Thatcher, en soIedad
MARGARET THATCHER ha quedado completamente aislada en la Conferencia de la Commonwealth que acaba de celebrarse en Kuala Lumpur. Contra su negativa a aceptar medidas eficaces para presionar al Gobierno surafricano se form¨® una alianza sin precedentes: desde los jefes de Gobierno de pa¨ªses africanos y asi¨¢ticos hasta los de Australia y Canad¨¢, pa¨ªses anglosajones de la Commonwealth. Es m¨¢s, Hawke y Mulroney han sido protagonistas en los esfuerzos por lograr una resoluci¨®n condenando sin equ¨ªvoco el apartheid y pidiendo que las sanciones contra el Gobierno de Pretoria sean mantenidas, y reforzadas, mientras no ponga fin de modo efectivo a la discriminaci¨®n racial. Margaret Thatcher se opuso a tal resoluci¨®n y, despu¨¦s de firmar un comunicado com¨²n en el que se registraba el desacuerdo de Londres, hizo p¨²blica una declaraci¨®n unilateral considerada por las otras delegaciones como un gesto desleal."La se?ora Thatcher ha ignorado la tradici¨®n del juego limpio", se?al¨® el primer ministro de Canad¨¢; palabras duras que reflejan hasta qu¨¦ punto la simpat¨ªa de la primera ministra brit¨¢nica por los racistas surafricanos -que han saludado su declaraci¨®n con alegr¨ªa- es anacr¨®nica y escandalosa en el mundo contempor¨¢neo. Thatcher, con argumentos incongruentes, no convenci¨® a nadie. Dijo que las sanciones eran ineficaces, cuando los hechos acaban de demostrar lo contrario, y pidi¨® se ayudase al reformista De Klerk. Pero levantar las sanciones ahora, cuando ¨¦ste apenas ha iniciado una t¨ªmida apertura, ser¨ªa estimular a los que quieren que la reforma quede en agua de borrajas. La opini¨®n mundial -y la Commonwealth acaba de reafirmarlo- demanda que se acabe de una vez con el apartheid. Una de las condiciones para lograrlo es persistir en una pol¨ªtica de sanciones que presione sobre Pretoria, ayudando a las corrientes reformistas y a cuantos luchan por poner fin a una discriminaci¨®n que convierte a la inmensa mayor¨ªa negra en seres sin derechos en su propia tierra.
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