Mi amigo

Hace 15 d¨ªas mi amigo me ense?aba el cuadro de la barca de Caronte, con el barquero tenebroso asido a la p¨¦rtiga, suspendido entre agua y cielo, y coment¨®: "La tierra no existe, s¨®lo existe el agua y el cielo y, adem¨¢s, el m¨¢s all¨¢ es azul". La semana anterior, dos delfines hab¨ªan encallado en la playa. de Calafell. Uno muri¨® sobre la arena, el segundo fue devuelto al mar. Mi amigo detallaba el incidente con lentitud, con ceremonia. Los delfines eran el animal tot¨¦mico de Carlos. Nadie puede dudar ahora cu¨¢l era el presagio. Aquellos dos delfines le llamaban. El uno, como el despojo, se queda en tierra. El otro, como el esp¨ªritu de Carlos, ha vuelto al mar.De su mano guardo una l¨ªnea trazada a l¨¢piz, bajo el emblema del F¨¦nice. "Las horas, como los siglos, extra?amente nos acercan". El v¨¦rtigo de esa frase me persigue ahora. El enigma de otro encuentro definitivo queda pendiente, en un plazo que las horas han empezado a contar.

De ni?o me ense?aron que los hombres no lloran. Qu¨¦ estupidez. Mi amigo se ha muerto, y yo escribo lo que tengo que llorar. Hay en mi jard¨ªn plantado un cipr¨¦s de Calafell que mi amigo escogi¨®. Es tierno, cerrado y pujante. A partir de hoy empieza a medrar de otro modo. Ser¨¢ la memoria de Carlos en este jard¨ªn.