C¨®mo crear y destruir museos
La reciente dimisi¨®n de Carmen Gim¨¦nez como directora del Centro Nacional de Exposiciones, en desacuerdo con la pol¨ªtica oficial para museos de arte moderno, sirve de punto de partida para esta reflexi¨®n sobre el porvenir de estos centros.
Casi simult¨¢neamente a la dimisi¨®n de Carmen Gim¨¦nez se han publicado en nuestro pa¨ªs dos libros que pueden ayudamos a reflexionar sobre c¨®mo llevar a cabo una adecuada pol¨ªtica institucional sobre arte contempor¨¢neo, y los libros mencionados, La definici¨®n del arte moderno, de Alfred H. Barr, el primer director y principal responsable de la trayectoria del c¨¦lebre Museo de Arte Moderno de Nueva York, y Arte y Estado en la Espa?a del siglo XX, de Dolores Jim¨¦nez-Blanco.En esta obra se narra documentadamente el reiterado fracaso oficial respecto a la creaci¨®n y puesta en funcionamiento de un museo de arte contempor¨¢neo en nuestro pa¨ªs, teniendo en cuenta que el primer ensayo data de 1894 -esto es, 35 a?os antes de la fundaci¨®n del MOMA neoyorquino- y que, casi un siglo despu¨¦s, a¨²n seguimos intent¨¢ndolo, no sin antes haber repetido hasta la saciedad los mismos errores, disfrazados, eso s¨ª, de cambios en la denominaci¨®n, en los edificios y, por supuesto, en la direcci¨®n.
Cuando Alfred H. Barr se hizo cargo de la direcci¨®n del entonces reci¨¦n creado museo contaba s¨®lo con 27 a?os y se enfrentaba con el dif¨ªcil dilema de pro porcionar un centro art¨ªstico de vanguardia a una sociedad como la americana, que por entonces era provinciana en lo cultural y puritana en lo moral; vamos: lo peor para crear una plataforma radical a favor de valores art¨ªsticos nuevos y cosmopolitas. M¨¢s a¨²n, salvando las distancias, lo mismo que nos ocurre a nosotros ahora, el joven Barr no s¨®lo ten¨ªa que formar una colecci¨®n desde cero, sino adem¨¢s, simult¨¢neamente, generar una atm¨®sfera social favorable para su proyecto. Pues bien, ante semejante dilema decidi¨® que no merec¨ªa la pena luchar por una empresa de vanguardia sin una actitud radical y exigente en la selecci¨®n de los futuros fondos de la colecci¨®n, y que esto no podr¨ªa ser conseguido sin una acci¨®n simult¨¢nea de exposiciones temporales, gracias a las cuales no s¨®lo se le proporcionar¨ªa al p¨²blico americano una informaci¨®n imprescindible, sino tambi¨¦n se podr¨ªa reflexionar in situ sobre lo que estaba pasando en un terreno controvertido como lo es siempre el del arte actual, un arte que est¨¢ en curso de realizaci¨®n.
Fondos y exposiciones, los resultados del MOMA est¨¢n, 70 a?os despu¨¦s, a la vista, como, desgraciadamente, tambi¨¦n lo est¨¢n los nuestros 95 a?os despu¨¦s de la fecha de constituci¨®n del entonces llamado Museo de Arte Contempor¨¢neo, luego Museo de Arte Moderno, luego Museo Nacional de Arte Contempor¨¢neo, luego Museo Espa?ol de Arte Contempor¨¢neo, luego Centro de Arte Reina Sof¨ªa y luego... Ante una tan absurda reiteraci¨®n de frustraciones creo que es m¨¢s ¨²til preguntarse sobre el c¨®mo que sobre el porqu¨¦, teniendo en cuenta que la contestaci¨®n a lo segundo no puede ser otra que el fracaso global en los intentos de modernizar nuestro pa¨ªs y la correspondiente falta de criterio y decisi¨®n de nuestros pol¨ªticos.
C¨®mo
Dejemos, pues, a los arbitristas los grandes porqu¨¦s y vamos con los c¨®mo que m¨¢s recientemente nos conciernen. En este sentido hay que se?alar que, desde la transici¨®n democr¨¢tica, parec¨ªa que lentamente ¨ªbamos aproxim¨¢ndonos, si bien m¨¢s por el impulso de instituciones privadas y la entusiasta respuesta de nuestro p¨²blico que por una iniciativa oficial a esos principios generativos b¨¢sicos que ayudaron en su momento a A. H. Barr: la creaci¨®n de una colecci¨®n verdaderamente representativa y la programaci¨®n simult¨¢nea y congruente de exposiciones temporales, iniciativas ambas totalmente inseparables en nuestras circunstancias.
Pues bien, sin hacer recuento pormenorizado de las vicisitudes recientes, cuando todo parec¨ªa encarrilado casi dej¨¢ndolo estar -un nuevo museo con gancho intemacional, un director fiable y unas exposiciones de prestigio abarrotadas de p¨²blico entusiasta-, una vez m¨¢s, c¨®mo no, el pol¨ªtico de tumo no se ha resignado a no dejar su personal huella -en castellano: "meter la pata"-, enredando innecesariamente las cosas y poniendo en peligro las expectativas creadas. Deseo fervientemente equivocarme en nus pron¨®sticos pesimistas sobre la situaci¨®n actual, pero de lo que no me cabe la menor duda es que ayer, hoy y ma?ana los museos de arte moderno se crean, prosperan y cumplen, en defin¨ªtiva, con su misi¨®n hist¨®rica sigui ndo las pautas de los A. H. Barr, y el resto es, como dir¨ªa Heidegger, nada que nadea en lo gris, m¨¢s o menos tontamente autosatisfecha. Y si no, al tiempo...
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