La secesi¨®n eslovena
LAS REFORMAS constitucionales votadas esta semana por el Parlamento esloveno muestran hasta qu¨¦ punto las tendencias desintegradoras han llegado a niveles explosivos en la Federaci¨®n yugoslava. Al incorporar a su Constituci¨®n el derecho a la secesi¨®n, y al hacerlo en nombre de su soberan¨ªa, despreciando las advertencias y protestas de los ¨®rganos federales de Yugoslavia, los eslovenos han modificado seriamente su status dentro de la Federaci¨®n. Por otra parte, la decisi¨®n del Parlamento de Libliana evidencia la profunda divisi¨®n existente en el seno de la Liga de Comunistas de Yugoslavia (LCY), cuatro meses antes del congreso que deber¨ªa reconstruir su unidad interna. Los comunistas eslovenos han aprobado el derecho de secesi¨®n ignorando una resoluci¨®n del Comit¨¦ Central de la LCY en sentido contrario. El tel¨®n de fondo de esta crisis es el car¨¢cter artificial de que siempre ha adolecido la agrupaci¨®n -hist¨®ricamente muy reciente-, en un solo Estado, de serbios, montenegrinos, macedonios, croatas y eslovenos, por no hablar de otros grupos minoritarios. Despu¨¦s del fracaso de anteriores experiencias basadas en la hegemon¨ªa de Serbia, parec¨ªa que Tito, apoy¨¢ndose en la lucha com¨²n contra el,hitlerismo, hab¨ªa logrado crear una Federaci¨®n m¨¢s estable basada en la concesi¨®n de amplios poderes a las diversas rep¨²blicas y en la caracterizaci¨®n de la Liga de Comunistas como factor de cohesi¨®n y unidad a nivel federal. Una crisis econ¨®mica sin precedentes, agravada por el fracaso del modelo de socialismo autogestionado, ha ido minando poco a poco ese fr¨¢gil edificio, sobre todo a partir de la muerte de Tito. Y, naturalmente, la falta de confianza de los ciudadanos en el sistema se ha ido traduciendo en un desprestigio de los comunistas, de forma que lo que hab¨ªa constituido el principal elemento de cohesi¨®n del mosaico yugoslavo ha dejado claramente de ejercer esa funci¨®n. Existe cierta contradicci¨®n en el hecho de que Eslovenia, la rep¨²blica m¨¢s avanzada, proclame su derecho a la secesi¨®n en un per¨ªodo en que la historia avanza hacia amplias agrupaciones supranacionales. Pero ese gesto esloveno de afirmaci¨®n soberana debe situarse en el marco yugoslavo: es la respuesta al resurgimiento de un nacionalismo serbio, estimulado de manera irresponsable por un dirigente popular, y populista. La actitud de Slobodan Milosevic, el caudillo serbio, frente a la grave crisis de Kosovo, cuya autonom¨ªa fue dr¨¢sticamente reducida por el Parlamento de Be1grado y cuya mayor¨ªa albanesa ha sido violentamente reprimida, ha provocado el recelo de otras naciones yugoslavas. Eslovenia no es Kosovo. Intentar aplicar all¨ª la violencia ser¨ªa un suicidio para Yugoslavia. En Eslovenia, la rep¨²blica m¨¢s rica y tambi¨¦n aquella donde m¨¢s avances se han registrado hacia la democracia y el pluralismo, existe una pr¨¢ctica unanimidad popular sobre el camino a seguir. Y al afirmar su derecho de secesi¨®n no aspira a una separaci¨®n inmediata, sino a poner sus conquistas a resguardo de un acelerado proceso de crisis institucional y negociar desde una posici¨®n de fuerza con las otras rep¨²blicas. El paso dado por Eslovenia obliga al conjunto de las rep¨²blicas yugoslavas a reflexionar sobre las causas que justifican hoy su permanencia en un Estado com¨²n. Los argumentos hist¨®ricos pesan poco ya. Si esa reflexi¨®n se hace sobre bases racionales, ser¨¢ posible evitar la carrera hacia la desintegraci¨®n. Pero fuertes factores empujan en sentido contrario.
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