Zush: "Donde voy, voy con mi Estado"
Un pintor dispuesto a cambiar la moneda de su pa¨ªs mental por los d¨®lares del mercado real
Su nombre de partida de nacimiento es Alberto Porta (la fecha que figura es 1949, y el lugar, Barcelona), pero, en 1968, un esquizofr¨¦nico lo llam¨® Zush, y as¨ª se sigui¨® llamando este pintor que cre¨® su propio Estado mental, el Evrugo Mental State -con el que va a donde va, seg¨²n dice-, y su propia moneda, los tucares. Su estilo fue calificado a veces de art brut y, otras, de inclasificable. Pero sus obras conocen el ¨¦xito y est¨¢n colgadas actualmente en los museos m¨¢s importantes del mundo, como el MOMA y el Guggenheim, de Nueva York. Dice que defiende mentalmente su bandera y que a quien quiera invadir su territorio lo matar¨¢ de gusto "con gases de nirvana".
Es un pintor que cuando viaja va, no ya con los pinceles, sino con todo el Estado en la maleta Su propio Estado: el Evrugo Mental State. Est¨¢ en condiciones de mostrar el pasaporte emitido por su Estado en la ventanilla de la aduana y de pagarse el agua t¨®nica con su propio dinero, el tucar. E incluso de hacer manifestaciones por la calle con su propia bandera. Le ha puesto s¨ªmbolos a lo que -dice- tenemos todos, pero no nos tomamos el trabajo de explicitar: un Estado propio. Un Estado mental, claro. ?Por qu¨¦, si es mental, tantos nombres, banderas y billetes? Para jugar.Lo curioso, sin embargo, es que Zush -el nombre desterrado es Alberto Porta- no juega como un ni?o. Parece, en realidad, un hombre primitivo de la era futura. Un troglodita de novela de ficci¨®n cient¨ªfica que ha pasado por Ibiza, Nueva York, Par¨ªs y, ahora, Barcelona.
Amn¨¦sico de alfabetos ajenos, arrastra los pies en su inmenso estudio, que es como un hangar tapiado, e inventa su propio idioma. Los signos le salen de una cabeza que parece un dibujo de Philip Guston, llena de tachuelas y asomada apenas por encima del nivel de una charca de agua pesada. ?l es autor de su propia novela de ficci¨®n cient¨ªfica, y el argumento es as¨ª: a los hombres se los ha tragado un ordenador averiado, y el ¨²nico que queda, Zush, se ha olvidado de todo y no tiene m¨¢s remedio que fundar su propio Estado, emitir su moneda para comprarle palabras a las cotorras y coser los propios libros, porque los otros no est¨¢n o no se entienden. Y dibujar, porque todas las paredes son, de nuevo, cuevas de Altamira.
Y se puede dibujar cualquier cosa porque se est¨¢ aprendiendo. Esto es lo que sugiere la cabeza llena de tachuelas de Guston que tiene Zush, pero s¨®lo se trata de, digamos, la verdad po¨¦tica. Porque despu¨¦s se ve que, como siempre, la realidad es otra.
En el frenop¨¢tico
?sta es la historia del nombre Zush contado en la autobiograf¨ªa, no en la novela de ficci¨®n cient¨ªfica:"En 1968 yo era, por supuesto, hippie. Pelo largo, marihuana y todo eso. La polic¨ªa me meti¨® preso en la Modelo durante 13 d¨ªas y despu¨¦s me mandaron a un frenop¨¢tico. All¨ª, un esquizofr¨¦nico me llam¨® Zush, y as¨ª me llam¨¦ desde entonces. Por eso digo que tengo 21 a?os. Los locos, como los ni?os antes de la sumisi¨®n, tienen un idioma propio: retornan a un estado original y crean sus propios lenguajes. Ya en Ibiza, donde viv¨ª mucho tiempo, empiezo a desarrollar mi propio alfabeto y mi propio Estado. Donde voy, voy con mi Estado, que son mis libros y mis cosas. Los animales tambi¨¦n necesitan crear su propio territorio. Y el m¨ªo es un Estado flexible. Yo defiendo mentalmente mi bandera. Si alguien quiere invadir mi territorio, lo mato de gusto con gases de nirvana. ?Por qu¨¦ los Gobiernos de los Estados t¨®picos no inventan formas felices de matar a la gente?".
Dice Zush que casi le gustan m¨¢s los libros (los que ¨¦l fabrica, llenos de figuras) que los cuadros: "El libro es trasladable. Te lo llevas a la cama, como a un amante; lo tienes junto al coraz¨®n. El cuadro es algo m¨¢s lejano".
Y en los estatutos de fundaci¨®n de su Estado no hay dogmas: "Creo que si existe la verdad, se consigue a trav¨¦s de la contradicci¨®n. En este juego es donde me encuentro mejor. Siempre hay un doble juego, pero a m¨ª me interesa un tercero, un cuarto. Est¨¢n el bien y el mal, pero despu¨¦s hay una tercera posibilidad. Los cat¨®licos inventaron el Esp¨ªritu Santo, pero no saben c¨®mo explicarlo: hablan de una palomita, de un fuego, de una luz. En el tercer -en el cuarto, en el quinto estadio es donde est¨¢ el arte. La gente es muy simplista, y se conforma con una sola dimensi¨®n. El que cura, siempre quiere curar; el que un d¨ªa asesina, al d¨ªa siguiente quiere seguir matando, en vez de curar a alguien".
Dibujar bisontes
Zush no lee nunca; prefiere confeccionar sus propios libros: tebeos de troglodita de tercer milenio. Y dibujar bisontes en las nuevas cuevas de Altamira de la pantalla de ordenador: "Yo no soy pintor. Soy un pensador que se manifiesta con im¨¢genes. Un vampiro de im¨¢genes. Y trabajo con ordenadores desde el a?o 1975. Ahora estoy estudiando la evoluci¨®n del cerebro del evrugi (habitante del Ewwgo Mental State) en ordenador". En el hangar tapiado de Sarri¨¢ hay im¨¢genes del tal cerebro -que evoluciona hasta tomar la forma de una mariposa de sangre- por todos los sitios.Pero el Estado de Zush no es una ermita: mantiene relaciones diplom¨¢ticas fluidas con quienes est¨¢n dispuestos a cambiar tucares por d¨®lares contantes y sonantes, galer¨ªas de arte, museos de todo el mundo, clientes varios.
Andr¨¦ Breton lo hubiera condenado por las mismas razones que conden¨® a Salvador Dal¨ª. Sobre todo si se hubiera enterado de esta t¨¢ctica evrug¨ª."Despu¨¦s de la Documenta de Kassel de 1977 me di cuenta de que hay mecanismos que hay que trabajar a fondo. Que hay que producir cada a?o y exponer cada a?o. Que el artista debe tener un mercado y anunciarse en las revistas. Me di cuenta, en suma, de que no era un juego".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.