Los conservadores brit¨¢nicos intentan frenar el deterioro electoral de Thatcher
La primera ministra brit¨¢nica, Margaret Thatcher, su Gobierno y el Partido Conservador analizaron ayer cuidadosamente los desastrosos indicios de desapego popular hacia sus pol¨ªticas manifestados en los comicios del jueves, y buscaron, fuera de la vista del p¨²blico, remedios para evitar que la tendencia se confirme en las pr¨®ximas elecciones generales. Para el l¨ªder de la oposici¨®n, el laborista Neil Kinnock, "las cosas van muy bien y van a ir mejor".
El resultado no es decisivo, pero el laborismo necesitaba esta victoria para aparecer como una alternativa veros¨ªmil a los conservadores. Los laboristas estaban ayer exultantes tras el aplastante triunfo que les atribu¨ªa un sondeo de opini¨®n realizado por la BBC a la salida de los colegios electorales en los que se vot¨® para elegir 81 eurodiputados. Si se confirman los datos, el Partido Laborista habr¨¢ conseguido un apoyo popular sin precedentes desde 1966, con un 44% de votos, muy por delante del 32% alcanzado por el Partido Conservador, que sufre su primera gran derrota desde que est¨¢ encabezado por Margaret Thatcher. Esos porcentajes se traducen en 51 y 26 esca?os, respectivamente, en Estrasburgo, un vuelco frente a la anterior cuenta de 42 conservadores y 35 laboristas.Los conservadores se cuidaban ayer de comentar en p¨²blico esos resultados, a la espera de que se confirmen oficialmente el domingo, pero en privado hab¨ªa quienes criticaban acerbamente a Thatcher, a la que reprochaban haber desarrollado una campa?a electoral centrada en sus propios prejuicios personales contra Bruselas. Los cr¨ªticos reclamaban cambios, y ya han comenzado a circular quinielas. "Tenemos que perfilar algunos aspectos de lo que estamos haciendo, pero tenemos tiempo de sobra", dec¨ªa un subsecretario. Es probable que en las presentes circunstancias el Gobierno agote la legislatura y no convoque elecciones hasta 1992.
Los laboristas, que conservaron dos esca?os en juego en el Parlamento de Westminster, estaban casi sin palabras para comentar una victoria que, de confirmarse, va m¨¢s all¨¢ de lo imaginable y que presentan como un cambio radical en la vida pol¨ªtica. El triunfo se ha producido en un contexto favorable al laborismo, que se benefici¨® de una baja participaci¨®n (en torno al 35%, lo que mantiene a los brit¨¢nicos a la cola de las filias europe¨ªstas), con fuerte componente socialista, cuando el Gobierno aparece dividido no s¨®lo en cuestiones europeas sino en estrategias econ¨®micas. Pero el resultado marca un hito psicol¨®gico capital para la oposici¨®n, que necesitaba demostrar -tras ultimar su reforma program¨¢tica- que puede convertirse en alternativa. Tambi¨¦n se ha puesto en evidencia que Thatcher no es invencible.
La politolog¨ªa demuestra que la oposici¨®n lo hace bien a medio camino de un mandato legislativo, al menos en el Reino Unido, para perder fuelle en el momento decisivo. En las dos anteriores legislaturas se cumpli¨® el aforismo, pero la aparente tendencia hacia la nada de los partidos centristas, cuyos votos pueden volver al laborismo, convierte al partido en Kinnock en la ¨²nica alternativa, y por ello amenaza seria para una Thatcher que concita m¨¢s rechazo que apoyo popular.
Los Dem¨®cratas, hasta ahora el tercer partido en liza, han conseguido un desalentador 6% de votos, desplazados por la eclosi¨®n del Partido Verde, que con un 14% de sufragios, traducibles en dos millones de votos, ha doblado su mejores expectativas. El fen¨®meno es tan espectacular como dif¨ªcil de evaluar. Sus l¨ªderes niegan haber sido receptores privilegiados del voto de protesta, pero los analistas no ven a los verdes como un partido con futuro y algunos hablan de ellos como flor de un d¨ªa. El ¨¦xito ecologista, sin embargo, fuerza a los partidos convencionales a analizar su fe verde.
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