Nada ser¨¢ jam¨¢s como antes
El sentimiento de unidad de los alemanes, especialmente en Berl¨ªn, ha tomado en estos d¨ªas un cariz inesperado: una espontaneidad abrumadora, emocionante, llena de l¨¢grimas y alegr¨ªa al mismo tiempo, y, por supuesto, con m¨¢s esperanzas que perspectivas concretas.Pienso que nadie debiera alardear de haber previsto lo que iban a ser estos d¨ªas. De todas formas, escrib¨ª en el verano pasado contra la flema, contra la falta de fantas¨ªa: "?Por qu¨¦, con qu¨¦ derecho, y en base a qu¨¦ experiencia excluir la posibilidad de que un d¨ªa en Leipzig, y en Dresde, en Magdeburgo y en Schwerin -y en Berl¨ªn Oriental-, no se movilicen no cientos, sino cieritos de miles para pedir sus derechos de ciudadanos? Incluido el derecho de poder ir de tina parte de Alemania a la otra". Y a?ad¨ª: "Con esto no solamente se pondr¨ªa a los sovi¨¦ticos en una situaci¨®n embarazosa, sino tambi¨¦n a los aliados, por lo de los derechos reservados a Alemania como unidad. Y quiz¨¢ no ser¨ªa digno de un especial respeto el tipo de compatriotas autosatisfechos de Alemania Occidental que preferir¨ªan hacer cualquier cosa antes que compartir nada con aquellos a quienes toc¨® la peor parte al final de la guerra".
?ste es el punto decisivo. Los alemanes de la Rep¨²blica Democr¨¢tica han tomado su propia iniciativa. El pueblo mismo ha hablado, con mucha autodisciplina, de forma totalmente audible.
El pueblo reclam¨® su derecho de ser tomado en serio como ciudadanos. El poder estatal ha sabido hacer concesiones considerables -obviamente, gracias a las recomendaciones de la Uni¨®n Sovi¨¦tica-. Casi de un d¨ªa para otro se produjo la transici¨®n y se obtuvo acceso inmediato a una informaci¨®n ver¨ªdica. Llegando a los l¨ªmites de lo ca¨®tico, se cumpl¨ªa con el anhelo de libre circulaci¨®n entre el Este y el Oeste. De manera casi sensacional, se empezaron a desplegar nuevas fuerzas en el sistema pol¨ªtico. El Partido Socialista Unificado (SED) est¨¢ experimentando una inodificaci¨®n r¨¢pida, no sin diferenciaciones considerables; pero a¨²n le hace falta una cabeza de turco y no renuncia a las ideas fijas de su todav¨ªa papel dominante.
Nada ser¨¢ jam¨¢s como antes. Sin embargo, a pesar de lo significativo de la situaci¨®n alcanzada, no est¨¢ a la vista el final del camino. Las transformaciones hist¨®ricas conllevan inevitablemente retrocesos. Teniendo esto en cuenta, es preciso analizar los hechos desde tres perspectivas distintas: ?a qu¨¦ desarrollo en la RDA deber¨ªamos adaptarnos? ?Qu¨¦ significado tendr¨¢ en el contexto internacional en el cual est¨¢n enclavadas las dos Alemanias? ?Y qu¨¦ se espera de la Rep¨²blica Federal de Alemania?
Primero: la situaci¨®n en la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana se caracteriza, en gran medida, por su debilidad. Solamente se puede remediar esto cuando el pueblo tiene la certeza de que el proceso de participaci¨®n real se acelera y si a la vez se inicia una reforma econ¨®mica que demuestre a la poblaci¨®n una mejora tangible en un plazo corto. El equilibrio pol¨ªtico y social es posible solamente si no pasan demasiados meses hasta que el pueblo se pueda expresar en elecciones libres. Los portavoces de las fuerzas pol¨ªticas nuevas no me convencen cuando apuntan varias razones para ganar tiempo -?un a?o?- antes de que quieran exponerse a los comicios. As¨ª no se pueden llevar a cabo eambios hist¨®ricos. Quien no pueda afrontar el desaf¨ªo con improvisaci¨®n se arriesga f¨¢cilmente a ouedarse al margen. La cuesti¨®n de repetir las elecciones comunales (manipuladas inicialmente) me parece m¨¢s bien acad¨¦mica, as¨ª como elegir una Asamblea constitutiva antes de determinar la composici¨®n de la Volkskammer (C¨¢mara del Pueblo) o c¨®mo se puede llamar el Parlamento que vaya a haber. El deseo de elecciones libres y secretas es elemental, no se puede congelar sin da?arlo. Aquel art¨ªculo introductorio de la Constituci¨®n de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana que trata del papel anterior del partido ¨²nico se puede -v¨¦ase Hungr¨ªa- eliminar tambi¨¦n sin necesidad de una Asamblea constituyente. Solamente aquel que quiera perder totalmente la influencia en un nuevo proceso electoral no tendr¨¢ en cuenta en sus decisiones previas a las fuerzas pol¨ªticas emergentes y a los restos de los peque?os partidos asociados que formaban bloque con el SED.
