El enigma de la montera
La ¨²nica explicaci¨®n que, por el momento, se ha dado de la genealog¨ªa de la montera es que ser¨ªa consecuencia de la manipulaci¨®n general que sufri¨®, en el siglo XVIII, el sombrero chambergo -de copa baja y alas anch¨ªsimas- impulsada desde el poder del Estado y ejecutada a golpe de pragm¨¢ticas.As¨ª, del chambergo proceder¨ªan -por diversas formas de sujecci¨®n de sus alas convenientemente recortadas-, primero, el sombrero de tres picos y, a continuaci¨®n, el de candd o de dos picos.
El sombrero de dos picos, cierto, parece contener la estructura y, a¨²n, la silueta de la montera. Sin embargo, ¨¦sta, por su solidez, grosor y textura se halla bastante lejos de aquel. Es cierto, tambi¨¦n, que estas operaciones sobre el chambergo que "iluminan" -y por consiguiente, "ilustran"- el semblante popular del torero, se sit¨²an, con toda claridad, al hilo de las exigencias generales del Siglo de las Luces y al de las expectativas sobre el ciudadano que el propio Despotismo Ilustrado promov¨ªa.
Sin embargo, basta coger una montera para saber que no es tan s¨®lo el "iluminado" sombrero de cand¨ªl. Y este an¨¢lisis pronto se nos oscurece cuando inclu¨ªmos la funci¨®n social de la indumentaria. Si a lo largo de la historia el traje ha distinguido los grupos sociales, el sombrero ha venido, siempre, a marcar, dentro de aquellos, las diferencias jer¨¢rquicas.
En efecto, sabemos que los toreros lucharon denodadamente, hasta conseguirlo, por la utilizaci¨®n, en sus bordados, de hilo de oro, privilegio que, por entonces, s¨®lo gozaban las personas de alcurnia. Pero no deja de ser chocante que los toreros exigieran tanto a la hora de distinguir sus trajes y tan poco en la de sus sombreros ya que todos sal¨ªan tocados con el mismo.
As¨ª pues parece evidente, aunque parad¨®jicamente nos sorprenda, que una de las funciones atribuibles a la montera es, precisamente, la contraria de todo sombrero y es que por medio de ella todos los toreros, lejos de distinguirse los unos de los otros son, todos, uno Y los mismos.
La montera tan pronto como aparece en el ruedo aniquila y destruye, por la cabeza misma, cualquier diferencia, cualquier distinci¨®n, cualquier jerarqu¨ªa que pudiera, entre los toreros, en ese instante establecerse. La montera, pues, contradice, rr¨²steriosamente, la funci¨®n social de los sombreros.
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