Los peligros de pensar
Un impreciso anhelo democr¨¢tico y el malestar ante las desigualdades sociales y la corrupci¨®n, las causas de la crisis
, Emperadores y eunucos, jefes militares y revolucionarios, todos han presidido acontecimientos en la plaza de Tiananmen, de Pek¨ªn. El mes pasado les toc¨® la vez a los huelguistas de hambre. Desde finales de abril, 3.000 j¨®venes se encontraban pr¨¢cticamente en estado comatoso, d¨¦biles y quemados por el sol, pero ten¨ªan galvanizado a todo el pa¨ªs con la amenaza de suicidarse antes que seguir viviendo sin democracia. Oleadas de manifestantes, m¨¢s de un mill¨®n de personas en movimiento, se arremolinaban en la amplia plaza y por sus alrededores, intentando por todos los medios acercarse a leer las incendiarias inscripciones que figuraban en pancartas rojas y que ped¨ªan la dimisi¨®n del jefe supremo, Deng Xiaoping, y del primer ministro, Li Peng.
Cuando Deng y Li respondieron decretando la ley marcial, los ciudadanos se tiraron delante de los tanques y de los camiones del Ej¨¦rcito, deteniendo e incluso a veces volcando los largos convoyes. Los soldados se retiraban, algunos de ellos sollozando, y se negaban a cumplir las ¨®rdenes de sofocar la rebeli¨®n.
"Nuestro Gobierno es demasiado duro con los estudiantes", rezongaba Sun Yong, un ingeniero del Ej¨¦rcito que se uni¨® a la manifestaci¨®n contra el Gobierno. "El Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n del Pueblo pertenece al pueblo, y ya es hora de que los chinos hablemos claro".
El futuro inmediato de China se presenta un tanto sombr¨ªo, pero da la impresi¨®n de que la mayor¨ªa de los chinos espera que, cualesquiera que sean las dificultades a corto plazo, la naci¨®n haya emprendido un camino que ha de llevarle a una reducci¨®n de control por parte del partido comunista. La rebeli¨®n de las ¨²ltimas semanas, tanto si se renueva como si se reprime, tiene todos los visos de ser un acontecimiento crucial, y se llev¨® a cabo con sorprendente y, al parecer, inexplicable rapidez. Nadie pod¨ªa adivinar que las convulsiones se producir¨ªan cuando se produjeron, ni siquiera los m¨¢s famosos sabios chinos son capaces de predecir con certeza lo que ha de suceder en el futuro.
Milagro econ¨®mico
Pero si el momento y la magnitud de los terremotos resultan imprevisibles, al menos se puede trazar ya el mapa de las l¨ªneas de fallas. En China, para la mayor¨ªa de la poblaci¨®n, dichas l¨ªneas de fallas, es decir, las causas inmediatas del descontento p¨²blico, pasan no s¨®lo por un impreciso anhelo democr¨¢tico, sino tambi¨¦n, y esto es m¨¢s importante, por profundas frustraciones y malestar ante las desigualdades sociales y la corrupci¨®n.
Antes de los disturbios, los expertos volvieron los ojos hacia China y descubrieron un milagro econ¨®mico: una sociedad que en poco m¨¢s de una d¨¦cada hab¨ªa sido capaz de salir de la insulsa pobreza igualitaria del mao¨ªsmo y descubrir de lleno el consumismo de los televisores en color, los pendientes y las discotecas. En los ¨²ltimos 10 a?os, los ingresos medios de los chinos se duplicaron, y con creces. Pero las ilusiones de los chinos crecieron todav¨ªa m¨¢s.
Los analistas extranjeros ven un crecimiento de dos cifras, pero los chinos, por lo general, est¨¢n obsesionados con la lavadora, con la que ya pueden so?ar pero que todav¨ªa no pueden pagar; con la subida de los precios, que aumentan en una proporci¨®n mayor que sus salarios; con los sobornos que tienen que pagar para conseguir mudarse de piso o, si se atreven a desafiar la pol¨ªtica oficial, para poder tener un segundo hijo. El resultado de todo ello: insatisfacci¨®n e irritaci¨®n mezcladas con amargura al ver las ventajas que disfrutan los funcionarios de categor¨ªa. En abril y mayo, estas presiones subterr¨¢neas acabaron por estallar en el volc¨¢n de una protesta que, pase lo que pase, ha cambiado profundamente las pautas de un futuro Gobierno en China.
