Londres organiza la primera exposici¨®n en Occidente de colecciones privadas rusas
Cuadros, carteles revolucionarios y porcelanas exhiben la permanente tensi¨®n entre Este y Oeste
Dostoievski tuvo que esperar al final de su vida para resolver en parte el dilema fundamental -qu¨¦ significa ser ruso- que cruza toda su obra [y en particular Los hermanos Karamazov]. "A lo mejor", dijo, "ser realmente ruso s¨®lo significa volverse hermano de toda la humanidad". Esa duda, esa tensi¨®n entre Oriente y Occidente, cruza toda la historia rusa y tambi¨¦n la reciente, seg¨²n se puede apreciar en los 250 cuadros pintados en la URSS en el ¨²ltimo siglo que se exhiben desde el jueves en el Barbican Center de Londres. Pertenecientes a coleccionistas privados, es la primera vez que se organiza en Occidente una muestra semejante, entre otras cosas, porque hasta hace poco no hubiera sido autorizada por Mosc¨².
La exposici¨®n que clausura con brillantez la temporada en el Barbican Center crea en cierto modo unas falsas expectativas, pues aunque recoge, en efecto, obras de todo el siglo, desde 1889, la muestra oscila claramente hacia el lado de los primeros a?os, antes, durante y justo despu¨¦s de la revoluci¨®n, cuando ¨¦sta fue digna de su nombre, los bur¨®cratas a¨²n andaban agazapados y la religi¨®n del realismo socialista, sancionada en 1934, no hab¨ªa relegado cualquier otra forma de entender el arte a las catacumbas. Esto es, a las colecciones privadas.Un cuadro de Pyotr Belov titulado Hora de cristal y fechado en 1987 muestra un primer plano de Stalin que mira con concentrado inter¨¦s un reloj de arena m¨¢s en primer plano a¨²n. Pero el reloj de arena no es tal, y lo que deja caer son cabecitas que, una vez en el mont¨®n, se van pudriendo y convirtiendo en calaveras. La cabecita que cae en ese momento es la de un hermano gemelo del tirano. El cuadro lo conserva la familia del pintor.
Tal como advierten los organizadores, virtud y defecto de la muestra es precisamente el de provenir exclusivamente de coleccionistas privados, que sin duda tienen gustos distintos pero probablemente comparten pocas simpat¨ªas por el arte oficial, el impuesto.
No abundan, pues, los ejemplos del realismo que define el arte sovi¨¦tico, y en cambio la frecuencia de los g¨¦neros interpretativos da una impresi¨®n equivocada de su verdadera presencia. David Elliot, uno de los comisarios de la muestra, advierte que realismo no quiere decir lo mismo en Rusia que en Occidente, y que all¨ª tiene un significado m¨¢s difuso y amplio.
Un ejemplo, entre muchos posibles, es el de un grupo de escritores del absurdo, que en Leningrado, durante los tard¨ªos a?os veinte, adoptaron el nombre de Asociaci¨®n para el Arte Real. Tampoco tiene mucho sentido la polaridad realismo-abstracci¨®n, al menos durante la floraci¨®n de las vanguardias de los primeros a?os del siglo, toda vez que "desde la pintura de ?conos hasta hoy el lenguaje pict¨®rico en el arte ruso es a la vez jer¨¢rquico y simb¨®lico".
Parece ser que el coleccionismo es pr¨¢ctica de gran tradici¨®n en Rusia, y aunque tras Octubre fueron expropiadas muchas grandes y famosas colecciones -¨¦sa es la raz¨®n de que los museos estatales alojen magn¨ªficas colecciones de arte de final del XIX y de las primer¨ªsimas vanguardias-, otras no lo fueron, y otras m¨¢s se fueron formando con mayor o menor facilidad, seg¨²n los tiempos. Hoy existe incluso una asociaci¨®n de coleccionistas de arte y la mayor parte de las obras se exhiben con regular¨ªdad en diferentes muestras. Sin embargo, seg¨²n los organizadores ¨¦sta es la primera de este tipo en Occidente.
La imagen que del arte sovi¨¦tico se tiene en la calle es la muralista, de grandes multitudes avanzando hacia el sol mientras ondean banderas rojas y Marx y Lenin sonr¨ªen con ben¨¦vola satisfacci¨®n.
Ciertamente la exposici¨®n recoge ejemplos de este tipo de arte concebido como propaganda, que en ocasiones, con independencia del grosor o ingenuidad de los trazos ideol¨®gicos, consigue logros notables: por ejemplo, un cartel de anuncio del Acorazado Potemkin que se encuentra a la altura del hist¨®rico filme de Eisenstein, o la pedag¨®gica vi?eta de Alexei Radakov que ilustra una campa?a de alfabetizaci¨®n: en la primera escena, una pareja de agotados campesinos observa c¨®mo se les ha muerto el caballo, la cabra y el gallo agonizan y el rayo fulmina su caba?a. En la segunda, el caballo ha resucitado, la cabra y el gallo est¨¢n fen¨®meno, ellos han mejorado incluso de vestidos y el rayo pide permiso para entrar por el pararrayos. Leyenda del cartel: "No puedo leer, puedo leer. Antes y despu¨¦s". Eso s¨ª que es fe.
Un siglo
No tiene sentido pretender siquiera una visi¨®n de conjunto de una muestra que abarca un siglo, muchos artistas y coleccionistas a veces muy lejanos los unos de los otros. S¨ª se puede decir, en cambio, que est¨¢n casi todos, desde Marc Chagall a Natalia Yakolevna Danko-Asekseenko, que supo hacer cer¨¢mica de agit-prop; de Natalia Goncharova, una de las creadoras del neoprimitivismo, a Sergei Ivanov, el grafista; de Konchalovsky, escen¨®grafo de ¨®peras famosas, a Larionov, compafiero de la Goncharova y fundador con ella del rayismo. Tambi¨¦n Mayakovski, el poeta suicida, autor de carteles ingenuos pero eficaces, llenos de humor y no mal dibujados; Nikitrin y Leonid Osipovich Pasternak, padre del escritor, que a partir de 1921 vivi¨® en el exilio. Y Rodchenko, y Stepanova y Tatlin.
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