Tenemos plan
Parece como si en la rentr¨¦e de este a?o tenga una asignatura pendiente la intelligentzia nacional: el ya famoso p¨¦ndulo. No habiendo aparecido hasta el 22 de septiembre en castellano y catal¨¢n el l¨ªbro de texto, me imagino en estos d¨ªas a miles de espa?oles estudi¨¢ndolo a marchas forzadas, para poder examinarse dignamente.Bromas aparte, no voy a hacer cr¨ªtica literaria, que no es de mi competencia, adem¨¢s de que ya se ha hecho abundantemente en este mismo diario, sino que voy a referirme solamente al aspecto religioso de El p¨¦ndulo de Foucault, de Umberto Eco, sin pretender tampoco en este campo ser exhaustivo sobre un texto tan complejo.
Por otra parte, no parece correcto incluir dentro del hecho propiamente religioso todo el almac¨¦n de datos que Eco recoge en su novela, desde aspectos m¨¢s bien filos¨®ficos y cosmol¨®gicos hasta cultos sat¨¢nicos, pasando por una gran variedad de fen¨®menos que bien podr¨ªan incluirse en la parapsicolog¨ªa... o en la supercher¨ªa.
Reconociendo y dando por supuestos los grandes valores literarios del libro, me permito hacer algunas salvedades a la pretendida autoridad cient¨ªfica que se atribuye a los materiales que utiliza.
Se ha escrito, por ejemplo, que "ning¨²n hombre puede saber tanto"; "todo lo que alguna vez dese¨¢bamos conocer sobre los rosacrucianos o los ancianos de Si¨®n o sobre los rituales del demonio est¨¢ aqu¨ª" (Burgess).
Conte habla de una "aplastante cultura total", "la incuestionable verdad del pensamiento, y de una manera tan contundente que resulta inatacable" etc¨¦tera.
M¨¢s cr¨ªtico fue Posse: "El texto parece asfixiante por exceso de datos"; "se presume la computadora y cierto residuo profesoral por abarcar y agotar el tema".
Es normal que sobre un campo que no se conoce bien el lector medio no solamente se sienta incapacitado para dar un juicio propio sobre la informaci¨®n y el an¨¢lisis que se le ofrece, sino que hasta puede quedar fuertemente impresionado por la aparente autoridad cient¨ªfica y doctrinal del autor. En cambio, cuando se conoce mejor alguno de esos aspectos, ya puede ser otro cantar.
As¨ª, respecto a toda la parafernalia esot¨¦rica del libro, yo no me encuentro preparado para hacer una cr¨ªtica objetiva del inmenso arsenal de datos que nos ofrece. Sin embargo, en aquello que conozco mejor, aun sin ser propiamente investigador ni profesor, tengo reparos serios que hacer sobre algunas afirmaciones que se vierten en El p¨¦ndulo de Foucault. Y no me refiero al hecho de la opci¨®n personal ante la fe cristiana, sino a la mera presentaci¨®n de unos datos objetivos que no pueden desconocerse o manipularse sin incurrir en falta de cultura o de buena fe.
Dejo de lado algunos botones de muestra de importancia y que no tienen consistencia cient¨ªfica alguna, como decir que los esenios comunicaron sus secretos a Jes¨²s de Nazaret; que por ello le crucificaron; que su pasi¨®n y muerte es una alegor¨ªa del proceso de los templarios; que Jos¨¦ de Arimatea llev¨® el secreto de Jes¨²s a los celtas (p¨¢gina 403); que todas las catedrales se construyeron en los sitios donde los celtas ten¨ªan sus menhires (p¨¢gina 398); que Jes¨²s es un mito celta, y la Tr¨ªnidad, una noci¨®n aria (p¨¢gina 131). La sarta de desprop¨®sitos que se dicen sobre los jesuitas es interminable. Etc¨¦tera.
Si bien algunas de estas afirmaciones aparecen como dichas por personajes secundarios, las que siguen son de Casaubon, el que parece reflejar mejor el pensamiento del autor. En la p¨¢gina 131, siempre seg¨²n la traducci¨®n al castellano, se dicen cosas como ¨¦stas: "Mateo, Lucas, Marcos y Juan son una banda de juerguistas que se re¨²nen en alguna parte y deciden hacer una apuesta, se inventan un personaje, se ponen de acuerdo acerca de unos pocos hechos esenciales, y el resto, que se lo monte cada uno; despu¨¦s se ver¨¢ qui¨¦n lo ha hecho mejor. (...) Los libros gustan, pasan de mano en mano, y cuando los cuatro se dan cuenta de lo que est¨¢ sucediendo ya es demasiado tarde. Pablo ya ha encontrado a Jes¨²s en el camino de Damasco (...), a Pedro se le sube el triunfo a la cabeza...", etc¨¦tera.
