Un 'Don Quijote' ejemplar
Ballet Nacional de Cuba
Don Quijote (Petipa/Minkus). Libreto, escenografia y Ig¨²rines: Salvador Fern¨¢ndez. Montaje coreogr¨¢fico: Marta Garc¨ªa, Mar¨ªa Elena Llorente y Karemia Morero. Direcci¨®n art¨ªstica: Alicia Alonso. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 9 de septiembre.
Como el s¨¢bado no bailaba Alicia Alonso, la Zarzuela no se hab¨ªa llenado del todo para la primera de las dos representaciones del Don Quijote. Pero al final de la noche el teatro se ven¨ªa abajo de aplausos. El virtuosismo de Of¨¦lia Gonz¨¢lez -una bailarina fuerte y segura, con la amplitud de movimiento, la potencia de salto y la gracia que requiere el agotador papel de Quiteria- hizo lo suyo, pero lo cierto es que la producci¨®n que el Ballet Nacional de Cuba ha montado de este dif¨ªcil y comprometido cl¨¢sico del repertorio ruso -que nunca, en tiempos recientes, se hab¨ªa visto completo en Madrid- es espl¨¦ndida en s¨ª misma.Diversos aspectos de El Quijote tentaron desde mediados del XVIII a muchos core¨®grafos, pero cuando el arte del ballet renaci¨® en Europa en este siglo, el ¨²nico punto de referencia que quedaba era la versi¨®n de Marius Petipa (1822-1910), montada inicialmente en el Gran Teatro de Mosc¨² en 1869 y que m¨¢s o menos remozada y alterada -por ¨¦l mismo y los maestros que le sucedieron, corno Gorsky y Zajarov- nunca dej¨® de representarse en Mosc¨² y Leningrado. Pero la verdad es que, fuera de Rusia, nunca cuaj¨® del todo el Don Quijote de Petipa y Minkus, montado por primera vez en Occidente por Marie Rambert en 1962, al contrario que otros ballets del gran marsell¨¦s -como La bella durmiente o El lago de los cisnes- que forman la columna vertebral del repertorio cl¨¢sico de pr¨¢cticamente todas las grandes compa?¨ªas. Nureyev va por la tercera versi¨®n; Baryshnikov no consigui¨® m¨¢s que un buen papel para s¨ª mismo y los intentos de hacer un Don Quijote desde otro ¨¢ngulo, tratando de superar el concepto de divertimento y la estrechez tem¨¢tica del de Petipa (que se limita al episodio de las bodas de Camacho) o huyendo de la algo ratonil m¨²sica de Minkus, tampoco tuvieron ¨¦xito duradero.
Eficacia
Por esto quiz¨¢, y por la especial responsabilidad que Alicia Alonso siente al abordar una obra que afecta a su propia herencia cultural, el Ballet Nacional de Cuba ha tardado tanto en montar su Don Quijote completo, que no se estren¨® hasta 1988. El resultado es un montaje tan importante o in¨¢s que su celebrada Giselle. Alonso y sus colaboradores han hecho mucho m¨¢s que "quitarle el polvo" al cl¨¢sico ruso: se lo han apropiado y, otorgando la debida pleites¨ªa al maestro Petipa, le han dado al viejo ballet la unidad dram¨¢tica y de estilo que siempre le faltaron.
En primer lugar, se ha logrado dar a la historia una estructura coherente y teatralmente eficaz al situar la acci¨®n en el momento mismo del nacimiento del mito rom¨¢ntico de Espa?a, durante la invasi¨®n napole¨®nica (la aparici¨®n de Don Quijote se justifica por una apelaci¨®n del pueblo, que en su zozobra acude a pedir ayuda a su estatua). Tanto el tratamiento coreogr¨¢fico como el visual se derivan de esta opci¨®n inicial: el ambiente del pueblo y de los bailes populares es deliberadamente goyesco, mientras que el de la danza m¨¢s formal de las dr¨ªadas es claramente rom¨¢ntico, lo que es un hallazgo definitivo. No hay literalidad, -no pod¨ªa haberla- en las danzas espa?olas, pero s¨ª un trabajo estimable de volver a las fuentes de las escuelas antiguas, incluso a Bournonville, sin perder la gracia disparatada y la vitalidad de la espa?olada petipesca. S¨®lo fallan el baile de los toreros del primer acto -con unos capotes canijos que no se saben manejar- y la de los gitanos del segundo, donde al querer huir de los z¨ªngaros y no atreverse a incluir flamenco, se ha encontrado una tercera v¨ªa sin fuste. La compa?¨ªa bail¨® a un gran nivel; L¨¢zaro Carre?o fue un Basilio convincente; Dagmar Moradillo brill¨® en su Cupido, y los dem¨¢s solistas estuvieron un punto por debajo de la esperada brillantez.
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