El mandato celeste
Seg¨²n la filosof¨ªa china cl¨¢sica, el orden c¨®smico, el cielo (tian), se refleja en la sociedad humana en forma de paz (an) y armon¨ªa sociales. Precisamente la preservaci¨®n de esa paz es la tarea propia del emperador, que act¨²a como mediador entre el universo y la sociedad.Ninguna cultura ha apreciado tanto la paz como la china. A diferencia de los reyes occidentales, los emperadores chinos nunca eran representados en adem¨¢n guerrero o empu?ando una espada; se supon¨ªa que eran seres delicados, envueltos en sedas, dedicados al estudio y a la pr¨¢ctica de los ritos sagrados.
Toda la ciudad de Pek¨ªn estaba organizada en funci¨®n de los ritos del cielo y de la paz. En el magn¨ªfico templo del cielo (tian-tan) destaca el altar para las rogativas por las buenas cosechas, con su impresionante c¨²pula de madera policroma. Una vez terminados los ritos propiciatorios, el emperador se dirig¨ªa al palacio imperial, al que entraba por la puerta de la paz celestial (tian-anmen). Despu¨¦s de conceder audiencia en el pabell¨®n de la armon¨ªa suprema, se retiraba a descansar al pabell¨®ri de la tranquilidad terrestre.
Si el emperador era virtuoso y benevolente y realizaba a la perfecci¨®n los ritos, el resultado era la ansiada paz. La principal avenida de Pek¨ªn se llama Chang-an (Paz eterna). Si el emperador no estaba a la altura de las circunstancias, perd¨ªa el mandato celeste (tian-ming). La paz se acababa. El emperador todav¨ªa trataba de conservar su autoridad por la represi¨®n y la violencia, pero su suerte estaba echada y pronto acababa siendo derrocado.
La historiograf¨ªa china siempre ha explicado el derrumbamiento de las dinast¨ªas mediante la teor¨ªa del mandato celeste. Ya hace m¨¢s de 3.000 a?os Wu Wang derroc¨® a la dinast¨ªa Shang y estableci¨® en el trono a su propia familia, la Zhou. Derrocar a un emperador habr¨ªa sido un gran crimen. Pero el ¨²ltimo monarca Shang ya no era un genuino emperador, pues, a causa de sus desmanes, se hab¨ªa convertido en un tirano y hab¨ªa perdido el mandato celeste, que habr¨ªa pasado a recaer en Wu Wang. Al menos ¨¦sa fue la justificaci¨®n ideol¨®gica de la nueva dinast¨ªa Zhou y de todas las que le sucedieron.
La dinast¨ªa manch¨² de los Qing perdi¨® el mandato celeste y fue derrocada en 1911. La rep¨²blica no tuvo mejor suerte. El 4 de mayo de 1919 los estudiantes de la universidad de Pek¨ªn se manifestaron contra el Gobierno. La historia se repite.
La primera mitad de este siglo fue para China una org¨ªa de violencia y guerras inacabables. Por eso la mayor¨ªa de los chinos saludaron con esperanza el final de la ¨²ltima guerra civil, que llev¨® al poder a Mao Zedong. Parec¨ªa que el mandato celeste hab¨ªa reca¨ªdo en el partido comunista y que China iba a emprender una nueva era de tranquilidad. Por desgracia, no fue as¨ª. En 1957 Mao promovi¨® el movimiento de las cien flores, que degener¨® en una sangrienta purga de cuantos pensaban de otra manera que el l¨ªder. En 1958 el gran salto hacia delante y la fundaci¨®n de las comunas populares provoc¨® un desastre econ¨®mico sin precedentes. Para desembarazarse de susoponentes, Mao lanz¨® en 1966 la revoluci¨®n cultural, que caus¨® innumerables muertes, sufrimientos y destrucciones. Una gran parte del patrimonio cultural chino desapareci¨® para siempre. Una generaci¨®n entera de chinos fue sacrificada y creci¨® en la ignorancia y la amargura. S¨®lo Zhou Enlai trataba de moderar tanta locura. Precisamente las manifestaciones de los estudiantes a su muerte en 1976 iniciaron el proceso que conducir¨ªa a Deng Xiaoping al poder.
