?Por qu¨¦ sera?
Los cat¨®licos de a pie andamos perplejos y desconcertados cuando vemos que los organismos competentes de nuestra Iglesia retroceden en la utilizaci¨®n de los medios de comunicaci¨®n. Siempre hemos cre¨ªdo que aquello de "Id y anunciad el Evangelio a toda la creaci¨®n" habr¨ªa que traducirlo modernamente a peri¨®dicos, revistas e incluso televisi¨®n. Observamos que en Estados Unidos existen las llamadas telesectas, que hacen un formidable uso -o abuso- de la televisi¨®n para hacer llegar sus esot¨¦ricos y peligrosos mensajes a los lugares m¨¢s apartados del pa¨ªs.Por el contrario, en una vieja naci¨®n donde el cristianismo lleva 20 siglos dominando ideol¨®gicamente la Iglesia se retrotrae y parece querer encerrarse en sus cuarteles de invierno, como indicando a los posibles fieles que se acerquen ellos si quieren o¨ªr la doctrina de salvaci¨®n.
Yo no puedo dar la respuesta porque carezco de datos. En nuestra Iglesia el procedimiento democr¨¢tico todav¨ªa no ha entrado. Y no es que yo pretenda decir que la Iglesia es una democracia. Ni mucho menos. La Iglesia no es el mero resultado de los sufragios de los votantes. La Iglesia es anterior a los cristianos y su origen no es de este mundo. Pero una vez dicho y admitido esto, los mismos ap¨®stoles -sobre todo Pablo- nos dijeron que los miembros de la Iglesia deber¨ªan intercomunicarse entre s¨ª y que no deber¨ªa haber un macrocarism¨¢ del que procedieran todos los dem¨¢s carismas, ya que cada uno de ¨¦stos, por modesto que sea, proviene directamente del Esp¨ªritu Santo. Esto quiere decir que la llamada base de la Iglesia no puede estar tan desinformada como est¨¢, puesto que los poseedores de los grandes carismas -siempre seg¨²n san Pablo- tienen necesidad de los carismas del resto del cuerpo eclesial.
Por eso lo que nos queda a los cat¨®licos perif¨¦ricos es lanzarnos a la sospecha y a la pregunta respetuosa a nuestros pastores. Tenemos derecho a ello e incluso obligaci¨®n. Y ¨¦sta es nuestra pregunta: ?por qu¨¦ nuestra Iglesia no se lanza precipitadamente, ahora que estamos en un r¨¦gimen de libre expresi¨®n, a pregonar el Evangelio por todas las esquinas? ?Ser¨¢ porque eso es muy caro y no tiene medios econ¨®micos para ello?
Algo de eso es verdad, pero no toda la verdad. En efecto, predicar hoy el Evangelio es, como siempre lo fue, un riesgo interior y exterior. Interior, porque la Iglesia se encuentra ahora en un momento de involuci¨®n y de miedo a las posibles herej¨ªas y desviaciones. Es una Iglesia que, como Pedro en el lago de Tiberiades, est¨¢ falta de fe y se hunde en las aguas. Una Iglesia robustamente creyente se arriesga incluso a la posibilidad de las desviaciones. La fe lo puede superar todo. Adem¨¢s, la libertad religiosa forma parte de la ortodoxia eclesi¨¢stica. ?Por qu¨¦ tenerles miedo incluso a las posibles herej¨ªas? Mejor es esto que no la indiferencia y el pasotismo.
Y hay tambi¨¦n un riesgo exterior, porque la sociedad no eclesial, a pesar de su constante afirmaci¨®n de secularidad y aconfesionalismo, no tolera que en una homil¨ªa se ponga en duda la seriedad de la ¨¦tica pol¨ªtica o de que un obispo se atreva modestamente a alzar su voz ante la escandalosa desigualdad entre los grandes benefe la banca y la angustia de los millones de parados y de pobres que forman parte de nuestra sociedad espa?ola.
En una palabra: ?no ser¨¢ que los responsables de los medios de comunicaci¨®n de nuestra Iglesia no quieren meterse en l¨ªos ni con el Vaticano ni con la Moncloa? Si eso es as¨ª, les agradecer¨ªamos mucho que nos lo dijeran para que nosotros -el pueblo cristiano- tom¨¢ramos la iniciativa como ya pas¨® en el a?o 325, en el primer concilio de Nicea, donde los laicos se impusieron a los obispos y los inclinaron a defender la ortodoxia cristol¨®gica.
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