay que hacer un esfuerzo para olvidar las p¨¢ginas del libro y no saber lo que les va a pasar despu¨¦s.En cuanto al trabajo de los actores, es demasiado pronto para tomar en consideraci¨®n todo su esfuerzo. El parecido en movimientos de manos y en formas de separar las frases en la conversaci¨®n parece, naturalmente, obra de la direcci¨®n de actores, como la escasez de movimientos corporales parece determinada por la estrechez de espacio y por la fascinaci¨®n de rostros y manos que es siempre una tentaci¨®n de la televisi¨®n.
Lo visto hasta ahora de El olivar de Atocha alienta a seguir viendo. Lo cual es mucho en una dramatizaci¨®n de Televisi¨®n Espa?ola que generalmente incita a no ver sus siguientes cap¨ªtulos.
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