Un lago sin brillo
La expectaci¨®n despertada por el estreno de la versi¨®n de Mijail Baryslinikov del m¨¢s c¨¦lebre ballet del repertorio ruso tradicional, El lago de los cisnes -que inaugur¨® el lunes la 49? temporada del American Ballet Theater en el Metropolitan de Nueva York-, se fue disolviendo a lo largo de los cuatro actos hasta culminar en unos aplausos corteses, alejados de las apote¨®sicas ovaciones de las grandes noches.Mijail Baryslinikov, que dirige la compa?¨ªa desde 1980, ha montado un Lago que -aunque recoge buena parte de la coreograria tradicional de Petipa e Ivanov- queda muy alejado de lo que el p¨²blico actual est¨¢ acostumbrado a ver: se trata de un lago sin cisnes -s¨®lo hay doncellas que se lamentan de su triste suerte, ataviadas con tut¨² largo rom¨¢ntico-, sin plumas, sin rivalidad entre Odette, la princesa encantada, y Odile, la hija del mago (ya que es la propia Odette la que aparece en el baile con Von Rothbart), y para colmo, sin estrellas, pues ni Susan Jaffe ni Christine Dunham, excelentes bailarinas que alternaron en el papel principal las dos primeras noches, poseen el aura m¨¢gica -o el morbo decadente- que hace que el cuento conmueva al p¨²blico adulto de hoy.
American Ballet Theater
El lago de los cisnes. Coreograf¨ªa: M. Petipa, L. Ivanov y M. Baryshnikov. M¨²sica: P. I. Chaikovski. Decorados: P. L. Samaritini. Direcci¨®n: M. Baryshnikov. Nueva York, Metropolitan Opera House. 9 de mayo de 1989.
Baryshnikov, que sostiene no haber pretendido innovar, sino, por el contrario, volver a las fuentes originales del ballet -incluyendo la partitura completa del estreno moscovita de 1877, sin las adiciones posteriores de Minkus-, ha tratado de reforzar la verosimilitud dram¨¢tica del libreto, eliminando, por ejemplo, el tut¨² negro del c¨¦lebre paso a dos del tercer acto (so pretexto de que "c¨®mo va el pr¨ªncipe Sigfrido a creerse que se trata de su Odette si no va vestida como ella") y ha hecho esfuerzos por restaurar algunas secuencias de mimo descartadas en las versiones sovi¨¦ticas desde los a?os treinta. Pero la verosimilitud y la l¨®gica dram¨¢tica del ballet tradicional residen en un dominio arcano cuyas f¨®rmulas m¨¢gicas parecen haber escapado a este montaje.
Modestia de los decorados
El p¨²blico de la gala del estreno -a 1.000 d¨®lares la butaca, (unas 118.000 pesetas) en beneficio de la Escuela del Ballet- se sinti¨® defraudado tambi¨¦n por la modestia y parquedad de los decorados de Pier Luigi Samaritini. Sin embargo, aunque la cr¨ªtica ha sido dura -Clive Barnes, del Post, ha hablado del "patito feo de Baryshnikov"-, la producci¨®n de Baryshnikov tiene bastantes cosas interesantes, especialmente en el cuarto acto, donde por primera vez el gran bailar¨ªn (que de momento sigue sin bailar) se revela como core¨®grafo, aunque sigue sosteniendo que ¨¦sa no es su ambici¨®n.Este acto, a pesar de haber sido originalmente montado -como el segundo- por Ivanov, siempre ha estado abierto a revisiones, y Baryshnikov aprovecha para intentar una suite de bailes de resonancias arcaicas -apurando el motivo del corro primitivo como c¨ªrculo m¨¢gico y convirti¨¦ndolo en un sombr¨ªo ritual de castigo y expiaci¨®n- que hacen sugerente el intento.
El resto del ballet respeta en lo esencial la coreograf¨ªa conocida, salvo en el primer acto, en el que ha montado unas elegantes variaciones para el cuerpo de baile, y en el tercero, en el que un intrigante tr¨ªo de Junos de doble m¨¢scara hacen atisbar algo de esa ambig¨¹edad que constituye la esencia de El lago de los cisnes.
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