A partir de 1978 Deng es el hombre fuerte de China. Deng es un hombre inteligente y que ha deparado a China 10 a?os de paz y progreso. Una pol¨ªtica consecuente de control de la natalidad y de liberalizaci¨®n econ¨®mica ha proporcionado a los chinos un bienestar sin precedentes. La privatizaci¨®n de la agricultura ha multiplicado la producci¨®n de alimentos. Los mercados chinos est¨¢n mucho mejor abastecidos que los sovi¨¦ticos, como pudieron constatar con envidia los acompa?antes de Gorbachov en su reciente visita a Pek¨ªn. La limitaci¨®n del n¨²mero de infantes hace que los ni?os est¨¦n mimados, mofletudos y bien alimentados. En 1986 parec¨ªa que el l¨®gico paso siguiente ser¨ªa la liberalizaci¨®n pol¨ªtica. A finales de 1986 y principios de 1987 los estudiantes de Hefei, Pek¨ªn, Shanghai y otras ciudades se manifestaron a favor de una mayor libertad y participaci¨®n pol¨ªticas. El secretario general del partido comunista, Hu Yaobang, ve¨ªa con simpat¨ªa las l¨®gicas peticiones de los estudiantes. Sin embargo, el anciano Deng hizo dimitir a Hu (previamente su favorito) y orden¨® la represi¨®n de los estudiantes, acusados de liberalismo burgu¨¦s.
Estuve en la universidad de Pek¨ªn hace dos a?os, en 1987, poco despu¨¦s de esa represi¨®n. Hablando con los estudiantes, estaba claro que ah¨ª no iba a acabar la cosa. El partido defend¨ªa a la vez las cuatro modernizaciones (que inclu¨ªan la liberalizaci¨®n econ¨®mica y la apertura al exterior) y los cuatro principios fundamentales (que inclu¨ªan la dictadura del proletariado -es decir, del partido comunista- y la lucha contra el liberalismo burgu¨¦s). Como muchas de las medidas del r¨¦gimen parec¨ªan netamente liberales, pregunt¨¦ a los cuadros del partido con los que pude hablar por la diferencia entre su liberalismo y el liberalismo burgu¨¦s. Result¨® que su liberalismo se limitaba a la esfera econ¨®mica. El liberalismo burgu¨¦s, por el contrario, era el pluripartidismo y la libertad pol¨ªtica. El Partido Comunista Chino estaba, en efecto, sosteniendo una posici¨®n te¨®rica parecida a la de Pinochet.
El 15 de abril de 1989 muri¨® Hu Yaobang. Los estudiantes, que lo recordaban como defensor de sus anteriores peticiones de libertad, volvieron a manifestarse en su honor y para pedir m¨¢s democracia. Tambi¨¦n esta vez el nuevo secretario general del partido, Zhao Ziyang, volvi¨® a apoyar las peticiones de los estudiantes.
La plaza de Tiananmen, la mayor plaza del mundo, era un hervidero maloliente y esperanzado en estos d¨ªas de junio de calor pegajoso y chaparrones intermitentes. Dos mil estudiantes en huelga de hambre oficiaban un culto propiciatorio a la diosa dela democracia, ingenuamente entronizada frente al retrato de Mao.
Los emperadores chinos viv¨ªan aislados en la ciudad prohibida, rodeados de sus eunucos. La ciudad prohibida es ahora el museo del palacio imperial, pero a su izquierda se encuentra la nueva ciudad prohibida, el complejo residencia] amurallado de Zhongnanhai, impenetrable para todos excepto para la gerontocracia que lo habita y que decide los destinos de la inmensa China. Al d¨ªa siguiente de su entrevista con los estudiantes, Zhao fue acusado por Deng de traidor a la revoluci¨®n por aceptar compromisos con el liberalismo burgu¨¦s. Deng, de 84 a?os, no conserva m¨¢s cargo que el de presidente de la Comisi¨®n Central Militar, pero ese cargo es el decisivo. Como Mao hab¨ªa sentenciado, "el poder pol¨ªtico surge de los fus¨ªles". En la tensa reuni¨®n en que acus¨® a su hasta entonces protegido Zhao de traici¨®n, Deng dijo a Zhao: "Tengo tres millones de soldados detr¨¢s de mi". Zhao replic¨®: "Yo tengo a todo el pueblo de China". Deng, con desprecio, le contest¨®: "T¨² no tienes nada". Deng ten¨ªa raz¨®n, al menos a corto plazo.
La implacable oposici¨®n de Deng, Yang y el resto de la gerontocracia a la libertad pol¨ªtica y la democracia s¨®lo puede mantenerse por la fuerza de las armas. Seg¨²n la cruda filosof¨ªa de los veteranos de la Larga Marcha, esta fuerza es lo ¨²nico que importa. Pero, seg¨²n una tradici¨®n china mucho m¨¢s antigua y profunda, esa dependencia de las armas y de la violencia anuncia el fin de las dinast¨ªas. Por primera vez desde que Mao gan¨® la guerra civil, los chinos comentan que el partido comunista ha perdido el mandato celeste.
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