Econom¨ªa y cristianismo
Las vacaciones del verano parecen el tiempo m¨¢s propicio para que el hombre urbano -una gran mayor¨ªa dentro de nuestra sociedad- disfrute del contacto directo con la naturaleza. Por lo mismo, es ocasi¨®n tambi¨¦n de recordar las relaciones un tanto tormentosas del hombre con su ambiente. Los movimientos ecologistas vienen alertando a la opini¨®n p¨²blica sobre la expoliaci¨®n irracional a la que estamos sometiendo a nuestro planeta. Ya es t¨®pico el ejemplo del que corta la rama en la que est¨¢ subido, suspendido sobre el abismo.Desde que, ahora hace 20 a?os, la Unesco public¨® un Ebro que caus¨® sensaci¨®n, titulado Estamos haciendo inhabitable el planeta, hasta el ¨²ltimo congreso de Par¨ªs sobre la capa de ozono de la atm¨®sfera, se han intensificado los debates sobre este gigantesco problema, cada vez m¨¢s grave y m¨¢s urgente, analizando las causas, evaluando los efectos y buscando soluciones.
?Qui¨¦nes son los culpables de este expolio y esta destrucci¨®n de la naturaleza? Culpables somos todos. Podr¨ªamos decir que "entre todos la matamos, y ella sola se muri¨®". O est¨¢ a punto de morir. Lo m¨¢s urgente y positivo es buscar entre todos los mejores remedios dentro de lo posible, y poner manos a la obra.
En esta lucha tit¨¢nica, de alcance planetario, todos podemos ser ¨²tiles y todos somos necesarios. Se trata de unir las fuerzas en un objetivo de primera necesidad para la especie humana, y aun para la misma subsistencia de la vida en la Tierra; un objetivo en el que podr¨ªan colaborar las distintas culturas y civilizaciones del mundo, las diferentes religiones y filosof¨ªas, las ciencias y las tecnolog¨ªas; pol¨ªticos y educadores; publicistas, soci¨®logos y comunicadores de todas las tendencias; los artistas, los escritores y poetas. Se trata de una especie de m¨ªstica ecum¨¦nica, que podr¨ªa hacer converger las diferentes cosmovisiones y los distintos humanismos en un fundamento com¨²n: primum vivere.
A este respecto, el cristianismo ha sido acusado parad¨®jicamente de dos defectos contradictorios entre s¨ª: mientras que para unos ha supuesto una r¨¦mora en la historia de la investigaci¨®n cient¨ªfica, para otros ha sido el ¨²ltimo causante, como el pecado original, de esta hybris, esta soberbia furiosa que desde la ciencia emp¨ªrica hasta las tecnolog¨ªas agresivas ha tratado al mundo no como un hogar al que cuidar para vivir, sino como una empresa a la que explotar al m¨¢ximo y hasta esquilmar.
Es cierto que la cosmovisi¨®n judeo-cristiana de la naturaleza como creaci¨®n ha desmitificado, desacralizado y desdivinizado el mundo, para adorar tan s¨®lo al Creador, lo cual ha sido la clave y la ra¨ªz de la actitud del hombre occidental para atreverse a la manipulaci¨®n y experimentaci¨®n cient¨ªfica de su entorno. Por otra parte, el concepto b¨ªblico del hombre como rey de la creaci¨®n ha podido dar pie a muchas actitudes de expolio irracional del mundo.Sin embargo, ni el verdadero pensamiento b¨ªblico ni tampoco la doctrina cristiana sostenida durante 20 siglos permiten semejante interpretaci¨®n. Ya en las primeras p¨¢ginas del G¨¦nesis, en los dos relatos de la creaci¨®n, aparecen aspectos complementarios en la relaci¨®n del hombre con su h¨¢bitat; si en una se le ordena: "llenad la Tierra y sometedIa", en la otra, de origen m¨¢s arcaico en sus fuentes, se dice: "Tom¨®, pues, Yahveh. Dios al hombre -se trata aqu¨ª conjuntamente del var¨®n y la mujer- y le dej¨® en el jard¨ªn de Ed¨¦n, para que lo labrase y cuidase" (Gn 1, 28; 2, 15).Si bien el diluvio es presentado como castigo por el pecado, despu¨¦s hace Yahveh un pacto de alianza