Sajarov
Estaba yo all¨ª cuando empez¨® el psicodrama del congreso sovi¨¦tico. Voces amigas expertas me iban traduciendo lo que sal¨ªa de los labios de los oradores desde la pantalla de televisi¨®n, pero a veces casi no era necesario. Rostros y gestos previsibles: la audacia cr¨ªtica en plena catarsis, el cinismo burocr¨¢tico con la cara de granito, la habilidad de Gorbachov conduciendo a m¨¢s de 18 millones de bur¨®cratas hacia la evidencia. Seiscientos congresistas representaban la voluntad de cambio. M¨¢s de 1.500 van o fingen ir a la estela de Gorbachov y esperan llegar a una nueva normalidad sin perder demasiado por el camino, ni personal ni colectivamente.
Y Sajarov. Desde el comienzo escogi¨® el papel de pararrayos de la indignaci¨®n burocr¨¢tica. Le odian. En Sajarov ven la encarnaci¨®n de una disidencia coherente, insobornable y escandalosa de cara a la consciencia democr¨¢tica universal. Sajarov no tiene ambiciones pol¨ªticas, sino ¨¦ticas; pero, en la URSS, la pol¨ªtica en estos momentos pasa por la recuperaci¨®n de la memoria y de la ¨¦tica. Sajarov soliviant¨® la ret¨®rica patri¨®tica cuando conden¨® la guerra de Afganist¨¢n, pero que no se autoenga?en los patriotas, porque lo que Sajarov llama "acto criminal" cualquier oficial sovi¨¦tico presente en Afganist¨¢n reconoce hoy que fue un error hist¨®rico: Es casi lo mismo.
Gorbachov necesita la sinceridad extremista de Sajarov aunque s¨®lo sea para llegar al quiz¨¢ hoy ya in¨²til y desfasado justo t¨¦rmino medio. Mientras la burocracia empantanada se ceba en Sajarov, una nueva promoci¨®n de pol¨ªticos cr¨ªticos est¨¢ utilizando el congreso sovi¨¦tico para despertar a una poblaci¨®n que hab¨ªa llegado desde el miedo al m¨¢s absoluto desencanto.
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