Aunque la raz¨®n inmediata de la rebeli¨®n fuera ese enconado descontento, la raz¨®n subyacente es que el partido comunista ha ido perdiendo las riendas del poder en este pa¨ªs. Y ello desde mucho antes de las manifestaciones, y adem¨¢s no sucedi¨® de la noche a la ma?ana; hace mucho tiempo que la autoridad moral del partido se est¨¢ erosionando y tambi¨¦n su capacidad para amedrentar al pueblo.
Por todo el pa¨ªs, el amor, el miedo y la veneraci¨®n que anta?o provocaba el partido comunista se han venido abajo y han quedado reducidos a algo que est¨¢ m¨¢s cerca del desd¨¦n e incluso del desprecio. Antes, los j¨®venes so?aban con ingresar en el partido; hoy suelen hablar de manera condescendiente de aquellos de sus compa?eros que deciden hacerlo.
"?Yo, miembro del partido?", contest¨® Cheng Lin a la pregunta del periodista, una joven de 22 a?os que es una de las cantantes chinas de pop m¨¢s famosas. "Pero si hoy la gente joven no quiere saber nada del partido".
Atrevimiento y crueldad
Pero no son s¨®lo los j¨®venes los que desde?an al partido. A menudo son los trabajadores corrientes los que socavan su autoridad, a veces con cierto toque de atrevimiento e incluso de crueldad; me refiero a gente como Le? Xiding, vendedor ambulante de una peque?a ciudad. Le? pensaba m¨¢s en evadir impuestos que en rebelarse cuando tuvo que V¨¦rselas con el Gobierno. Cuatro funcionarios fueron a su pueblo a reclamarle los impuestos por 46 cerdos que hab¨ªa comprado, pero Le? y su familia rompieron los papeles legales que llevaban aquellos hombres, les robaron los relojes y los encerraron en jaulas con los cerdos. Luego, seg¨²n la prensa oficial china, Le? y sus parientes estuvieron zurrando a los recaudadores de impuestos durante cinco horas, se orinaron encima de ellos y, por ¨²ltimo, los sacaron a pasear por las calles con los ojos vendados.
Al fin, los cuatro hombres quedaron en libertad, vivos, y puede decirse que tuvieron suerte, pues desde 1985, y seg¨²n El Diario del Pueblo, 13 recaudadores de impuestos han sido asesinados, 27 han quedado malheridos y a 6.400 les dieron una paliza.
En el extranjero se ha prestado especial atenci¨®n a los disidentes y a los estudiantes que organizaron manifestaciones, pero entre la gente corriente en China es ya una costumbre pr¨¢ctica mente universal el hecho de ignrar al partido o de enfrentarse a ¨¦l. Por ejemplo, China propone una pol¨ªtica de control de natalidad con el lema de "una pareja, un ni?o", pero en 1987 y 1988, seg¨²n datos del Instituto de Investigaciones Demogr¨¢ficas de la universidad de Pek¨ªn, se supon¨ªa que las parejas chinas ten¨ªan una media de 2,45 ni?os. La legislaci¨®n. tambi¨¦n dispone que, para poder casarse, la mujer ha de tener 20 a?os y el hombre 22, pero en m¨¢s de la quinta parte de los matrimonios que se celebraron en 1986 (¨²ltimo a?o del que la Comisi¨®n Estatal de Planificaci¨®n Familiar tiene datos), al me-
Copyright The New York Times, 1989.
Los peligros de pensar
nos uno de los c¨®nyuges ten¨ªa menos de la edad legal, y en algunas regiones remotas estos matrimonios ?legales suponen el 90% de la totalidad.Aunque los chinos necesitan permiso para trasladarse de una poblaci¨®n a otra, fuentes oficiales de Shanghai reconocen que 2,5 de los 14,5 millones de personas que residen en la ciudad no tienen permiso para vivir en ella. Oleadas de trabajadores se trasladan ilegalmente de una punta de China a la otra en busca de cualquier empleo, sin aguardar a que les concedan permiso. Entre el mes de febrero y los primeros d¨ªas de marzo, 2,5 millones de jornaleros inundaron Cant¨®n, haciendo caso omiso de las severas advertencias por parte del Gobierno. De repente, el centro de la ciudad se vio abarrotado de campesinos de piel curtida que se acurrucaban junto a los sacos en los que guardaban todas sus pertenencias, mudo testimonio dos meses antes de las demostraciones de que el Gobierno iba perdiendo paulatinamente el control sobre la poblaci¨®n.
