Espinosa, exiliado interior
El autor de este art¨ªculo celebra que la universidad Complutense rinda homenaje en sus cursos de verano a Miguel Espinosa, intelectual cuya obra fue sepultada por la cultura oficial durante el franquismo, y al que conoci¨® hace 30 a?os por medio de Enrique Tierno Galv¨¢n. El autor considera a Espinosa, escritor pesimista e ir¨®nico, un "cl¨¢sico desconocido", cuya obra Escuela de mandarines, destaca por su fina inteligencia y valor ¨¦tico.
De forma paulatina y discreta van apareciendo manuscritos in¨¦ditos y reediciones de uno de los intelectuales cr¨ªpticos m¨¢s sutiles y profundos de la cultura de hibernaci¨®n espa?ola que se produjo durante el franquismo. Miguel Espinosa (Murcia, 1926-1982) no es un cl¨¢sico olvidado, sino un cl¨¢sico desconocido. Que, en este verano, la Universidad Complutense, en sus cursos escurialenses, le dedique una mesa redonda es de agradecer: un reconocimiento p¨®stumo a una obra debeladora y singular: obra llena de intencionalidades m¨²ltiples, de ingenio elitista, esot¨¦rico y l¨²dico, de cr¨ªtica moralizante y de cierta anticipaci¨®n posmoderna.Conoc¨ª a Espinosa, por medio de Enrique Tierno Galv¨¢n, en el Madrid de los a?os cincuenta. Espinosa hab¨ªa publicado ya su primer libro, Las grandes etapas de la historia americana, que era su provinciana tarjeta de visita en la corte y que m¨¢s tarde se reimprimir¨ªa, en 1982. Libro novedoso, en el contexto de un mercado reducido y de clausura, con influencias m¨¢gicas y excursus arbitristas y brillantes. Con pocas lecturas, pero s¨ª con largas meditaciones, cuidando siempre la precisi¨®n del lenguaje, Espinosa configura la idea del nuevo experimento imperial y sistematiza, desde su distancia helen¨ªstica y autodidacta, el continuum pol¨ªtico de la democracia imperial americana: sin haber le¨ªdo a Niebhur o a Schlesinger, Espinosa coincide intuitivamente en rasgos y ciclos. Fraga y Mar¨ªas se sorprender¨ªan o escandalizar¨ªan poco despu¨¦s al saber que Espinosa no le¨ªa ingl¨¦s y que, en el fondo, su historia era un divertimiento y un juego: que, conociendo los cl¨¢sicos griegos y romanos, la historia era una invenci¨®n f¨¢cil de periodificar. Tierno, que le prologa la obra, compartiendo la iron¨ªa y el barroquismo espinosista, percibi¨® una hondura de lenguaje, de inventiva, nada com¨²n. "Inteligencia muy fina y capacidad poco frecuente", dir¨¢ de ¨¦l Tierno en Cabos sueltos, recordando y dibujando el mundo murciano de principios de los cincuenta.
Antiutop¨ªa
Este primer Espinosa, por estos a?os, hab¨ªa elaborado artesanalmente, con la precisi¨®n de un miniaturista oriental, una de las mejores y m¨¢s densas utop¨ªas pol¨ªticas contempor¨¢neas y, en todo caso, la antiutop¨ªa del franquismo medievalizante: la caricatura de una cultura oscurantista, tradicionalista y c¨ªnica. Me refiero a su Escuela de mandarines, libro extenso, cuya primera edici¨®n saldr¨¢ en Barcelona en 1974, pero que, por estos a?os cincuenta, algunos de sus cap¨ªtulos -El Cara Pocha, Las Sabidur¨ªas de Liberato y Braulio- se publicaron en la revista que edit¨¢bamos, solapadamente, en la Universidad de Salamanca (en el Bolet¨ªn Informativo del Seminario de Derecho Pol¨ªtico). Al mismo tiempo, Espinosa trabajaba en una exegesis a la exegesis de Tierno a Wittgenstein (Tratactus y Realidad como resultado): evasi¨®n neopositivista que, por desgracia, creo que no ha visto la luz, ni se anuncia su publicaci¨®n. Tal vez sus albaceas, en su ba¨²l murciano-pessoano, encuentren este manuscrito.
Escuela de mandarines es un gran discurso ¨¦tico -no marxista, m¨¢s bien libertario- contra el poder institucional, como suceso irremediable, y contra la corrupci¨®n pol¨ªtica de toda sociedad enclaustrada y antimoderna. Y es m¨¢s, al mismo tiempo, el alegato m¨¢s penetrante contra la cultura dominante de aquella ¨¦poca, la cultura de hibernaci¨®n neobarroca que modelaba y esculp¨ªa el sistema pol¨ªtico del franquismo intermedio: miedo y mistificaci¨®n, ret¨®rica y mediocridad. Mandarines y becarios, heterodoxos y entusiastas c¨ªnicos, inquisidores y exegetas, legos y proc¨®nsules, profetas y marmitones, alguaciles y rectores, juglares y gacelas a enamorar, dictadores y enmucetados, excarcelantes y colaboracionistas, escoliastas y mendigos fil¨®sofos, constituyen un inmenso y viviente retablo figurativo y simb¨®lico. Como coherente exiliado interior, buscando en el lenguaje su refugio y su instrumento medido de protesta, Espinosa sustituye la frontalidad cr¨ªtica por un gran montaje cr¨ªptico, ir¨®nico y pesimista. De alguna manera, como otro exiliado interior, tambi¨¦n llamado Espinosa (Baruch), en el XVII holand¨¦s, nuestro Espinosa va puliendo una gran lente desde la distancia y la ¨¦tica pol¨ªtica contestataria: as¨ª, en las culturas ortodoxas y fundamentalistas, jud¨ªos y p¨¢ganos se encierran o los encierran en exilios o guetos interiores.
Testimonio
Para conocer y adentrarse en lo que la vida cultural franquista signific¨® gen¨¦ricamente y, de modo especial, en el marco de un ambiente provinciano, Escuela de mandar¨ªnes quedar¨¢, indudablemente, como un testimonio paradigm¨¢tico y extrapolable a ¨¢mbitos globales. Para conocer un modelo de exiliado interior -anticolaboracionista, pero no opositor radical-, que observa desde la clausura, Espinosa expresa, en este orden de ideas, un claro arquetipo literario y pol¨ªtico.
Por otra parte, Escuela de mandarines, utop¨ªa pol¨ªtica, es tambi¨¦n una historia compleja de amor: el esc¨¦ptico moralista y pagano anuncia un sensual juglar enamorado de Azenaia. Pero ya los amores oblicuos, el erotismo dramatizado y trivializado, el estoicismo intemporal, la privatizaci¨®n inevitable, se desarrollar¨¢ m¨¢s en el segundo Espinosa, en el Espinosa de las Tribadas (Falsaria y Confusa) y de Sklepios. Leer y releer a Miguel Espinosa, descifrar sus arcanos, puede ser sin duda un l¨²cido y gratificante ejercicio intelectual en este est¨ªo.
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