70.000 espectadores corearon a Julio Iglesias en el estadio Santiago Bernab¨¦u
El cantante Julio Iglesias llen¨® anoche el estadio Santiago Bernab¨¦u, reuniendo a 70.000 personas para su primera actuaci¨®n en Madrid despu¨¦s de dos a?os de ausencia en la capital de Espa?a. El cartel de "no hay billetes" se colg¨® a primera hora de la tarde, coincidiendo con la formaci¨®n de las primeras colas a las puertas de un recinto que acab¨® completamente lleno. A las 22.05 comenzaba el recital, presentaci¨®n oficial de su ¨²ltimo elep¨¦, titulado Ra¨ªces. Los espectadores coreaban entusiasmados los primeros compases de cada canci¨®n para escuchar en silencio el resto.
Vestido con traje azul oscuro, corbata del mismo color y camisa blanca, moren¨ªsimo y sin perder ni un segundo su sonrisa de vendedor de dent¨ªfrico, Julio Iglesias se present¨® a una rueda de prensa celebrada unas horas antes en el mismo estadio "Canto para tres generaciones y eso es entra?able.. es lo mejor que le puede pasar a un artista. Y hoy voy a estar en mi casa, entre mi gente, en mi Bernab¨¦u", dijo, conocedor del f¨¢cil p¨²blico que le esperaba.Su actuaci¨®n comenz¨® con un tono mucho m¨¢s serio que el mostrado ante la Prensa, y la sonrisa se torn¨® mueca intimista y concentrada durante toda la prirriera parte de su espect¨¢culo. El cantante repasaba su repertorio de forina inocua, ofreciendo sus habituales cr¨®nicas simplistas sobre el amor y las pasiones. Los 70,000 espectadores coreaban entusiasmados los primeros versos de cada tema para, luego escuchar repo sadaniente, sumidos en un hechizo dif¨ªcil de entender, el resto de la canci¨®n.
Privilegiados
Un p¨²blico bien diferenciado, tan dispar como el desenbolso que hab¨ªa realizado en taquilla por sus localidades, aplaud¨ªa cada aullido del cantante, cada subida de tono, cada melodram¨¢tica gesticulaci¨®n, y cada movimiento de su cuerpo, estos ¨²ltimos dosificados con cuentagotas.Los portadores de las entradas m¨¢s alejadas del escenario, por las que hab¨ªa pagado entre 1.200 y 3.000 pesetas, formaban un heterog¨¦neo grupo que poblaba el grader¨ªo del estadio. Eran una masa cuidadosamente separada de los privilegiados, que ocupaban un c¨¦sped engalanado para la ocasi¨®n con moqueta, por acomodadores agentes de seguridad y alambradas futbol¨ªsticas.
All¨ª, en medio del campo, en el v¨¦rtice de la actualidad de la noche madrile?a, los miembros de una te¨®rica ¨¦lite social, los vips de moda, algunos futbolistas y cantantes, la derecha cl¨¢sica y la izquierda exquisita, reunidos en un gueto cuyo acceso restring¨ªan unas localidades puestas a la venta en 7.000 pesetas.
El pasado a?o Julio Iglesias se situ¨® entre los hombres que ganan m¨¢s dinero en Estados Unidos; la revista especializada en asuntos econ¨®micos Forbes le situ¨® en el puesto n¨²mero 12, por encima de personajes como Madonna o Frank Sinatra, con unos beneficios de 2.668 millones de pesetas.
Nada se ha podido confirmar, sin embargo, sobre las cifras manejadas por el cantante latino que m¨¢s discos vende en el mundo.
Fuentes de la organizaci¨®n hablaban, minutos antes de comenzar el recital, de una taquilla cercana a los 150 millones de pesetas, gracias al lleno total, lo que tal vez no baste para que las cuentas finales arrojen beneficios, dados los impresionantes gastos de publicidad y montaje.
Unas 2.000 personas movillzadas en esta gira espa?ola, 4.000 kil¨®metros de cable, un escenario de m¨¢s de 50 metros cuadrados y 40 toneladas de peso, 160.000 watios de sonido y 450.000 de luz, un coro formado por tres chicas, cinco m¨²sicos estrictamente profesionales y una superestrella de escasas cualidades musicales e interpretativas, en una noche con el ambiente perfumado por un intenso olor a dinero fresco y lujo.
Babelia
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