Elegancia de un escritor con estilo
Mi recuerdo de Manuel Halc¨®n va unido a la evocaci¨®n de su talante y de la dignidad de su porte. Hablar con ¨¦l, incluso en los ¨²ltimos tiempos, en que se reclu¨ªa voluntariamente en su solitario encierro, resultaba siempre una experiencia grata por el tono que adquir¨ªa por su parte el di¨¢logo. No s¨¦ qui¨¦n describ¨ªa los salones de su vivienda madrile?a como un ¨¢mbito de resonancia aterciopelado.Y era, en efecto, un clima espec¨ªfico el que se percib¨ªa con las impecables encuadernaciones de los libros que desbordaban los anaqueles, las pinturas, los documentos; en suma, un escenario vital que se completaba con una gastronom¨ªa exquisita y popular a la vez que ofrec¨ªa a sus invitados. Era divertido escuchar al anfitri¨®n. Siempre apasionado en su inter¨¦s por los grandes problemas nacionales, y relatando de pronto una an¨¦cdota personal de inter¨¦s hist¨®rico en la que el humor se iba acentuando poco a poco hasta acabar en burla, nunca sangrienta, pero en ocasiones arrolladora. No s¨¦ si esto le ven¨ªa por el linaje andaluz de sus sonoros apellidos camperos. Lo que s¨ª puedo asegurar es que en el tributo a la amistad, entendida como una comunidad de cultura vital, su trato era realmente insuperable.
Me correspondi¨® dirigir el acto de la presentaci¨®n de una magistral novela suya traducida al franc¨¦s en Par¨ªs durante mi etapa de embajador en aquella capital. Fue extraordinaria la actuaci¨®n del autor ante los medios de comunicaci¨®n y los cr¨ªticos literarios parisienses, nada f¨¢ciles en sus juicios y recensiones.
Manuel Halc¨®n, conocedor exhaustivo de la historia de las letras de la vecina Rep¨²blica, navegaba ante la rueda informativa con el aplomo y la maestria de un experto en la materia. Sus numerosos viajes europeos le confer¨ªan un regusto universal a su bagaje cultural de lector y de visitante de las capitales de Occidente.
Exquisito castellano
He sido lector apasionado de la prosa de este noble esp¨ªritu, cuya audacia de planteamientos novel¨ªsticos corr¨ªa pareja con el exquisito manejo de la lengua castellana. La rica cadencia fluyente de su estilo no se deten¨ªa en piruetas recreativas, sino que iba certeramente a la precisi¨®n del narrador. Sus obras se han considerado, seguramente con raz¨®n, influidas de un modo directo por el acervo riqu¨ªsimo de la Andaluc¨ªa profunda, pero ella no les confiere localismo alguno. Halc¨®n fue un art¨ªfice sefiero de nuestra lengua y en sus inventos y tramas fue m¨¢s all¨¢ que muchos de su generaci¨®n, sin que le arredraran temores ni coerciones, sino el prop¨®sito firme de que las novelas reflejaran con fidelidad la aparentemente herm¨¦tica sociedad de su tiempo.
Su ingreso solemne en la Real Academia, en diciembre de 1962, fue una ocasi¨®n inolvidable que me qued¨® grabada en la memoria por haber tenido la fortuna de presenciarla. Ante un recinto lleno y expectante, desgran¨® en media hora su interpretaci¨®n filos¨®fica y art¨ªstica de lo que era y de lo que llevaba consigo el agro andaluz. Un an¨¢lisis certero, ocurrente, erudito, anclado en la m¨¢s remota mitolog¨ªa, premiado de sorpresas filol¨®gicas y de agudezas de percepci¨®n ins¨®litas sobre el paisaje en general y el modo variable y en ocasiones contrapuesto con el que lo llevaron al lienzo con distintos prop¨®sitos los maestros de la pintura occidental.
Jos¨¦ Mar¨ªa Pem¨¢n le dio la contestaci¨®n en t¨¦rminos hom¨®logos, trazando al respecto una silueta del nuevo acad¨¦mico henchida de realismo y desbordante de camarader¨ªa b¨¦tica. "La lengua de Halc¨®n", dijo el poetajerezano, "tiene un grafismo carnoso y abundante. Sus obras emergen, como sus palabras, del fundamental silencio andaluz". Ahora que la muerte. se ha llevado para siempre a Manuel Halc¨®n, sus amigos queremos tejer una corona de recuerdos trenzada con laurel y palmas.
Babelia
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