Ahora bien, me he atrevido a pisar aqu¨ª un terreno que hay que atravesar con much¨ªsima cautela. Me he podido convencer in situ de que justamente las nuevas fuerzas pol¨ªticas no desean para nada que nosotros, los de la Rep¨²blica Federal, ejerzamos una tutela sobre lo que tengan que conseguir. Tanto m¨¢s se apreciar¨¢ un consejo cuanto menos impertinente sea. A pesar de que disfrutemos en Occidente de nuestros ¨¦xitos econ¨®micos, debemos tener en cuenta la aversi¨®n de muchos del otro lado a ser comprados y de que no se les reconozca todo aquello que han conseguido bajo unas circunstancias dificil¨ªsimas. Son al¨¦rgicos a la sospecha sugerida de que el producto de su trabajo pueda ser vendido como activo de la quiebra.
Segundo: respecto a los contextos europeos e internacionales, cualquier ni?o sabe ya que los vientos del cambio est¨¢n relacionados no solamente con un cambio de clima en los pa¨ªses entre Alemania y la URSS, sino en el interior de la gran potencia del este de Europa. Es natural que los cambios en la Alemania dividida exijan toda nuestra atenci¨®n ahora. No podr¨ªa ser de otra forma. Los vivimos como emocionantes, y le son. Y, sin embargo, el tema real, siempre contradictorio, radica en la fusi¨®n de las distintas partes de Europa, empezando por la distribuci¨®n de la paz que est¨¢ tomando forma en las negociaciones de Viena.
Partiendo de que esta distribuc¨ª¨®n de la paz es el tema candente, ser¨ªa demasiado limitado reducirlo a los comportamientos dentro de Alemania. S? es cierto que las distintas Europas se est¨¢n aproximando, ?qui¨¦n podr¨ªa aportar razones serisatas para exceptuar a Alemania y sus partes de este proceso? La cuesti¨®n es m¨¢s bien c¨®mo corresponder a los intereses de los factores determinantes en el extranjero.
La Uni¨®n Sovi¨¦tica espera que su sistema de alianzas (modificada su funci¨®n frente a la Alianza Atl¨¢ntica) no sea desmontado y que su considerable presencia militar en la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana no sea tocada antes de que ella misma decida las disposiciones esencialmente modificadoras que hay que realizar, previos acuerdos con su principal rival, Estados Unidos. Tambi¨¦n es importante para la parte sovi¨¦tica que sus suministros de inaquinaria, etc¨¦tera, provenientes de la RDA no corran peligro por la incertidumbre pol¨ªtica. Pues muchos aspectos que en el Oeste no son tenidos en cuenta especialmente son, sin embargo, muy estimados en la RDA.
En Occidente, algunos Gobiernos tendr¨¢n dificultades en c¨®mo antes poner bajo un denominador com¨²n sus anteriores declaraciones respecto a la unidad de los alemanes, dadas las posibilidades pol¨ªticas y comportamientos actuales. Sin embargo, opino que Bush y Gorbachov hablar¨¢n con sensatez de este tema en su reuni¨®n de Malta. De ninguna forma deben pensar -como casi nunca ocurre- que puede disponerse libremente de Alemania. Esto ya no es posible. Apelar a las "cuatro potencias" antes de saber uno mismo lo que quiere da una impresi¨®n poco convincente, especialmente desde el punto de vista de la gente "del otro lado". En efecto, no ser¨ªa ninguna tonter¨ªa que nosotros, alemanes, supi¨¦ramos formular nuestros desider¨¢tum antes de recibir clases particulares ajenas.
En lo que respecta especialmente a nuestros queridos vecinos franceses, ahora se trata de que nuestra uni¨®n y lealtad dentro de la Comunidad Europea sea no solamente proclamada, sino tambi¨¦n reforzada. Pero, por favor, nadie debe actuar como si pudiera disponer del derecho de autodeterminaci¨®n en lugar de los propios alemanes. Con toda mesura, la Carta de las Naciones Unidas y las resoluciones de Helsinki tienen validez tambi¨¦n para los europeos que viven en tierras alemanas.
