Un matrimonio en crisis
Felipe, Gonz¨¢lez ha mantenido la iniciativa pol¨ªtica pese a la ofensiva sindical de UGT contra el Gobierno
La ruptura entre el PSOE y la UGT es un problema de fondo, no s¨®lo por la historia com¨²n de ambas organizaciones, sino porque 40.000 personas usan simult¨¢neamente los dos carn¨¦s, y porque una y otra tienen una historia reciente de estrategias compartidas y de apoyos financieros. Los odios personales juegan tambi¨¦n su papel: sobre todo cuando, como en este caso, los protagonistas se acusan mutuamente de haberse traicionado o de haberse dejado ganar por ideas adversarias: Gonz¨¢lez y Guerra por "la derecha", Redondo y los suyos por "los comunistas", seg¨²n el punto de vista de quien lanza la imputaci¨®n.A ra¨ªz de la huelga general del 14-D, los sindicatos vivieron momentos de triunfo: s¨®lo ten¨ªan afiliado al 9% de los trabajadores, y sin embargo canalizaron un amplio movimiento de protesta contra el Gobierno. Pero la base de resistencia se revel¨® demasiado fr¨¢gil como para sostener una ofensiva semejante. El Gobierno opt¨® por no moverse un ¨¢pice de sus posiciones: organiz¨® una negociaci¨®n con las centrales, y su mayor experiencia pol¨ªtica, infraestructura t¨¦cnica y dominio de la imagen se llev¨® la mejor parte.
As¨ª las cosas, el oto?o de 1989 plantea una situaci¨®n muy distinta. Espoleados por la gran encuesta de las elecciones europeas de junio, los dirigentes del PSOE han visto la oportunidad de rematar la faena electoral con un buen resultado, que pueda ser interpretado -entre otras cosas- como la deslegitimaci¨®n del estado de cosas creado por la huelga del 14-D. El PSOE mantiene la iniciativa, mientras UGT se encara con un per¨ªodo de fuertes compromisos, en el que destacan la celebraci¨®n de un congreso y la necesidad de presentarse a los comicios sindicales de 1990; per¨ªodo en el que no tiene garantizada, ni mucho menos, la neutralidad del PSOE.
Disidentes
La c¨²pula socialista ha aprovechado, adem¨¢s, la convocatoria electoral para adoptar medidas disciplinarias. Todos los disidentes han quedado fuera de las candidaturas, lo cual significa que ninguna persona favorable a los ugetistas formar¨¢ parte de los grupos parlamentarios socialistas. Los cr¨ªticos, representados por la corriente Izquierda Socialista y por el grupo de Ricardo Garc¨ªa Damborenea, han negado su voto al programa electoral socialista en el Comit¨¦ Federal del partido, pero carecen de fuerza para cualquier otra actuaci¨®n en el seno del PSOE.
Y el caso es que esta operaci¨®n tan dura comenz¨® a gestarse con una declaraci¨®n de paz. "Yo, en el d¨ªa de la huelga, reitero mi voluntad de discutir con los interlocutores sociales y si es posible, lo que deseo fervientemente, llegar a un acuerdo sobre la situaci¨®n de la econom¨ªa espa?ola
hoy", afirm¨® Felipe Gonz¨¢lez a las pocas horas de comprobar la paralizaci¨®n del pa¨ªs, el 14 de diciembre de 1988. Dos meses despu¨¦s, las conversaciones entre el Gobierno y los sindicatos hab¨ªan fracasado.
En aquellos momentos, Gonz¨¢lez y su entorno no descartaban la posibilidad de una alianza de sectores del PSOE con los comunistas. La realidad no ha confirmado esta previsi¨®n monclovita, al m¨¢rgen de los casos aislados, aunque relevantes, de socialistas que colaboran con Izquierda Unida, como Pablo Castellano y Francisco Bustelo.
Pero s¨ª est¨¢ claro que la postura ugetista ha logrado apoyos expl¨ªcitos entr¨¦ los sectores cr¨ªticos del PSOE: es el caso del grupo animado por el ex secretario general del PSOE de Vizcaya, Ricardo Garc¨ªa Damborenea, as¨ª como de la corriente Izquierda Socialista, am¨¦n de la mediaci¨®n intentada por l¨ªderes auton¨®micos contrarios a las tentativas de aplastamiento de UGT.
