"?Les ganamos con un l¨¢piz!"
En la avenida de la Alameda, la principal de Santiago, la capital chilena, un muchacho se subi¨® a un poste, trepando con sus brazos y piernas, mientras miles de personas lo alentaban. Al llegar arriba, con un adem¨¢n decidido, arranc¨® un cartel de uno de los candidatos de la derecha, el ex ministro Hern¨¢n B¨¹chi. Lo rompi¨® en dos y lo lanz¨® al viento nocturno del jueves triunfal de Patricio Aylwin. Entonces surgi¨® la consigna espont¨¢nea., multitudinaria, nueva y desafiante: "?Les ganamos con un l¨¢piz!".
La multitud bail¨®, bebi¨®, lanzo cohetes, desfil¨®, particip¨® en caravanas de coches tocando las bocinas y cant¨® en las calles que por primera vez sinti¨® del todo suyas, en una noche de abrazos estrechos y euf¨®ricos. Un helic¨®ptero de la polic¨ªa, que pas¨® iluminando con reflectores a la multitud, fue abucheado. Alguien grit¨® a voz en cuello: "?No pifien [silbidos de reprobaci¨®n]. Ahora es de los nuestros!"."Juro que nunca cre¨ª que vivir¨ªa este d¨ªa", dec¨ªa un dirigente democristiano mientras abrazaba a los periodistas. Despu¨¦s de asistir al recuento de votos en los barrios perif¨¦ricos, vitoreando con aplausos cada preferencia por Aylwin, decenas de miles de santiaguinos marcharon al centro, a la Alameda, una avenida que s¨®lo pertenece a quien tiene el poder, desafiando la prohibici¨®n del Gobierno de realizar manifestaciones y la petici¨®n de quedarse en las casas que repiti¨® una y otra vez la coalici¨®n opositora.
Pero nadie pod¨ªa impedir la celebraci¨®n popular en la primera noche desde 1970 que Chile pudo elegir un presidente, ni siquiera los primeros indicios de la derrota en la elecci¨®n parlamentaria de algunos de los l¨ªderes m¨¢s conocidos de la oposici¨®n. Frente al hotel San Francisco, la principal sede de la oposici¨®n, atestada de periodistas, pol¨ªticos, diplom¨¢ticos y observadores de otros pa¨ªses, en una escalera mec¨¢nica, un hombre disfrazado de pato, en homenaje a Pato Aylwin, presid¨ªa el coro masivo que cantaba: "O la tumba ser¨¢ de los libres, o el asilo contra la opresi¨®n", la ¨²ltima estrofa del himno nacional.
Con l¨¢grimas en sus ojos, el presidente de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), Manuel Bustos, dedic¨® el triunfo, a todos los que ya no est¨¢n, que sufrieron persecuci¨®n o fueron torturados en los ¨²ltimos 16 a?os. Un cami¨®n se paseaba por la Alameda con una gran imagen del extinto presidente Salvador Allende. Un ?el letrero sobre el cami¨®n dec¨ªa: "Se abrir¨¢n las grandes alamedas", la famosa ¨²ltima frase del ex mandatario socialista. Hortensia Bussi, la viuda de Allende, fue alzada en vilo para poder pasar las barreras que separaban a la multitud de los invitados al hotel San Francisco.
Dentro del hotel, Aylwin, rodeado por sus cinco hijos, se abraz¨® con Enrique Krauss, uno de los jefes de su campa?a electoral, probablemente el futuro ministro del Interior. Aylwin esper¨® a que el Gobierno y sus dos oponentes, B¨¹chi y Francisco Javier Err¨¢zuriz, reconocieran su triunfo para hablar a la multitud: "El pueblo de Chile ha tomado en sus manos su destino futuro", dijo antes de ir a brindar. Cuando un B¨¹chi desencajado admiti¨® la derrota en su sede, en el hotel Carrera, sus partidarios le felicitaban, mientras que las secretarias de su equipo lloraban.
"Horizonte de la libertad"
"Con esta victoria se abre el horizonte de la libertad", musit¨® emocionado el vendedor Patricio Zamorano, uno de los muchos santiaguinos an¨®nimos que sali¨® a la calle a celebrarlo. En las barriadas perif¨¦ricas, los j¨®venes que tres a?os atr¨¢s quemaban neum¨¢ticos y montaban barricadas, salieron con banderas de todos los partidos a interrumpir el tr¨¢nsito de las numerosas caravanas de autos, pero ahora con rondas y al grito que resumi¨® el carnaval: "Se acab¨® la dictadura".
Grupos de j¨®venes, con saxos, guitarras, charangos y quenas cantaron en las callas, la alegr¨ªa lleg¨® hasta los barrios altos, invadidos por quienes hab¨ªan permanecido silenciosos durante 16 a?os. En Providencia, un barrio que es como un gigantesco centro comercial para clases altas, las; bulliciosas caravanas de autos coparon el tr¨¢fico hasta las cuatro de la madrugada de ayer.
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