Las oposiciones
TANTO DESDE la derecha como desde la izquierda, el Gobierno se ver¨¢ enfrentado a una oposici¨®n m¨¢s firme. La presencia en la C¨¢mara de los nuevos l¨ªderes del Partido Popular (PP) y de Izquierda Unida (IU) contribuir¨¢ no s¨®lo a dar mayor viveza a los debates parlamentarios, sino a ofrecer elementos de contraste que ayuden a valorar en uno u otro sentido la pol¨ªtica gubernamental. ?sta es la principal conclusi¨®n del debate desarrollado el lunes y el martes en el Congreso. La vuelta del Centro Democr¨¢tico y Social (CDS) a sus or¨ªgenes, tras una desastrosa excursi¨®n por terrenos minados, es la segunda novedad.Ya se sab¨ªa que Aznar no es Fraga. La sospecha de que tampoco es Hern¨¢ndez Mancha se ha despejado igualmente, si bien quedan algunas dudas ante la diferencia, observable a simple vista, entre el Aznar sereno y articulado del discurso le¨ªdo y el mucho m¨¢s vacilante del debate a cuerpo limpio con el candidato socialista. El discurso, que tal vez escribi¨® el propio Aznar y que en todo caso ley¨® con gran estilo, recordaba en algunos aspectos al pronunciado en el mismo foro, en marzo pasado, por Miguel Herrero, y que, al poner el acento en la cr¨ªtica de la gesti¨®n antes que en las gen¨¦ricas descalificaciones ideol¨®gicas, enlazaba con lo mejor de la tradici¨®n conservadora.
Todo lo contrario, sin embargo, que algunas de sus observaciones, te?idas de demagogia, sobre el proceso electoral. Cierto que el l¨ªder de la derecha ten¨ªa raz¨®n en se?alar la responsabilidad del Gobierno en algunas de ellas -sobre todo, las relativas al censo-, pero comparar eso con el caciquismo institucionalizado de la Espa?a de la Restauraci¨®n tiene tanto sentido como hacerlo entre una orquesta que desafina y una charanga de pueblo. Si nos atenemos al discurso, sus cr¨ªticas a determinados aspectos de la pol¨ªtica econ¨®mica tuvieron coherencia, y altura las apelaciones a un comportamiento m¨¢s transparente y menos sectario. En conjunto, Aznar dio la impresi¨®n de disponer de un esbozo de programa alternativo, inscrito en la l¨®gica del liberalismo conservador y susceptible de servir de referencia para alianzas m¨¢s amplias.
El discurso del l¨ªder de IU, Julio Anguita, duro en el fondo y en la forma, result¨® muy apropiado para convencer a los convencidos: su cosmovisi¨®n de las contradicciones principales y secundarias, tan de informe de secretario general a la antigua usanza, entusiasma a un sector del p¨²blico; pero su argumentaci¨®n fue rebatida f¨¢cilmente por su contrincante, m¨¢s ducho en casi todos los temas suscitados y con capacidad para conectar con segmentos m¨¢s heterog¨¦neos de la sociedad. Con todo, el estreno de Anguita hace presagiar una oposici¨®n mucho m¨¢s vigilante y eficaz desde la izquierda, en particular en aspectos como la denuncia de la resignaci¨®n socialista ante el aumento de las desigualdades sociales y las incoherencias presupuestarias de ella derivada. Sin embargo, su obsesi¨®n con la planificaci¨®n como b¨¢lsamo de Fierabr¨¢s result¨® desconcertanternente pueril.
Siete a?os despu¨¦s, Su¨¢rez ha vuelto, tras describir un giro de 360 grados, al punto de partida: el de un partido con vocaci¨®n de bisagra capaz de apuntalar un Gobierno de centro-izquierda. Pero si entonces ten¨ªa s¨®lo tres esca?os, que adem¨¢s nadie necesitaba, ahora tiene 14, que pueden resultar imprescindibles a medio plazo para garantizar la gobernabilidad. Las leves objeciones planteadas ayer por Su¨¢rez al discurso de Gonz¨¢lez revelan una voluntad de colaboraci¨®n. As¨ª, la oferta de apertura realizada la v¨ªspera hall¨® un destinatario predispuesto. La aceptaci¨®n gen¨¦rica de las diferentes propuestas adelantadas por Su¨¢rez pueden anunciar, como en Casablanca, "el comienzo de una gran amistad".
De las intervenciones de los portavoces de los dos principales grupos nacionalistas, el catal¨¢n y el del PNV, tal vez lo m¨¢s sintom¨¢tico fue el inter¨¦s que ambos mostraron por aspectos de la pol¨ªtica exterior, y en particular por la evoluci¨®n de Europa del Este. Ese inter¨¦s, indicativo de madurez democr¨¢tica, constituye la mejor refutaci¨®n del agonismo con que, por inercia, todav¨ªa se abordan en ocasiones los problemas del nacionalismo. Por ejemplo, cuando el avezado parlamentario Miquel Roca se permiti¨® la incoherencia de preguntarse -ret¨®ricamente- si tal vez no hubiera sido mejor negar su apoyo a la Constituci¨®n que ¨¦l mismo contribuy¨® a redactar.
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