con No¨¦, simbolizado en el arco iris, como promesa firme de vida y de esperanza. En todo el Antiguo Testamento se manifiesta una actitud contemplativa, de respeto y admiraci¨®n ante la creaci¨®n de Dios, especialmente en los salmos y en los libros sapienciales.Tanto en la predicaci¨®n como en los milagros de Jes¨²s se transparenta la m¨¢s perfecta sinton¨ªa que haya podido tener hombre alguno con la naturaleza, a la que conoc¨ªa y amaba como nadie, por ser obra del Logos divino, encarnado en el profeta de Nazaret. San Pablo hablar¨¢ despu¨¦s de una creaci¨®n que gime bajo la opresi¨®n del hombre de pecado, pero que espera tambi¨¦n su liberaci¨®n y renovaci¨®n en el hombre nuevo, redimido por Cristo. Y hasta el ¨²ltimo libro de la Biblia cristiana, el Apocalipsis, promete para el futuro una nueva tierra, una nueva creaci¨®n.Despu¨¦s, hay que reconocer que ha habido de todo dentro del cristianismo en general. Muchos olvidos, desorientaciones y hasta desviaciones, desde luego. Pero podr¨ªamos decir que tanto en la doctrina como en la pr¨¢ctica ha prevalecido claramente en la Iglesia una actitud ante el cosmos de respeto, admiraci¨®n y gratitud, como obra y regalo de Dios, pero tambi¨¦n como encargo del que hemos de dar cuenta como administradores.
Lo mismo la ense?anza de los papas y obispos que las palabras y ejemplos de los santos, han abundado siempre en este sentido. ¨²ltimamente, tanto Juan XXIII como Pablo VI -en la FAO, por ejemplo- y Juan Pablo II se han pronunciado constantemente y con firmeza en la l¨ªnea de lo que bien podr¨ªa llamarse una ecolog¨ªa cristiana.
Personalmente, debo confesar tambi¨¦n en este aspecto el influjo que la fe tuvo en m¨ª. Cuando en mi juventud viv¨ªa pr¨¢cticamente lejos del cristianismo y de la Iglesia, no sent¨ªa preocupaci¨®n ecol¨®gica alguna. Despu¨¦s, en cambio, tanto la meditaci¨®n de la Biblia como el estudio de la teolog¨ªa fueron creando en m¨ª una nueva cosmovisi¨®n que bien podr¨ªa llamarse -a?os 1950.- ecolog¨ªa avant la lettre. As¨ª, por ejemplo, mientras que antes era aficionado a las corridas de toros, desde entonces ya no soy partidario de las mismas, por considerarlas un sufrimiento innecesario de los animales.
El cristianismo cree en la superioridad del hombre -como imagen de Dios, en el Antiguo Testamento; como hijo de Dios, en el Nuevo- sobre los animales y las plantas, pero tambi¨¦n que debemos respetarlos, amarlos y cuidarlos, como criaturas de Dios y como parientes del hombre. Teniendo en cuenta con realismo las condiciones y condicionamientos de la vida en nuestro mundo, hay que moverse con sabidur¨ªa, prudencia y equilibrio entre diversas apor¨ªas.
Habr¨¢ que buscar estrategias que permitan aprovechar los frutos de la tecnolog¨ªa que hacen m¨¢s confortable la vida del hombre, y saber corregir al mismo tiempo los efectos negativos que produzcan, o bien prescindir de aquello que pueda traer notables perjuicios para la vida del hombre o el equilibrio de su h¨¢bitat. Esto supondr¨ªa educar para una ¨¦tica ecol¨®gica de la sobriedad y de la austeridad, evitando el despilfarro in¨²til de energ¨ªas y el consumo compulsivo de productos industriales que prometen una felicidad ficticia.
En un mundo dividido entre un hemisferio Norte opulento y un hemisferio Sur hambriento, el problema ecol¨®gico debe enfocarse tambi¨¦n en t¨¦rminos de justicia internacional. Si queremos encontrar soluciones a largo plazo y no poner parches de emergencia, lo que se necesita es nada menos que una conversi¨®n de la conciencia del mundo, si de verdad queremos salvar la vida en el mundo.
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