El Acta Final de Helsinki 14 a?os y algunas cosas despu¨¦s
Cuando en 1975 se firmaba solemnemente en Helsinki el Acta Final de la Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperaci¨®n en Europa, los medios pol¨ªticos y comunicativos del Occidente estimaron, casi sin excepci¨®n, que el mundo de las democracias claudicaba clamorosamente ante los representantes del socialismo real. Despu¨¦s de muchos a?os, dijeron, la URSS y sus aliados consegu¨ªan un texto que ratificara las ganancias pol¨ªticas y territoriales de la 11 Guerra Mundial. As¨ª, a?ad¨ªan, el Acta Final de Helsinki, sin que las fragilidades occidentales lo hubieran advertido, se convert¨ªa en el sustitutivo del nunca firmado tratado de paz de la contienda 1939-1945.Quiso el Este que la CSCE otorgara reconocimiento, por impl¨ªcito que fuera, a la distribuci¨®n fronteriza obtenida tras y como consecuencia de la II Guerra Mundial. No hubiera hecho falta ning¨²n gesto adicional porque ?qui¨¦n, en Europa, se hab¨ªa permitido poner seriamente en duda las nuevas realidades territoriales? Adem¨¢s, y precediendo a la conferencia de Helsinki, la RFA hab¨ªa normalizado sus relaciones con la URSS, con la RDA y con Polonia al precio del reconocimiento de las nuevas fronteras -algo que muy recientemente ha reafirmado Kohl en Varsovia.
Guerras y fronteras
Desde ese punto de vista, la CSCE no hac¨ªa otra cosa, si acaso, que testificar sobre una realidad preexistente. Al hacerlo quiz¨¢ la reforzara, cierto es. Pero el signo de aquellos tiempos, y no precisamente negativo tras la dureza de los cincuenta y de los sesenta, tras la guerra fr¨ªa y la g¨¦lida coexistencia pac¨ªfica, estaba marcado por la distensi¨®n, el statu quo, el modus vivendi. Nadie estaba dispuesto a otra guerra para alterar unas fronteras.
Las negociaciones que condujeron al Acta Final de Helsinki necesitaron del tiempo que transcurre entre noviembre de 1972 hasta el verano de 1975, dos a?os largos de trabajo intenso, para su finalizaci¨®n. Y, como se sabe y digno es ahora de recordaci¨®n, sus t¨¦rminos estuvieron obsesivamente centrados en las fronteras posb¨¦licas, los cauces para su alteraci¨®n, los derechos humanos, la cooperaci¨®n cient¨ªfico-t¨¦cnica y las medidas militares para favorecer la confianza.
Y ahora, en estas ¨²ltimas semanas de 1989, con el muro de Berl¨ªn agujereado por las ansias de libertad de todo un continente, los textos del Acta Final cobran una dimensi¨®n casi prof¨¦tica. Algunos de ellos dicen: "Los Estados participantes consideran mutuamente como inviolables todas sus fronteras, as¨ª como las fronteras de todos los Estados en Europa, y en consecuencia se abstendr¨¢n ahora y en el futuro de atacar dichas fronteras.( ... ) Consideran que sus fronteras podr¨¢n ser modificadas, de conformidad con el derecho internacional, por medios pac¨ªficos y por acuerdo.( ... ) Respetar¨¢n la igualdad de derechos de los pueblos y su derecho a la libre determinaci¨®n...". Y tambi¨¦n: "Los Estados participantes respetar¨¢n los derechos humanos y las libertades fundamentales de todos, incluyendo la libertad de pensamiento, conciencia, religi¨®n o creencia, sin distinci¨®n por motivos de raza, sexo, idioma o religi¨®n".
Punto de referencia
Frente a los que la consideraron una claudicaci¨®n, result¨® que desde el primer momento de su existencia el Acta Final de Helsinki habr¨ªa de convertirse en punto de referencia, amparo y cita para todos aquellos que en el Este ven¨ªan reclamando libertad y justicia. Ante los que la estimaron un conjunto de manifestaciones tan bienintencionadas como inanes, el Acta Final ha terminado por patrocinar la gran negociaci¨®n para el desarme convencional en Europa. Y corrigiendo a los que la calificaron de documento perverso s¨®lo apto para eternizar las adquisiciones territoriales y el dominio pol¨ªtico de la URSS sobre la porci¨®n oriental del continente europeo, queda la lectura de los p¨¢rrafos reproducidos -y de tantos otros en la misma sinton¨ªa- y la evoluci¨®n de los acontecimientos. Buen balance.
Con el Acta Final de Helsinki en la mano es f¨¢cil comprender y propiciar lo que hoy est¨¢ ocurriendo en Europa. Que, por encima de los detalles, se reduce a la reivindicaci¨®n democr¨¢tica del protagonismo de los individuos y de los pueblos.
Ni el Acta Final ni sus redactores pudieron haber imaginado lo que el tiempo, corto tiempo, les habr¨ªa de deparar. El documento reflej¨® la mejor capacidad del instante para codificar los t¨¦rminos de conducta en un mundo que se tomaba por irremediablemente dividido. Sin embargo, y como ahora se ve, no dio nada por supuesto ni dej¨® de contemplar otras hip¨®tesis. Esa capacidad innovadora es la que hoy a¨²n concede a la lectura del Acta Final una profunda y l¨²cida actualidad.
Un documento de todos
Porque, adem¨¢s, su car¨¢cter de texto consensuado le permite con toda raz¨®n ser un documento de todos. Uno de los peligros marginales que acecha en la nueva situaci¨®n -la de cambio y tr¨¢nsito que vive la Europa del Este- es el de que desde el lado occidental se la resuma con un triunfalista "hemos ganado". Porque interesa sobre todo la consolidaci¨®n de las nuevas conquistas sin detenerse a enumerar las plumas que tal o cual sistema se dej¨® en la peripecia. Que eso es harina de otro costal.
En la perspectiva, Helsinki fue ya el final de Yalta. O, como Churchill hubiera dicho, el principio del final. De un sistema marcado por la noci¨®n de las esferas de influencia. Tambi¨¦n, no hay que olvidarlo, por un cierto relativismo en el juicio sobre valores y calidades.
Encarn¨®, adem¨¢s y al mismo tiempo, un esp¨ªritu de firmeza y de flexibilidad. Siempre cabe hacerse la pregunta in¨²til: ?en qu¨¦ grado la CSCE y su Acta Final de Helsinki han influido en todo lo que est¨¢ ocurriendo? Y cabe responder, al menos de manera parcial, que nada de lo hasta ahora visto -Polonia, Hungr¨ªa, Berl¨ªn, la RDA, Bulgaria , Checoslovaquia- o por ver -la apertura de la Puerta de Brandenburgo o la unificaci¨®n alemana- est¨¦ excluido de aquellas disposiciones tan trabajosamente negociadas entre 1972 y 1975.
Lo que tiene que demostrar todav¨ªa el Acta Final firmada en la capital finlandesa es que la estabilidad pac¨ªfica que sus firmantes buscaron es hoy no s¨®lo tan deseable como entonces, sino, adem¨¢s, tambi¨¦n posible. En tiempos de cambio. Aunque la demostraci¨®n no corresponda ni en exclusiva ni siquiera principalmente a un texto escrito en papel, sino a todos los que en esta hora deben aunar esperanza y cautela, para no frustrar en la inseguridad los anhelos de un mundo distinto, mejor y m¨¢s libre. Es el comienzo de una nueva historia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.