Un sue?o firmado Lavelli
ENVIADO ESPECIAL Hac¨ªa 10 a?os que Jorge Lavelli no dirig¨ªa una ¨®pera en la Court du Palais de l'Archev¨ºch¨¦ de Aix-en-Provence. 10 a?os que han marcado en profundidad la trayectoria de este festival, desde su nacimiento -en 1948, paralelamente al festival de teatro de Avi?¨®n, con el que mantiene estrechas relaciones art¨ªsticas- considerado como uno de los de mayor prestigio del verano europeo.
Fue en 1982 cuando Louis Erlo, sucesor de Bernard Lefort, se hizo cargo de la direcci¨®n de las sesiones oper¨ªsticas provenzales. Sus dos consignas fueron, y siguen siendo, fidelidad e innovaci¨®n. Fidelidad en primer lugar a Mozart: un ciclo como m¨ªnimo por temporada, cuando no dos, como en la presente (Flauta y Cos¨ª fan tutte); y fidelidad, tambi¨¦n a un objetivo que anim¨® al festival desde sus or¨ªgenes: el descubrimiento de nuevas voces entre los j¨®venes. Anne-Sofie von Otter, Rock-well Blake, Olaf Baer y SyIvia Sass son descubrimientos de este festival, que mantiene una activa pol¨ªtica de audiciones.
La flauta m¨¢gica
De W. A. Mozart, sobre libreto de E. Schikaneder. Principales int¨¦rpretes: Hellen Kwon, Luba Orgonosova, Edith Schinid-Lienbacher, Kurt Streit, Anton Scharinger, Erick Knodt, Steven Cole. Direcci¨®n esc¨¦nica: Jorge Lavelli. Decorados: Max Bignens. Ensemble Orchestral de Par¨ªs y coros del festival dirigidos por Armin Jordan. Festival de Aix-en-Provence. D¨ªa 16 de julio.
T¨ªtulos olvidados
Las innovaciones consisten primeramente en el redescubrimiento de t¨ªtulos olvidados, en su mayor¨ªa de la ¨¦poca barroca. A las Bor¨¦ades de Rameau de 1982, han sucedido t¨ªtulos como Hippolyte et Aricie, del mismo autor, Tancr¨¨de, del compositor de Aix Andr¨¦ Campra, Psych¨¦, de Lully, Armida, de Rossini y The fairy queen, de Purcell, mientras que para el a?o que viene se anuncia Les indes galantes, de Rameau. Pero la era Erlo ha traido otra novedad, esta menos pac¨ªfica: la renuncia voluntaria a cantantes consagrados, al star-system l¨ªrico, en aras de un concienzudo trabajo de preparaci¨®n de las producciones. Los cantantes que pasan por Aix se quedan aqu¨ª desde el 10 de junio, fecha en que empiezan los ensayos, hasta que se cierra el festival, el d¨ªa 30 del mes siguiente. No hay muchos consagrados dispuestos a sacrificar tantas fechas de su calendario. La apuesta de Erlo va hacia las producciones propias: cinco t¨ªtulos por verano, cinco directores musicales, cinco directores esc¨¦nicos, cinco orquestas diferentes, cada una volcada a la obra que le ha sido asignada. Es un planteamiento a respetar, especialmente cuando el compositor-insignia de la programaci¨®n es Mozart, el que menos tolera la falta de homogeneidad.Lavelli se ha encontrado contodo esto y con lo que ya conoc¨ªa: un teatro al aire libre -con capacidad para 1.630 plazas- de dimensiones perfectas para la obra mozartiana: nunca los cantantes se encuentran a una distancia superior a los seis metros del director, lo que crea un clima camer¨ªstico fascinante.
Es verdad que el escenario plantea no pocos problemas: a una boca muy amplia corresponde una notable falta de profundidad. A ello hay que a?adir unos espacios laterales sumamente limitados. Es el desaf¨ªo que siempre ha lanzado Aix: corresponde al director de escena-resolver con ingenio los conocidos problemas de espacio.
Lavelli, con su fiel Max Bignens como decorador, ha optado, por elementos colgados, combinados con otros que aparecen del suelo del escenario. Una gran cortina movil de fin¨ªsimas tiras, sobre las que la iluminaci¨®n crea espectaculares efectos, le sirve para delimitar zonas, separar ambientes, crear la ilusi¨®n entre lo real y lo so?ado.
Por lo dem¨¢s el director de origen argentino mantiene la escena siempre despejada: algunos elementos-s¨ªmbolo le bastan para recrear un sue?o a lo Lewis Carroll en el que Tamino viste pantalones de golf blancos, Pamina un vestido victoriano de puntas y Papageno una chaqueta de frac sin mangas como la que podr¨ªa llevar el delicioso conejo de Alicia en el pa¨ªs de las maravillas. Al final, Lavelli, cit¨¢ndose a s¨ª mismo -fue el primero que utiliz¨® ese recurso en Aix- deja al desnudo la pared de fondo, la piedra cruda del palacio arzobispal: el sue?o ha concluido.
La atractiva propuesta esc¨¦nica, que, como era de suponer, ha levantado puntual pol¨¦mica, encuentra en la direcci¨®n musical del suizo Armin Jordan una perfecta correspondencia. Su vigoroso gesto, su extraordinaria capacidad para introducir valientes cambios de tiempo su instinto para mecer las voces, arrullarlas, conducirlas hacia su objetivo sin forzar en ning¨²n momento hacen que la partitura brille con luz nueva.
Del joven reparto vocal hay que destacar al norteamericano Kurt Streit, un Tamino alto, rubio, guapo, heroico en el gesto y ligero en sus estupendas prestaciones vocales; al austr¨ªaco Anton Scharinger, poderoso Papageno, heredero de las mejores tradiciones germ¨¢nicas; y a la joven, de origen checo, Luba Orgonosova, una Pamina llena de gracia. Menos bien estuvieron la coreana Hellen Kwon (reina de la noche) y el alem¨¢n Erick Knodt (Sarastro). Por contra Steven Cole es el Monostatos que usted siempre so?¨®: negrito de formas redondeadas con una dicci¨®n en la que aire y notas se combinan c¨®micamente.
Despertarse de ese sue?o en el que Lavelli y Jordan nos han metido por una noche no resulta confortable. Menos mal que las calles de Aix permiten alargar el duermevela en el sofocante verano provenzal.
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