La destrucci¨®n de un espectro
LA IDEA de L¨ªbano como un pa¨ªs que es de todos y de nadie, que tiene tantos Gobiernos como facciones, tantas pol¨ªticas como religiones, tantas guerras como feudos locales, est¨¢ ya tan arraigada que parece imposible que una nueva batalla incremente la tragedia. Sin embargo, la fase actual de la multiguerra civil libanesa amenaza con algo m¨¢s que la destrucci¨®n de un espectro: el riesgo de extensi¨®n del conflicto a sus aleda?os, Siria e Israel.La guerra libanesa se ha venido apoyando desde 1976 en un sangriento acuerdo t¨¢cito: nadie pretende eliminar completamente al adversario, sino m¨¢s bien impedir una hegemon¨ªa decisiva. As¨ª, Siria, que alternativamente apoy¨® a cristianos y musulmanes de variada filiaci¨®n, quiere un r¨¦gimen afecto y d¨®cil; Israel, con aspiraciones m¨¢s modestas, pretendi¨® con la guerra de 1982 su neutralizaci¨®n como base de operaciones contra su territorio, en lo que s¨®lo tuvo un ¨¦xito parcial; los cristianos maronitas, por su parte, pretend¨ªan mantener una supremac¨ªa hist¨®rica que los n¨²meros sobre el terreno ya no le reconocen; mientras, los musulmanes sun¨ªes, shi¨ªes y la rama desviada del islam de los drusos, pese a la creciente subdivisi¨®n de intereses, han mejorado su cuota de poder en un Estado reconvertido en campo de batalla. Lo que cambi¨® radicalmente con la insurrecci¨®n del general cristiano Michel Aoun en marzo pasado es la mayor¨ªa de la comunidad cristiana, mucho m¨¢s unida en su esfuerzo por expulsar a Siria del pa¨ªs y reconstruir sobre una base multiconfesional una idea de L¨ªbano independiente y soberano. Ahora, al cabo de unos meses de combates, la tenacidad del general cristiano ha servido para demostrar la incapacidad de Sirla de eliminarlo del terreno si no es, quiz¨¢, recurriendo a una guerra total. Al mismo tiempo, la creciente independencia de Israel del general liban¨¦s tampoco le hace m¨¢s c¨®modo para Tel Aviv. Ah¨ª radica el peligro de extensi¨®n de la guerra.
La ofensiva del general Aoun, aunque s¨®lo relativamente victoriosa, pone al presidente sirlo, Asad, en una situaci¨®n muy inc¨®moda. La diplomacia siria est¨¢ cada d¨ªa m¨¢s aislada en el conflicto de Oriente Pr¨®ximo y no puede permitirse el lujo de perder sus posiciones en L¨ªbano, aunque s¨®lo sea como baza de n'egociaci¨®n con sus adversarios ¨¢rabes: Irak, que apoya a Aoun; Egipto, que teme cualquier estallido contra la paz; Jordania, que siente demasiado pr¨®ximo el aliento de Siria, y la OLP palestina, que respalda todo lo que pueda perjudicar a su adversario sirio. Israel, por su parte, tampoco parece resignado a consentir la liquidaci¨®n del poder cristiano en Beirut, con el consiguiente aumento del predominio de su m¨¢s odiado enemigo, Damasco. Finalmente, Ir¨¢n, aunque en una l¨ªnea m¨¢s dialogante tras la muerte de Jomeini y la elecci¨®n del presidente Ahmed Rafsanyani, dif¨ªcilmente podr¨¢ aceptar la derrota de sus partidarios shi¨ªes del grupo Hezbol¨¢.
Por todo ello urge una iniciativa internacional que s¨®lo podr¨ªa corresponder a la ONU, respaldada por Estados Unidos y la Uni¨®n Sovi¨¦tica, para acabar con el insensato derramamiento de sangre. S¨®lo la fijaci¨®n de las fuerzas contendientes en sus posiciones actuales consentir¨ªa el respiro necesario para concertar una tregua con posibilidades de hacerse duradera. Aspirar a una soluci¨®n general ser¨ªa, en estos momentos, creer en los milagros porque ¨²nicamente el reordenamiento pol¨ªtico de la zona, con el fin del enfrentamiento ¨¢rabe-Israel¨ª, permitir¨ªa pensar en un nuevo L¨ªbano de todos y no contra todos.
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