Los 'hijos de pap¨¢' exigen democracia
La mayor¨ªa de ellos son hijos de pap¨¢. En un pa¨ªs de 1.100 millones de habitantes, en el que menos de un cuarto de mill¨®n de j¨®venes accede por a?o a la Universidad, ser estudiante es, sin duda, un privilegio mayor. Pero dentro de este privilegio a¨²n existen clases, y el sue?o dorado de todo chino es ser uno de los 20.000 estudiantes de Beida (la prestigiosa universidad de Pek¨ªn). Ellos son la crema de la crema de la intelectualidad china y tienen conciencia de la responsabilidad que ello conlleva.Esta vez tambi¨¦n han sido los estudiantes de Belda los que han prendido la mecha de la democratizaci¨®n. Una mecha que desde que Deng Xiaoping, en diciembre de 1978, implant¨® nuevamente su teor¨ªa de las cuatro modernizaciones chinas se ha encendido varias veces y ha sido aplastada, pero no apagada, otras tantas.
Hijos de dirigentes y de intelectuales que miraron con recelo la gran revoluci¨®n cultural, los j¨®venes que hoy protestan por las calles de Pek¨ªn no van ni contra el socialismo ni contra el partido. Quieren la quinta modernizacion; es decir, luchan contra el anquilosamiento del sistema y la corrupci¨®n, que genera la falta de movilidad.
Son nietos de quienes no callaron y fueron enviados al destierro interior. Son precisamente esos hombres con esp¨ªritu cr¨ªtico en los que siempre confi¨® Deng Xiaoping, porque tanto ellos como Deng quieren una China moderna y capaz de enfrentarse al reto del siglo XXI. Trabajadores y aplicados, son esencialmente pragm¨¢ticos y gustan de mantenerse a distancia de los ide¨®logos que les precedieron en la turbulenta d¨¦cada de 1966 a 1976.
Han abrazado al fallecido Hu Yaobang como bandera, porque ese hombre peque?o y de mente clara, que hizo su fulminante carrera pol¨ªtica en las Juventudes Socialistas, comprendi¨® que no era posible rejuvenecer el pa¨ªs sin los j¨®venes y que los j¨®venes no caben en las camisas usadas de los viejos. Hu fue la primera gran v¨ªctima de esa primavera de Pek¨ªn, que Deng no fue capaz de dejar que floreciera, tal vez por cansancio o quiz¨¢ porque estaba tan obsesionado con retirar a la vieja guardia que se olvid¨® de los j¨®venes.
El rescoldo de la llamarada apagada ha pasado de una generaci¨®n de estudiantes a otra. Miles de ex estudiantes y ex manifestantes ocupan ya puestos importantes en la nueva China. La exigencia de participaci¨®n que ¨¦stos dejaron latente en las aulas de Beida, de Qinghua (universidad Polit¨¦cnica) y de Renda (universidad del Pueblo) -todas en Pek¨ªn- ha tomado ya tal consistencia que esta vez no parece posible acallarla.
Son cuatro a?os de su corta existencia. Cuatro cursos en que viven en el campus, duermen en habitaciones de seis camas, comen en los comedores comunes y aprenden a bailar con un antiguo tocadiscos en cualquier cuarto vac¨ªo. Los s¨¢bados hay muchos Honqi (las limusinas Bandera Roja gubernamentales) esperando a las puertas de las universidades para llevar a los j¨®venes pequineses a casa los fines de semana. Los llegados de provincias s¨®lo vuelven a la tierra natal en las fiestas del A?o Nuevo y en verano. La convivencia es estrecha, y las ideas se filtran con facilidad en este ambiente en el que la nota dominante es el ansia de mejora.
J¨®venes reformistas
?Puede el sistema aplastar a sus propios hijos? No hay nadie en China tan hijo del sistema como estos j¨®venes, que m¨¢s que contestatarios son reformistas.Deng Xiaoping y sus hombres inundaron el pa¨ªs de gaige (reforma) y luego tuvieron miedo de reformarse ellos mismos y de dejar que la gaige entrara en la maquinaria que m¨¢s la iba a impulsar: la Universidad. Ahora, los estudiantes no tienen dudas de qui¨¦nes, d¨®nde y por qu¨¦ han puesto las barreras. "?Tirano!", han repetido estos d¨ªas los manifestantes.
El terreno est¨¢ ahora tambi¨¦n m¨¢s abonado que entonces. El despegue econ¨®mico ha tra¨ªdo una serie de contracciones al sistema que exige un mayor esfuerzo a quienes se insertan en el engranaje de la producci¨®n. Los j¨®venes no est¨¢n dispuestos a cargar sus espaldas sin que les dejen hablar. Frente a ellos se abre un horizonte dudoso por el vuelco que representar¨¢ la desaparici¨®n del nuevo -y al mismo tiempo ya anciano- gran timonel. Los estudiantes est¨¢n dispuestos a ser el ma?ana de China y est¨¢n orgullosos de ello, pero quieren empezar hoy.
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