Todo esto no es ya que ofenda a los cristianos; es que ofende simplemente a la verdad, a la historia y a la investigaci¨®n cient¨ªfica de varias generaciones de sabios.
Por aportar s¨®lo unos datos elementales, con los que est¨¢n de acuerdo tirios y troyanos: cuando Pablo se convierte al cristianismo no se han escrito a¨²n los evangelios. Los primeros escritos del Nuevo Testamento son precisamente de Pablo, con sus dos cartas a los de Tesal¨®nica, hacia el a?o 51, seguidas en a?os sucesivos de las cartas a los g¨¢latas, cor¨ªntios, romanos, etc¨¦tera. El evangelio de Marcos se escribe hacia el 64; Lucas y el original griego de Mateo, hacia el 67, y el de Juan, hac¨ªa finales de siglo... ?Sin comentarios!
Mirando ahora la obra de
Eco en su conjunto, me parece ver en ella un grandioso fresco que, representa a la inmensa muchedumbre de la humanidad, buscando por mil caminos algo que sacie su insaciable sed de amor y de verdad. En el fondo, me recuerda aquella famosa frase de san Agust¨ªn: "Fecisti nos ad te et inquietum est cor nostrum, donec requiescat in te" ("Nos hiciste para Ti, y nuestro coraz¨®n est¨¢ inquieto hasta que descanse en Ti").No me parece que el libro se abra y se cierre con el p¨¦ndulo, como se ha dicho alguna vez. A mi juicio, se cierra con la escena del ni?o tocando la trompeta en el cementerio. En ambos casos,
parece como si el autor sintiera la emoci¨®n del equilibrista que va a dar el salto desde un trapecio hasta otro, donde le esperan unos brazos. El movimiento del p¨¦ndulo mientras la Tierra gira, y el sonido de la trompeta, prolongado indefinidamente por Belbo, parecen como atisbos de la eternidad, de la permanencia, de las m¨ªsticas bodas entre el ser y el estar. "Jacopo segu¨ªa emitiendo aquella ilusi¨®n de nota porque sent¨ªa que en ese momento estaba desenredando un hilo capaz de frenar el movimiento del Sol. El astro se hab¨ªa detenido, se hab¨ªa fijado en un mediod¨ªa que hubiera podido durar una eternidad" (p¨¢gina 570).
Con raz¨®n ha dicho G¨¢ndara, comparando a Eco con Spielberg: "Los dos tienen miedo de pronunciar el nombre de Dios en su obra, pero detr¨¢s mejor o peor escondida, hay siempre una energ¨ªa omnisciente" (EL PA?S, Libros, 1 de octubre de 1989, p¨¢gina 15). Si mis notas me son fieles, el mismo Eco dijo, en una entrevista concedida a ese excelente programa que suele ser Informe semanal de TVE: "He seguido siempre una sola idea. Pero no s¨¦ cu¨¢l es...".
En El p¨¦ndulo... todo gira en torno al terrible juego de vivir y morir por un plan que no existe por un misterio que no contiene nada. "He comprendido", dice Casaubon, "la certeza de que no hab¨ªa nada que comprender, ¨¦sa deb¨ªa ser mi paz y mi triunfo" (p¨¢gina 578). Pero s¨ª que hay un plan. No un plan del hombre, que no sabe ni puede hacer un plan universal, ni aun con sus m¨¢s sofisticados ordenadores. Hay un plan de Dios, y los cristianos lo llamamos providencia, que no suprime por ello la aventura, el esfuerzo, la libertad y la responsabilidad.
Por todos los rincones se adivina su huella. All¨ª donde haya un gesto de bondad, de ayuda y solidaridad, hay una luz que ilumina el camino hacia el misterio infinito de Dios. Para el cristiano, el misterio se ha hecho presente con toda plenitud en Jesucristo, la palabra eterna que ha desvelado el plan de Dios, y que lo ha inaugurado con su vida, su muerte y su resurrecci¨®n. Porque ?l s¨ª que es el verdadero Saint Germain que cruza las fronteras del mundo y del tiempo para acompa?arnos como gu¨ªa, como amigo y como esperanza: "Camino, verdad y vida".
No estamos solos. No estamos perdidos. No estamos aburridos. Tenemos plan... ?Tenemos el plan!
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