Mucho puede depender de que nosotros, en Alemania, no nos confundamos en la definici¨®n de la unidad nacional. ?Por qu¨¦ habr¨ªa que definir ahora exactamente c¨®mo y de qu¨¦ forma la relaci¨®n actual de los dos Estados, que se est¨¢ modificando en su esencia, va a evolucionar? No es menester. Elevar a la categor¨ªa de dogma la existencia de dos Estados es tan poco convincente como considerar el Estado nacional agrandado como la ¨²nica v¨ªa de interpretaci¨®n de la ley fundamental; m¨¢s exactamente, de su pre¨¢mbulo. La unidad como resultado de la autodeterminaci¨®n es el cometido que nos han legado los padres de la ley fundamental. Para cumplirlo hay m¨¢s de un camino, como tambi¨¦n opinan muchos compatriotas de la RDA. Desentendernos de ello ser¨ªa juzgado como fracaso nacional y europeo.
Tercero, finalmente: ?qu¨¦ se espera ahora de nosotros en la RFA? Primeramente hace falta convencernos y convencer a nuestros aliados de que una buena soluci¨®n para nuestro pueblo puede ser solamente aquella que no entre en conflicto con las responsabilidades europeas de la RFA: aquella que encaje en el proceso de fusi¨®n de las distintas partes de Europa. En nuestra relaci¨®n con la otra parte de Alemania no se trata de elevar m¨¢s dedos pidiendo la palabra, sino de defender la disposici¨®n para una ayuda y cooperaci¨®n amplias y razonables. Esto empieza en el cambio de moneda y llega hasta la ayuda para una reforma monetaria. Una cooperaci¨®n econ¨®mica, aunque no persiga los mismos objetivos (o incluso sean contrarios), debe ser concebida por personalidades experimentadas de la industria, de la banca y de la ciencia pr¨¢ctica; as¨ª como una colaboraci¨®n reforzada en el campo de la protecci¨®n al medio ambiente, ahora en primer plano del nuevo orden. Es preciso tomar medidas urgentes en el sector sanitario, entre otros. En realidad, deber¨ªa crearse un programa adecuado para que las cenas navide?as en muchos hogares de la RDA fueran un claro reflejo de la solidaridad entre las dos Alemanias.
Esta solidaridad no supone un conflicto con la responsabilidad de los j¨®venes compatriotas que han decidido, por razones individuales, fijar su residencia en la RFA. Con todo, hay indicios de que la huida masiva a la RFA est¨¢ remitiendo, ya que apunta la esperanza de una pronta mejor¨ªa de las condiciones de vida en la RDA. Por ello resulta gratificante para los alemanes orientales contribuir a esta renovaci¨®n estructural de su naci¨®n.
Desde agosto de 1961, el camino ha sido largo. Ya entonces no nos content¨¢bamos con pedir la abolici¨®n del muro, sino que ¨ªbamos m¨¢s lejos: Berl¨ªn deb¨ªa continuar existiendo, a pesar del muro, y la idea de la unificaci¨®n alemana deb¨ªa superponerse a la separaci¨®n impuesta pol¨ªticamente. No todos eran conscientes de la importancia de una lucha cotidiana paso a paso, en lugar de un ataque frontal, en momentos en los que no era posible tomar medidas m¨¢s dr¨¢sticas. En la actualidad no existen dudas sobre el camino que hay que seguir.
Fue de vital importancia que no permiti¨¦ramos una separaci¨®n radical e irreparable de las familias. Tambi¨¦n fue un acierto dejar que factores externos influyeran de tal modo que no cerraran la puerta a un futuro mejor.
Ahora nos resta una prueba de fuego: probar nuestra disponibilidad y colaboraci¨®n para comenzar de nuevo. No hay lugar para patriotismos de partido; m¨¢s bien, sin ignorar diferencias de opini¨®n, debemos lograr un acercamiento entre quienes est¨¢n empe?ados en defender y cumplir las responsabilidades que exige la construcci¨®n europea. Y lo que menos importa, por el momento, es discutir la forma, y no el contenido, de los foros que dar¨¢n cabida a las discusiones sobre el futuro y el bienestar del pa¨ªs.
Traducci¨®n de Hannelore Haas.
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