Naturalmente, durante las ¨²ltimas seis semanas han sido los estudiantes los que han estado en vanguardia, como tantas otras veces en la reciente historia de China. Pero despu¨¦s de mostrar el camino, han sido much¨ªsimos los que les han seguido. Los empleados desafiaron a sus jefes y se alinearon junto a los estudiantes, los ciudadanos de Pek¨ªn acudieron de todas partes para ayudarles a impedir la entrada de los soldados en la ciudad y miles de periodistas chinos corroboraron con sus firmas una petici¨®n exigiendo mayor libertad de prensa.
"Los estudiantes han demostrado que no se puede ir contra la voluntad del pueblo", dir¨ªa Yan Jiagi, uno de los m¨¢s famosos columnistas pol¨ªticos del pa¨ªs. Esto ha pasado a ser una idea dominante en la pol¨ªtica china.
La desintegraci¨®n
Pero aunque una oleada de exaltada alegr¨ªa recorri¨® la capital en mayo, entre los intelectuales y los funcionarios se percib¨ªa cierta tensi¨®n, esa especie de temor que se agazapa en los entresijos de la mente sin que llegue a tomar una forma concreta. Para algunos es el espectro de la anarqu¨ªa total y de la desintegraci¨®n de China como unidad coherente; para otros, la visi¨®n del crimen y la inflaci¨®n en aumento, que acabar¨ªan por destrozar la estructura social del pa¨ªs, tranform¨¢ndolo en una Bolivia oriental y gigantesca. Fue, al parecer, el temor a esta espiral de malestar y caos lo que provoc¨® que Deng y Li se decidieran a tomar en¨¦rgicas medidas contra los manifestantes.
Tal vez sea el pesimismo de los j¨®venes m¨¢s destacados, su desprecio hacia el r¨¦gimen que en la ¨²ltima d¨¦cada ha incrementado de manera tan palpable sus oportunidades y su bienestar material, lo que m¨¢s sorprende a los extranjeros. Y aunque parezca incre¨ªble, muchos chinos est¨¢n convencidos de que el pa¨ªs atraviesa una crisis econ¨®mica.
Y la verdad es que La tasa de inflaci¨®n en China ha sobrepasado el 25% anual y el pa¨ªs ha vivido problemas tan desconocidos anteriormente como la retirada de fondos de los bancos, con su consiguiente falta de liquidez. Los sobornos y el abuso de poder no son ya algo ajeno a la econom¨ªa, sino el combustible que la mantiene.
Pero sobornos y problemas econ¨®micos existen en todos los pa¨ªses y la gente que ha vivido en ambos lados del estrecho de Taiwan dice que la corrupci¨®n es much¨ªsimo mayor en la isla.
Incluso antes de las manifestaciones, la decadencia del partido hab¨ªa permitido relativa libertad sobre los que se pod¨ªa decir abiertamente en China. La gente todav¨ªa ten¨ªa miedo, pero much¨ªsimo menos que antes.
Ahora que las manifestaciones han puesto en evidencia que un n¨²mero ingente de personas est¨¢ dispuesta a plantarle cara al Gobierno, habr¨¢ m¨¢s dificultad para intimidar a las masas.
"Ser¨¢ una sociedad menos totalitaria", pronostica Cheng. "La gente tendr¨¢ m¨¢s libertad".
Al observar la decadencia del poder del partido, algunos chinos encuentran paralelismos hist¨®ricos en la desintegraci¨®n de algunas dinast¨ªas de la China imperial, como la corrupta dinast¨ªa Qing, a principios de este siglo, que rechaz¨® tercamente cualquier modernizaci¨®n hasta que ya fue demasiado tarde. Tal vez no sean desacertados estos paralelismos, pero existen otras situaciones, tales como el auge econ¨®mico de Taiwan justo cuando sus altos mandos estaban m¨¢s desacreditados, o el de Hong Kong justo cuando el embargo de la guerra de Corea parec¨ªa que podr¨ªa dar al traste con la econom¨ªa de la colonia.