Sin embargo, el Gobierno y la c¨²pula del PSOE no les han dado la menor oportunidad. El exponente m¨¢s claro de una pol¨ªtica poco conciliadora ha sido el ministro de Econom¨ªa, Carlos Solchaga autor de aquella famosa sentencia que dio la vuelta al pa¨ªs, referida a la fraternal UGT: "Un sindicato que se corporativiza debe tener, para el Gobierno, la misma consideraci¨®n que el Colegio de Abogados".
Solchaga advirti¨® tambi¨¦n de la utilidad de anticipar las elecciones, en caso de que alguien pusiera en tela de juicio la legitimidad de la representaci¨®n obtenida en las urnas. Los sindicatos no pod¨ªan sentirse legitimados por huelgas ni manifestaciones, es decir, "por algo que es anterior a la legitimaci¨®n surgida de las urnas: y eso no, ?eh?, eso no", declar¨® a este peri¨®dico.
Una circunstancia pol¨ªtica exterior vino en ayuda de la c¨²pula socialista. Todo el crescendo de la contestaci¨®n social qued¨® sobrepasado por el pacto de centro-derecha, que fue aprovechado por el PSOE para movilizar a su propio electorado. El ¨¦xito de esa estrategia se reflej¨® en las elecciones europeas de junio: en vez de examinarse de la asignatura sindical, el PSOE consigui¨® crear en su electorado una sensaci¨®n de peligro real por el pacto Fraga-Su¨¢rez. Y a pesar de la p¨¦rdida de respaldo en las grandes ciudades, logr¨® el voto de 6,2 millones de ciudadanos, a los siete meses de haber visto a Espa?a paralizada por el llamamiento sindical. En tan avanzado estado de gestaci¨®n electoral, la c¨²pula socialista no lo dud¨® m¨¢s.
Combates feroces
Las c¨²pulas ugetista y socialista, apoyadas por sus respectivos aparatos, se combaten con ferocidad desde que UGT tom¨® la decisi¨®n formal de disolver el comit¨¦ de enlace con el PSOE, hace m¨¢s de dos a?os. El problema de fondo es que esta guerra tiene un resultado incierto, porque los dirigentes del partido y del sindicato no pueden ir a un choque directo.
Los sindicalistas hurtan el cuerpo al debate con los partidarios de Felipe Gonz¨¢lez en los ¨®rganos del PSOE, y optan por resguardarse en la "autonom¨ªa" sindical, no sin discusiones internas sobre la l¨ªnea interna a seguir. Mientras tanto, Felipe Gonz¨¢lez no puede derrotar a Redondo en el terreno electoral, porque UGT no se presenta a las elecciones pol¨ªticas, ni pide el voto para nadie.
Una vez fracasadas las negociaciones posteriores al 14-D, UGT no invit¨® al PSOE a las celebraciones del Primero de Mayo, por primera vez en su historia, y el partido socialista no ha negociado su programa electoral con la UGT, tambi¨¦n por primera vez. Los sindicalistas acusan al Gobierno de haber incumplido aspectos b¨¢sicos de los pactos alcanzados en otras ocasiones, mientras la c¨²pula socialista se reserva el derecho a decidir -de "administrar con prudencia", en palabras de ministros y otros dirigentes- cuando y c¨®mo deben realizarse las reformas.
Nicol¨¢s Redondo era muy consciente de lo que iba a suceder tras el 14-D. Dijo que la negativa del presidente del Gobierno a las demandas sindicales eran el paso del Rubic¨®n y Felipe Gonz¨¢lez parece haberle tomado la palabra.
La c¨²pula ugetista y los cr¨ªticos en el seno del PSOE aguardan la p¨¦rdida de la mayor¨ªa absoluta socialista, como condici¨®n indispensable para defender sus posiciones con posibilidades de ¨¦xito, y sus compa?eros fraternales lo saben y ponen toda la carne en el asador para evitarlo. Lo cual no es ¨®bice para que los debates preelectorales hayan tratado principalmente de encuestas del Centro de Investigaciones Sociol¨®gicas, del tratamiento a la oposici¨®n en los medios p¨²blicos de comunicaci¨®n y de otros problemas relacionados con las reglas del juego pol¨ªtico.
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