La muerte en Cuba
Apareci¨® en EL PA?S del pasado 19 de julio una carta firmada por un tal Gabriel Albiac e impropia de las p¨¢ginas de un diario que se tilde de m¨ªnimamente serio y respetuoso con la libertad. y la dignidad de las personas, en la que se vierten insultos contra un jefe de Estado, concreta y casualmente contra Fidel Castro Ruz, presidente del Consejo de Estado y de Ministros de Cuba.En dicha carta se llega a llamar a Fidel Castro (cito textualmente) "sucia bestia asesina".
Estoy absolutamente convencido de que dicho insulto, dirigido contra cualquier otro jefe de Estado, no hubiera tenido cabida en las p¨¢ginas de EL PA?S.
Adem¨¢s de rezumar dicha carta un visceralismo irracional y trasnochado, al margen de un odio desmedido, en ella se vierten una serie de inexactitudes y tergiversaciones mitineras del peor estilo fascista. Da la impresi¨®n (naturalmente, s¨®lo a los desinformados o a los resentidos como el citado firmante) de que Fidel es el due?o y se?or de la isla de Cuba, que de su voluntad dependen la vida y muerte de millones de cubanos, cuando cualquier observador m¨ªnimamente imparcial puede observar como lo que era un repugnante garito, trastienda de cabar¨¦ barato donde la vida y la muerte se mezclaban impunemente con el d¨®lar, el hampa, la prostituci¨®n, el analfabetismo, la mortandad infantil y la droga, se ha transformado -por obra y gracia de la voluntad del pueblo cubano- en un pa¨ªs digno, donde los valores esenciales del hombre (que no son precisamente los de la renta per c¨¢pita) se han convertido en la gu¨ªa de la revoluci¨®n.
Pero no en una revoluci¨®n de matiz s¨®lo espiritual donde se anteponga la dignidad a todo lo dem¨¢s -que se antepone y que si no fuera por ella no se habr¨ªa alcanzado ninguna meta-, sino en una revoluci¨®n que cuida -en la medida de las posibilidades que le deja el bloqueo imperialista- de la felicidad de su pueblo, porque ella es el pueblo, porque Fidel es la cabeza de un gran movimiento que consigue levantarse cada d¨ªa y avanzar haci¨¦ndonos sentir el orgullo de su existencia y su trayectoria.
Si para ello hay que matar, como dijo Silvio Rodr¨ªguez, siempre ser¨¢ triste, doloroso, pero necesario.-
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