Hu¨ªda a bordo de un H¨¦rcules
Un H¨¦rcules espa?ol colabora en la evacuaci¨®n de mauritanos y senegaleses
La mayor¨ªa no lleva consigo m¨¢s que lo puesto. Sus miradas oscuras traducen el miedo a que la tensi¨®n que a¨²n vibra en el aire vuelva a estallar en un nuevo infierno de persecuciones y huidas. S¨®lo piensan en abandonar lo antes posible el pa¨ªs que durante a?os fue su casa. Bajo el sol que abrasa el S¨¢hara, miles de senegaleses desfilan por el aeropuerto de Nuakchot, la capital mauritana, hacia los aviones internacionales preparados para evacuarles. Cuando, en tandas de 100, llegan a Dakar, sus puestos son ocupados por otros tantos expatriados mauritanos de vuelta a su pa¨ªs. Todos son v¨ªctimas de los enfrentamientos ¨¦tnicos que la pasada semana causaron decenas de muertos en ambos pa¨ªses. Durante dos d¨ªas, Espa?a ha colaborado en la operaci¨®n humanitaria con un H¨¦rcules y ocho miembros de la Fuerza A¨¦rea al mando del comandante Arellano.Pasa a la p¨¢gina 5
El comandante Arellano
Dakar-Nuakchot, ida y vuelta
Las afortunadas que pudieron salvar algunas de sus pertenencias deslizan con energ¨ªa bolsas de pl¨¢stico o columpian sobre sus cabezas fardos de tela colorida. Y cada una marcha rodeada por una nube de ni?os: los hay que cuelgan, envueltos en una tela haciendo juego con el traje, de la espalda de la, madre, otros que se agarran a sus faldas porque no quedan manos libres, otros en brazos de los hermanos mayores, que caminan con los pies descalzos. En este trasiego tambi¨¦n hay tullidos de polio que caminan a cuatro patas, haciendo palanca sobre los brazos a trav¨¦s del asfalto y paral¨ªticos con muletas.La polic¨ªa es menos respetuosa con los grupos de hombres, que a partir de ayer empezaron a ser m¨¢s numerosos. En medio de la pista, los polic¨ªas les despojan de todas sus pertenencias. Les obligan a quitarse la ropa que les sobra y a dejarla en un mont¨®n donde abundaban camisas, pantalones y hasta calcetines. A algunos les quitaron incluso los zapatos o les obligaron a cambiar sus trajes por algunos del mont¨®n. Y alrededor van llenando cubos con joyas, paquetes de cigarrillos y monedas.
"Es una cuesti¨®n de reciprocidad", explicaba un funcionario mauritano. "Los senegaleses est¨¢n haciendo cosas peores, pues a pesar de nuestras protestas no s¨®lo chillan desnudando y despojando a nuestros hombres, incluidos ancianos venerables, sino que tampoco respetan a las mujeres y en algunas ocasiones no ahorran a nuestros expatriados culatazos de fusil". Sin embargo, las protestas de diplom¨¢ticos occidentales lograron que en Nuakchot se interrumpiera esta pr¨¢ctica a lo largo de la ma?ana, aunque no pudieron evitar que siguiera en Dakar. Si todo va bien, una hora despu¨¦s de haber aterrizado, el comandante Arellano est¨¢ en condiciones de dar de nuevo la se?al de salida. En su primer d¨ªa de trabajo, el H¨¦rcules espa?ol logr¨® desplazar en ambos sentidos unas 600 personas. "En principio, nosotros s¨®lo tenemos previsto permanecer en el ¨¢rea dos d¨ªas; ser¨¢n necesarios otros ocho d¨ªas para que termine la evacuaci¨®n de los huidos", explica el comandante. "Nuestro objetivo es el de realizar el mayor n¨²mero de rotaciones posibles a pesar de que el toque de queda impuesto por las autoridades tanto en Dakar como en Nuakchot nos deja un estrecho margen *entre el amanecer y las ocho de la noche", a?ade. La mayor partede esta gente apenas ha cornido o dormido desde que acudi¨® a los refugios hace ocho d¨ªas, as¨ª que es preferible que lleguen a su destino cuanto antes aunque est¨¦n un poco inc¨®modos".
La puerta de la bodega se ha cerrado. Sentados sobre bultos y acurrucados entre ellos, los pasajeros cubren todo el suelo y se agarran a las cintas que cuelgan desde los transportines. Muchas mujeres, tras el despegue, aprovechan para cambiarse sus enaguas y amamantar a los beb¨¦s.
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