La respuesta de la m¨²sica a la muerte
Normalmente sol¨ªa ser as¨ª: justo antes de que diera comienzo un concierto o la representaci¨®n de alguna ¨®pera de Karajan, cuando se apagaban las luces de la sala y todos los espectadores se hab¨ªan reunido solemnemente, entonces entraba a hurtadillas en la sala Eliette Karajan, seguida de sus hijas, y precedida por alg¨²n notable de la ciudad de Salzburgo, que ten¨ªa el honor de acompa?ar a la esposa del director a su asiento. En la ceremonia en memoria del Maestro fallecido, nadie entr¨® tarde en la sala. Reinaba un silencio absoluto. Delante, en el escenario, donde anta?o Karajan pudo celebrar los grandes triunfos de su vida, estaba sentada la Filarm¨®nica de Viena; silenciosa y seria. El silencio que se crea cuando 2.000 personas reunidas y emocionadas por el recuerdo de un fallecido que hace nada a¨²n era el rey de las melod¨ªas, resulta inmensamente conmovedor.
Por fin sali¨® Saiji Ozawa, vestido de negro de la cabeza a los pies. Permaneci¨® inm¨®vil durante varios minutos, de pie delante de la orquesta, para luego dirigir el Air de la Suite en Re mayor de Johann Sebastian Bach. Atac¨® cada movimiento con ardor rom¨¢ntico. Era un Bach vien¨¦s con aires de Schubert.
Ozawa hizo una reverencia. No hubo aplausos. Y ocup¨® su asiento en la primera fila de butacas, delante a la derecha.
Apareci¨® Georg Solti. Se acerc¨® r¨¢pidamente a la Filarm¨®nica e inici¨® la Marcha F¨²nebre de la Heroica, con ritmo muy marcado, majestuosamente acompasado. S¨®lo en el fugato, cuando esta marcha f¨²nebre pasa de la emoci¨®n colectiva a la desesperaci¨®n individual, le arranc¨® Solti todo el tempo y el sentimiento. Y las trompetas del Juicio Final tronaron.
A lo largo de esta celebraci¨®n f¨²nebre, no se pronunci¨® una sola palabra. Tanto m¨¢s conmovedoras resultaron entonces -como hechas expresamente para esa ocasi¨®n- las palabras de la Biblia traducidas con incomparable belleza por Lutero: "Pues aqu¨ª no tenemos morada, sino que buscamos la morada futura". La pen¨²ltima y la ¨²ltima frase del Requiem de Brahms. James Levine dirigi¨® a Jos¨¦ Van Dam, que enton¨® el breve solo de bar¨ªtono. Cuando el coro se lanz¨® en pleno ¨¦xtasis el vibrante fortissimo del Jubileo: "Muerte, ?d¨®nde est¨¢ tu aguij¨®n?, infierno, ?d¨®nde est¨¢ tu victoria?", comprendimos que s¨®lo la m¨²sica es capaz de contestar con tanto orgullo a la muerte y al pasado.
Despu¨¦s de que Levine hubiese tomado asiento al lado de sus colegas, no apareci¨® ning¨²n director mas. La Filarm¨®nica de Viena ofreci¨® en honor del director salzburgu¨¦s Herbert von Karajan la m¨¢s breve y enigm¨¢tica m¨²sica f¨²nebre, la que dej¨® al morir el salzburgu¨¦s W. A. Mozart, la M¨²sica f¨²nebre mas¨®nica (Maurrische Trauermusik").
Aquel mismo d¨ªa, por la noche, se grab¨® un concierto de gala para todo el mundo, que se emitir¨¢ en el a?o 1990 (200 aniversario de la muerte de Mozart) y cuyos beneficios se destinar¨¢n al Fondo para la esclerosis m¨²ltiple. Anne-Sophie Mutter toc¨® el Concierto K. 216 en Sol mayor de Mozart. Como una campeona mundial. En ciertos momentos, alg¨²n que otro tono tal vez se escapara, pero tuvo que ver con el calor y las condiciones del entorno.
Sin br¨ªo
Tras tanta exquisitez y delicadeza, Murray Perahis tuvo alguna dificultad con el gran concierto para piano en Do mayor de Mozart. Tambi¨¦n porque James Levine dirigi¨® la ingente y sobrenatural marcha-preludio con excesivo sosiego, excesivo candor y falta de br¨ªo, la interpretaci¨®n se vio privada por completo de su vigor. Jessye Norman deb¨ªa ser el punto fuerte, seg¨²n el programa. Pero en mi opini¨®n no lo consigui¨®, con el recitativo ?"Ch'io mi scordi di te? - Non temer, amato bene" K. 505 de Mozart.
?Qui¨¦n ser¨¢ el sucesor de Karajan? ?Qui¨¦n ser¨¢ el futuro director del festival? ?Ser¨¢ Willnauer? ?Es cierto que Bacher, por dos semanas, se precipit¨® al presentar su dimisi¨®n? ?Habr¨ªa que llamar a August Everding de Munich? ?O acaso los muniqueses ya no quieren ceder, y mucho menos a los salzburgueses, su decorativo General?. Estos son los rumores que corren por Salzburgo, pues en esta ciudad, el gran arte de la intriga no conoce temporada baja.
Eliette von Karajan ha contribuido a ello. El 28 de julio, public¨® en el Neue Z¨¹rcher Zeitung una esquela en la que pod¨ªa leerse que "el coraz¨®n de Karajan hab¨ªa dejado de latir durante los ensayos, en el extranjero". Los salzburgueses se preguntan at¨®nitos si para su c¨¦lebre conciudadano, Salzburgo -visto desde sus queridas monta?as suizas- es el extranjero. Se rumorea que la viuda ha salido ganando con su extranjer¨ªa. No han faltado los comentarios (envenenados) de la prensa. S¨®lo los m¨¢s audaces tratan de explicar la desgracia en clave humana. Si Karajan consideraba Salzburgo como el extranjero y St. Moritz, en Suiza, como su patria, ?entonces los herederos ahorran al pagar los impuestos suizos! Cuando cuesta dinero ser compatriota, conciudadano y sucesor de un tal Mozart, la opci¨®n suiza resulta comprensible.
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