Una ¨¦tica implacable
LA DIMISI?N de Jim Wright, el pol¨ªtico dem¨®crata que hasta ahora ha presidido la C¨¢mara de Representantes de EE UU, constituye un ejemplo m¨¢s de la implacable moralidad sobre la que se apoya la vida p¨²blica norteamericana y de c¨®mo -en aquel pa¨ªs s¨ª, por fortuna- razones de ¨¦tica pol¨ªtica acaban a veces con las m¨¢s solidas carreras.Hace un mes, el Comit¨¦ de ?tica del Congreso, creado en los instantes finales de la campa?a presidencial y acogido con sonrisas de escepticismo, anunci¨® que se dispon¨ªa a recomendar a la C¨¢mara el enjuiciamiento de su presidente por inmoralidad en el desempe?o del cargo. Unas semanas m¨¢s tarde, antes de ser expuesto al esc¨¢ndalo de un juicio p¨²blico, Wright se ha ido. Tony Coelho, portavoz dem¨®crata en la C¨¢mara y destinado a ser el sucesor de Wright, tuvo que dimitir cuatro d¨ªas antes de que lo hiciera su jefe de filas por la compra de bonos basura con el dinero de un amigo. La limpieza, que empez¨® con la intensa batalla del fallido nombramiento de John Tower como secretario de Defensa, contin¨²a. La humillaci¨®n sufrida en este caso por el entonces reci¨¦n estrenado presidente tiene mucho que ver seguramente con la implacable actividad desplegada desde entonces por los congresistas republicanos para inculpar a sus oponentes dem¨®cratas. Pero en este terreno tambi¨¦n el tejado de Bush es de cristal: todav¨ªa hoy la Prensa norteamericana sigue publicando pruebas de su implicaci¨®n en la financiaci¨®n ilegal de la contra nicarag¨¹ense. Y s¨®lo se ha salvado de tener que rendir cuentas directamente ante la justicia por las argucias legales que han reducido el proceso del ex funcionario de la Casa Blanca Oliver North a una mera ficci¨®n.
?Qui¨¦n suceder¨¢ a Jim Wright? No es asunto f¨¢cil, porque, adem¨¢s de tratarse de la tercera jerarqu¨ªa oficial del Estado, aqu¨¦l represent¨® en algunos momentos la ¨²nica oposici¨®n real al poder arrollador de la Casa Blanca. El semanario Time sugiere que es preciso encontrar una personalidad tan discreta y poco discutible como lo fue Gerry Ford cuando hered¨® la presidencia de Nixon. Si eso fuera as¨ª, el puesto de speaker del Congreso perder¨ªa mucho peso respecto al que le dio el dimitido Wright.
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