Incomprensibles errores de Vicente Aranda en el gui¨®n de 'Si te dicen que ca¨ª'
La pel¨ªcula basada en la obra de Juan Mars¨¦ y 'Batman', estrellas de la tercera jornada del certamen
Una vez m¨¢s, y es la en¨¦sima, el prurito de autor¨ªa hace da?os irreparables en el cine espa?ol. Si te dicen que ca¨ª, un filme lleno de im¨¢genes y escenas vigorosas que tiene sin caer en el rid¨ªculo situaciones dur¨ªsimas, con int¨¦rpretes excelentes y excelentemente dirigidos, muy bien montado, primorosamente ambientado y fotografiado, es decir, con muchos, y muy grandes m¨¦ritos parciales dentro, se viene abajo a causa de los graves e incomprensibles errores en que su director, el catal¨¢n Vicente Aranda, incurre en cuanto ¨²nico responsable de la escritura del gui¨®n. En otro planeta de otra galaxia, el fen¨®meno sociol¨®gico, que no cinematogr¨¢fico, llamado Batman lleg¨® tambi¨¦n al festival.
No se entiende por qu¨¦ el productor, Enrique Viciano, ha permitido a su director rodar un gui¨®n ante el que este ¨²ltimo no ha sabido mantener la lejan¨ªa necesaria para darse cuenta de sus desaciertos. Es evidente que este gui¨®n, desequilibrado y confuso, que para ser del todo inteligible requiere la lectura previa de la novela de Juan Mars¨¦ en que se basa, debiera haber pasado por las manos de otro escritor que hubiera puesto claridad y orden en la sucesi¨®n de unos sucesos que en la pantalla se atropellan unos a otros sin que el espectador tenga tiempo de percibir qu¨¦ ocurre realmente en ellos y, sobre todo -que es lo esencial en el buen, cine-, detr¨¢s de ellos.La densa y complicada historia que construye en su novela Mars¨¦ se vuelve en la pantalla no densa, sino espesa; no compleja, sino embarullada; no profunda, sino dificultosa. Aranda intenta componer -de manera suicida a nuestro juicio- un gui¨®n s¨®lo con puntos altos, que pasa de una escena de cumbre a otra escena de cumbre sin que medien otras zonas de respiro y de descanso para la atenci¨®n del espectador con unas cuantas conversaciones meramente explicativas que no explican nada y que fatigan m¨¢s a¨²n la atenci¨®n ya sobrecargada y enrevesan m¨¢s un relato de s¨ª enrevesado.
Aranda ha olvidado esta vez -al contrario que en otras como, por ejemplo, Tiempo de silencio o El Lute- la vieja teor¨ªa del McGuffin ideada por Hitchcock, que es el abecedario para este tipo de asignaturas. No consigue crear un verdadero punto de vista en la portentosa acci¨®n del filme. No traza en ella unas fronteras claras ni unos accesos n¨ªtidos entre los dive?os tiempos conjugados en el filme, ni lo que resulta incoinprensible en un dominador do espacios dram¨¢ticos como es Arailda, lo que suele dar gran libertad a los int¨¦rpretes de sus pel¨ªculas- entre los diferentes escenarios.
Espacios y tiempos se perturban rec¨ªprocamente y hacen finalmente imprecisos. Los int¨¦rpretes y los t¨¦cnicos, director incluido, se esfuerzan, imaginan, crean, estimulan,al espectador echan cada uno verdad en la pantalla. Pero estas verdades acumuladas no llegan a configurar una cadena o unaarquitectura dram¨¢tica y narrativa en la que cada parte sea, complementaria de las otras: simplemente esasverdades parciales se suman, se amontonan, y lo hacen sin suficiente orden para alcanzar una verdad total, que las engarce, aglutine y organice en forma de poema y de relato. Pero ¨¦sta es precisamente la funci¨®n de todo v¨¦rdadero gui¨®n.
Demasiado metido dentro del relato, Aranda no pod¨ªa ver con claridad, de la misma manera que a quien los ¨¢rboles impiden ver el bosque, los caminos hacia la unidad de ¨¦ste. Y ,queri¨¦ndolo hacer denso, se le ha dispersado; queri¨¦ndolo aprisionar en exceso, se le ha ido de las manos.
Babelia
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