En resumen, que resulta evidente que cualquiera que sea el resultado de los enfrentamientos entre los altos mandos, el partido va perdiendo control, y muchos intelectuales chinos se temen que lo peor todav¨ªa est¨¦ por venir.
No se conocen con todo detalle los temas que trataron el presidente sovi¨¦tico Mijail S. Gorbachov y Deng durante la reuni¨®n en la cumbre celebrada a mediados de mayo, pero bien pudiera ser que se hubieran dedicado a compadecerse mutuamente por los problemas que les plantea la apertura de sendos sistemas socialistas. Seg¨²n un baremo normal, los problemas de Gorbachov son m¨¢s graves: los rusos constituyen tan s¨®lo la mitad de la poblaci¨®n sovi¨¦tica, varias rep¨²blicas probablemente desear¨ªan emprender un camino independiente y la econom¨ªa se ha visto tan amordazada por los controles estatales que apenas si es capaz de responder a una reestructuraci¨®n.
En China, por otra parte, los problemas econ¨®micos no son de estancamiento, sino de dinamismo o, para usar un t¨¦rmino m¨¢s adecuado, se deben a una especie de recalentamiento del crecimiento, y las tendencias separatistas se reducen a determinadas regiones perif¨¦ricas, tales como el T¨ªbet y Xinjiang.
Tal vez la m¨¢s notable diferencia sea, sin embargo, que la glasnost y la perestroika en la Uni¨®n Sovi¨¦tica proceden, por lo general, de las altas esferas, en tanto que en China han fermentado principalmente en las ra¨ªces de las masas. Ya a finales de la d¨¦cada de los setenta, por ejemplo, los propios campesinos se repartieron las extensas propiedades municipales antes de que el Gobierno tuviera ocasi¨®n de hacerlo.
En los ¨²ltimos a?os, los empresarios han puesto en marcha miles de peque?as empresas antes de que fuera evidente que esto pod¨ªa ser legal. En la Uni¨®n Sovi¨¦tica, el cambio pol¨ªtico se debi¨® a la iniciativa de. Gorbachov; en China, los cambios se han debido a la iniciativa de intelectuales dentro y fuera del partido, que obligaron a los altos mandos a ir cediendo terreno. Ha de ser muy dif¨ªcil que cambie el signo de este proceso.
Comit¨¦ central
Tampoco es muy probable que el partido logre hacerse con sus propias unidades, muy dispersas. Hoy, cuando el comit¨¦ central del partido hace una declaraci¨®n en Pek¨ªn, las organizaciones locales del mismo miran para otro lado. Cuando la gente dice que el partido est¨¢ perdiendo poder, lo que en cierto modo quieren decir es que el partido, en tanto que ¨®rgano centralizado y coherente, ha perdido poder. Y es cierto que las unidades locales, en algunos casos, han incrementado su propio poder asumiendo una autoridad decisoria que Pek¨ªn trataba in¨²ltilmente de pasar a empresas industriales individuales.
Es posible que los dirigentes chinos intenten recuperar la batuta de su autoridad econ¨®mica y pol¨ªtica, pero les va a costar mucho trabajo. Wang Dan, uno de los l¨ªderes del movimiento estudiantil de la universidad de Pek¨ªn, afirma que aunque a ¨¦l lo detengan otros ocupar¨ªan su lugar.
Puede que tenga raz¨®n, porque las protestas de los estudiantes han exacerbado la sensaci¨®n de debilitamiento que da el partido, al tiempo que han envalentonado a la gente en, todo el pa¨ªs, muy quejosa de la corrupci¨®n y de no poder disponer de su propia vida.
Durante una de las ¨²ltimas manifestaciones, un joven funcionario del Gobierno sali¨® de su despacho y se uni¨® a los estudiantes en se?al de apoyo. Se qued¨® contemplando aquel interminable r¨ªo de hombres y mujeres, tan impresionante como el Chanjiang y tan significativo para el futuro del pa¨ªs, y musit¨®: "Ahora los chinos ya son capaces de pensar".
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